Vivienda

Jorge Galindo, experto en vivienda: “Si no se frena la burocracia, va a ser difícil que tus hijos tengan casa"

Tener casa se ha convertido en una misión casi imposible para una generación. GETTY IMAGES
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MadridEs una paradoja que el sociólogo Jorge Galindo haya publicado el libro ‘Tres millones de viviendas’ (Debate) justo cuando se acaba de comprar casa. Un proceso “arduo” que le ha dejado “exhausto”, según revela. Las palabras que elige no son casuales: tener casa se ha convertido para una generación, la que anda entre los 25 y los 45 años, en una misión casi imposible. En su libro, radiografía el problema y ofrece (¡albricias!) soluciones. Esa es la buena noticia; la mala es que cambiar esta situación no está alcance de la mano de (casi) nadie.

¿Por qué hacen falta tres millones de viviendas? ¿Qué significa el número?

En el libro digo que es “una provocación basada en la evidencia”. El Instituto Nacional de Estadística (INE) estima en 3,7 millones de hogares la creación neta de hogares prevista entre 2024 y 2039. Hay que subrayar lo de “neta” porque es una cifra que ya tiene en cuenta fallecimientos. Todo eso sin tener en cuenta la demanda reprimida…

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¿Qué es la demanda reprimida?

Pues todos esos hijos que quieren irse de casa pero que no pueden. España tenía en 2023 un 16% más de personas viviendo o dependiendo económicamente de sus padres que la media de la Unión Europea… Además, ha cambiado el concepto de ‘hogar’ entendido como personas que viven bajo un mismo techo y el número es cada vez más numeroso porque ha crecido la cifra de personas que viven solas. Es decir, hay más demanda.

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Menudo panorama…

Hay una palabra que define bastante bien el momento actual: frustración. Además, es una frustración que afecta tanto a los jóvenes como a la generación anterior, que ve cómo sus hijos no pueden no solo tener vivienda, sino emprender un proyecto vital.

¿Quiénes son los responsables de que haya esta escasez de vivienda?

Es una responsabilidad compartida entre el sector público y el privado. Hay un exceso de regulación tanto en un caso como en otro. En el caso del sector público, hay un déficit de vivienda social: se anuncia la construcción pero las llaves nunca se llegan a entregar. Si hablamos del sector privado, vemos como los plazos son demasiado amplios. No puede ser que pase una década desde que se recalifica un terreno hasta que se entregan las llaves…

¿Es todo responsabilidad de las trabas burocráticas entonces?

Hay más problemas añadidos. El sector privado aún no se ha recuperado del estallido de la burbuja, hay escasez de mano de obra, el coste de los materiales se ha incrementado de manera notable…

En el libro se explica que asistimos a un juego de “suma cero” respecto a la vivienda que lo complica todo…

Los juegos de suma cero se basan en que para que una parte gane, la otra tiene que perder. Esto es un error tremendo. No se trata de gestionar la escasez: hay que construir cómo se ha hecho en España de manera eficiente en décadas como los 80 y los 90 sin que hubiera burbujas inmobiliarias de por medio.

¿Qué falta para que se aborde el problema en serio?

Necesitaríamos que la vivienda se convirtiera no solo en la preocupación número uno de los españoles, sino también en la prioridad principal de las administraciones. Hay que tomarse esto en serio. Lo ideal sería un pacto de Estado en torno a ella, pero con la polarización política actual es algo que parece difícil… Es bastante sorprendente porque la vivienda es un gran incentivo del que sacar réditos a nivel económico o político.

Hay ejemplos creativos en el libro de cómo incentivar la creación de vivienda pública

Hay ideas que podrían funcionar. Por ejemplo, que la Administración le diga a un constructor que destine un 10% de vivienda de protección oficial en su proyecto a cambio de permitirle ampliar tres alturas. El tema de construir en altura resulta polémico pero hay que abordarlo desde el sentido común. Evidentemente, no es lo mismo hacer un edificio de diez plantas en un centro histórico que en un barrio nuevo.

Otro ‘melón’ importante es el de las infraestructuras

Sí, porque al final que un barrio resulte atractivo también tiene que ver con cuestiones como el transporte público. Es más fácil que un promotor se lance a hacer pisos en un barrio si está bien conectado y resulta más atractivo para la población. La Administración puede jugar aquí sus bazas y decir, ‘mira, voy a llevar el metro hasta allí’ para incentivar la construcción.

¿A qué nos arriesgamos si no se le pone solución a esta situación?

Pues a que ciudades que actualmente llevan la vitola de exitosas como Madrid, Valencia, Málaga… dejen de serlo. La vivienda es una cuestión central. Aunque estas ciudades estén en boca de todos si no hay pisos para todos se genera un problema económico preocupante.

No se si es muy exagerado hablar de una emergencia nacional en torno a la vivienda

Aquí hay que hilar fino: hay cuestiones como el sinhogarismo o la falta de acceso a una vivienda digna que no son comparables porque se mueven en un distinto grado de gravedad, pero hay que tener claro que son problemas que comparten una misma raíz y esa no es otra que la escasez de vivienda. 

¿Es posible que el problema se abordara con más seriedad si afectara en lugar de a los ‘millennials’, a las generación anteriores?

Sin duda. Al final, el grueso del voto se encuentra ahí y es una parte de la población cuyas demandas se atienden más. Ellos tienen vivienda pero sus hijos no, aunque hay datos muy reveladores, como que ¡en 2024 se batió el récord de donaciones en nuestro país! Todo gira en torno al techo.