Maternidad

Las consecuencias de tener un hijo favorito: "Estas dinámicas pueden acabar condicionando las relaciones entre hermanos"

Los padres pueden tener un hijo favorito, según la psicóloga infantil Sara Tarrés
Los padres pueden tener un hijo favorito, según la psicóloga infantil Sara TarrésPexels
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Muchas mujeres, desde pequeñas, sueñan con ser madres. Y, en ese sueño ideal, la maternidad es un proyecto que le da pleno sentido a sus vidas, pues nunca antes habían conocido un amor tan intenso y poderoso. En su imaginación, los niños son pseudo- angelitos que duermen pacíficamente en sus cunas, que se comen todo lo que les ponen en el plato, que en la calle siempre van de la mano y que se meten en la cama a las nueve en punto de la noche para que sus padres puedan tener un par de (merecidas) horas de relax. Pero la realidad, ay, la realidad no es así.

Y esa alta expectativa sobre lo bonita y satisfactoria que es la crianza choca de frente con una experiencia que también puede ser frustrante, agotadora, absorbente y contradictoria, tal y como explica la psicóloga infantil Sara Tarrés en su último libro 'Mi hijo me cae mal'. En él, esta orientadora de padres y maestros en diferentes escuelas de Barcelona, se atreve a decir en voz alta cosas tan políticamente incorrectas como que sí, que es posible que un hijo, en un contexto determinado, pueda "caernos mal", muy probablemente por el propio "desbordamiento" que sienten los padres a la hora de compaginar su vida laboral, su intimidad y su propio descanso con las exigencias de la crianza.

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"Los hijos favoritos existen, lo dicen los datos"

Para romper aún más esa falsa idea de madres e hijos perfectos (a los que ella llama 'unicornios'), Tarrés también dice la cruda verdad sobre la pregunta que la mayoría de los padres no puede contestar. Si les preguntas: ¿Tienes un hijo favorito? o ¿cuál de tus hijos te gusta más?, la respuesta es casi siempre la misma: "No tengo favoritos, a los dos les quiero por igual". Y, esta contestación tiene parte de mentira y parte de verdad: "Lo cierto es que, aunque muchos padres y madres nieguen esta realidad, los estudios lo confirman: los hijos preferidos o favoritos existen. No es que lo diga yo, lo dicen los datos" asegura este miembro del Grupo de Trabajo en Inteligencia Emocional del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña.

"En la gran mayoría de los casos - continúa-, no se trata de amar más a uno y menos a otro, sino de afinidad. Una afinidad que puede ser temporal, inconsciente, y que surge de forma casi natural cuando compartimos con uno de los hijos ciertos rasgos de personalidad, intereses o maneras de estar en el mundo. Con ese hijo la relación fluye, hay menos fricción, más entendimiento, pero eso no significa que no queramos al resto. Según los estudios que menciono en el libro —y también el último análisis publicado por la APA, que revisa más de 30 estudios con casi 20.000 participantes—, factores como la personalidad (niños afables, responsables), el género (con una tendencia a favorecer a las hijas) o el orden de nacimiento pueden influir en ese trato diferencial", apunta la experta.

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Reconocerlo para evitar dañar a nuestros hijos

La psicóloga aclara que "no hablamos de favoritismos conscientes, sino de vínculos que se construyen con más facilidad" y, además de normalizar estas pequeñas preferencias en las relaciones familiares, también incide en que tienen consecuencias. No por ser algo comprensible significa que no deba trabajarse: "Si no reconocemos los favoritismos, estos pueden derivar en tratos desiguales, celos o heridas vinculares. Por eso es tan importante poder mirar esta realidad de frente, sin miedo ni juicio, para evitar dinámicas injustas que terminen dañando la relación con nuestros hijos", subraya.

Para terminar, Tarrés ha dado algunos ejemplos de las diferencias que se pueden dar en el trato a los hermanos: "Lo que deja huella no es el amor en sí, sino las diferencias en el trato: el tono de voz, los permisos que damos, lo que dejamos pasar a uno y corregimos en el otro, cómo les hablamos, qué les reconocemos… y qué no. Todo eso lo perciben, aunque no se diga en voz alta. Cuando uno de los hijos siente que su hermano es el favorito, esa vivencia puede afectar a su autoestima, generar inseguridad, rivalidad o una necesidad constante de aprobación. Estas dinámicas, si no se nombran ni se revisan, pueden alargarse en el tiempo y acabar condicionando las relaciones entre hermanos, e incluso el clima emocional de toda la familia".