La posición que ocupan los hijos al nacer es clave: "El segundo suele vivir una situación más delicada"
La psicóloga infantil Sara Tarrés, autora del libro 'Mi hijo me cae mal', habla sobre el vínculo entre hermanos y su posible rivalidad
El "error común" de castigar a los hijos: "Eso luego lo utilizan cuando son mayores, por ejemplo, con sus parejas"
En Mi hijo me cae mal, la psicóloga infantil Sara Tarrés aborda temas tabú en torno a la maternidad que no siempre se dicen en voz alta o se visibilizan. Como ya adelanta su propio título, esta experta en educación infantil, que también es miembro del Grupo de Trabajo en Inteligencia Emocional del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, asegura que sí, que es posible, que en un momento y contexto determinado, "nuestros hijos puedan caernos mal", como un sentimiento más de los que se dan habitualmente en una convivencia. Del mismo modo, determina que los "hijos favoritos existen", por mucho que los padres se empeñen en negarlo. No porque "se ame más a uno que a otro", sino por una cuestión de afinidad entre los caracteres y personalidades.
Tanto en su libro como en su blog, Mamá Psicóloga Infantil, Tarrés profundiza en la relación y el tratamiento de los hermanos, fijándose en esos pequeños favoritismos o en el propio orden de nacimiento de cada uno de los hijos. Para aquellos que se pregunten si este factor es crucial en el devenir de la crianza la respuesta es que "sí, influye", pero no es una condición que lo "determine todo":
"El segundo debe adaptarse a los padres... y al hermano"
"El orden de nacimiento puede marcar ciertas dinámicas dentro del sistema familiar: al primogénito solemos pedirle más responsabilidad, al pequeño se le protege más, y el del medio muchas veces queda en tierra de nadie, intentando encontrar su lugar. En el caso del segundo hijo, como explico en el blog, suele vivir una posición especialmente delicada: llega a una familia ya formada, y debe adaptarse no solo a los padres, sino también a la existencia de un hermano que ya “ocupa” un lugar", explica la psicóloga en una entrevista exclusiva para Informativos Telecinco web.
Pero más allá del orden, Tarrés apunta que lo más importante es "cómo lo vivimos nosotros como adultos": "Si tratamos a los hijos desde ese lugar que ocupan —el mayor, el mediano, el pequeño— corremos el riesgo de encasillarlos. Y cuando los niños se sienten encasillados, muchas veces ajustan su comportamiento a ese rol, aunque no tenga nada que ver con lo que realmente son. Por eso, más allá de la posición, lo esencial es poder mirar a cada hijo como único, con sus propias necesidades, su forma de ser y su manera de vincularse. Y también tener presente que nosotros no somos los mismos padres con el primero que con el segundo, ni con el tercero: llegamos con historias, aprendizajes y cansancios distintos. Acompañar desde esa conciencia ya es un paso enorme", subraya.
Lo esencial es poder mirar a cada hijo como único, con sus propias necesidades y su forma de ser y no por ser primero o segundo
Con la posición del nacimiento al margen, esta psicóloga también asegura que las discusiones entre hermanos son una de las cosas que más preocupación generan en las familias: "Quisiéramos que se llevaran bien siempre, que compartieran, que cooperaran, pero esa es una imagen idealizada de la convivencia familiar. El conflicto entre hermanos es natural, esperable y, de hecho, necesario para su desarrollo emocional y social. Por ello, no siempre hay que intervenir. Muchas veces, esas pequeñas batallas les permiten aprender a defender sus ideas, a negociar, a poner límites y a tolerar la frustración. Están entrenando habilidades para la vida", afirma. Sin embargo, si la violencia entra en escena, sí será necesaria la intervención de los progenitores.
En esta mediación, los padres también deben ser hábiles: "Tres cosas marcan la diferencia: evitar las comparaciones, no etiquetar, y no tomar partido en sus rencillas. Frases como “aprende de tu hermano”, etiquetas del tipo “el responsable”, “el revoltoso”, o intervenir siempre poniéndonos de parte de uno, solo alimentan la rivalidad. Son gestos pequeños pero constantes que van dejando huella. Fomentar la colaboración pasa por respetar la individualidad de cada hijo, ofrecer espacios donde puedan compartir sin competir y asegurarnos que cada uno sepa que tiene un lugar propio, legítimo y valioso", concluye la especialistas en psicología infantil.