Educación

¿Es bueno premiar con pantallas después de estudiar? Lo que dice la ciencia sobre motivación y tecnología

Este hábito puede debilitar la motivación intrínseca del niño
Este hábito puede debilitar la motivación intrínseca del niño. Freepik
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MadridLas pantallas se han convertido en una herramienta omnipresente en la vida de niños y adolescentes. Muchas familias recurren a ellas como recompensa tras haber hecho los deberes o aprobado los exámenes. La lógica detrás de esto es sencilla: si se estudia, se obtiene algo que se disfruta; si no, no hay premio.

Sin embargo, aunque esta práctica parezca una solución práctica y motivadora, despierta muchas preguntas entre educadores, psicólogos y neurocientíficos. ¿Fomenta una motivación o genera una dependencia? Aunque las recompensas externas pueden ser muy útiles para comenzar con ciertos hábitos o reforzar conductas específicas, si se utiliza durante mucho tiempo o se gestiona mal, puede tener efectos negativos sobre la motivación intrínseca, el desarrollo emocional y el vínculo con la tecnología.

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Recompensas externas, ¿qué efectos tienen?

Las recompensas externas como el pasar tiempo extra frente a dispositivos, pueden activar un refuerzo positivo inmediato. Estos incentivos pueden resultar muy útiles para fomentar nuevos hábitos, pero pierden eficacia si se utilizan constantemente o de manera inadecuada. Lo que empieza con un “termina los deberes y puedes jugar” puede terminar convirtiéndose en una fórmula vacía para los niños. El alumno asocia la actividad mental, como hacer los deberes, con la recompensa externa, en vez de encontrar satisfacción por aprender o realizar sus tareas.

Este fenómeno se enmarca dentro del efecto de sobrejustificación: cuando se premia una tarea que ya gusta, la motivación interna se debilita una vez que desaparece el incentivo externo. Cuando se aplica al estudio, implica que un estudiante que antes podía disfrutar de aprender puede perder el interés si el único estímulo pasa a ser la pantalla que va a recibir como recompensa.

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¿Cómo influye la motivación extrínseca en el aprendizaje?

La motivación extrínseca impulsa a una persona a realizar una actividad no por placer o interés que le puede generar, sino por lo que va a conseguir después, ya sea una recompensa o evitar una consecuencia negativa. En el contexto educativo, se puede manifestar cuando un estudiante estudia para obtener una buena nota, evitar un castigo, o como en este caso, que le dejen pasar tiempo delante de la pantalla.

Aunque puede ser efectiva a corto plazo, muchos estudios señalan que la motivación extrínseca no favorece el desarrollo de un aprendizaje profundo ni duradero. De hecho, pueden generar el efecto contrario al deseado cuando el estudiante asocia ese esfuerzo con una gratificación y no con el valor del conocimiento o la superación personal.

Por otro lado, un metaanálisis publicado en Educational Psychology Review concluyó que las recompensas materiales o tecnológicas pueden debilitar la motivación del alumno, es decir, el deseo interno por aprender por propio interés. Este tipo de motivación intrínseca es fundamental para el aprendizaje a largo plazo, la curiosidad y la autonomía. Por esto, muchos expertos señalan que el uso constante de recompensas puede acabar sustituyendo el gusto por aprender por la lógica de que si no hay premio, no hay esfuerzo.

El poder adictivo de las pantallas

Las pantallas no son una recompensa cualquiera. El contenido digital activa de forma intensa los circuitos de dopamina del cerebro, generando una respuesta emocional inmediata a diferencia de otras recompensas como salir a jugar al parque. Esta intensidad convierte a las pantallas en uno de los estímulos más potentes para el cerebro infantil y adolescente.

La exposición continua a este tipo de recompensas puede tener consecuencias significativas. De hecho, un estudio de la Universidad de Michigan reveló que los niños que utilizaban dispositivos digitales como premio o distracción tenían un mayor riesgo de desarrollar problemas de autorregulación emocional y conductual. Esto quiere decir que se acostumbran a necesitar estímulos potentes y constantes para poder gestionar sus emociones, aburrimiento o frustración.

Además, los niños que asocian el uso de pantallas con “algo especial” o que se merecen tienden a obsesionarse más con el acceso a la tecnología, pidiendo más tiempo de uso y reaccionando peor cuando se les retira.

La relación de esta práctica con la autorregulación infantil

La autorregulación es la capacidad que tienen los niños de gestionar sus impulsos, emociones y comportamientos por ellos mismos. Es una competencia fundamental para ellos. Cuando el aprendizaje o el esfuerzo está ligado a un premio externo, como en este caso las pantallas, se pone un obstáculo al desarrollo de esta habilidad esencial.

Usar constantemente premios para que los niños realicen tareas rutinarias va a hacer que los niños tengan menos capacidad para encontrar sentido y satisfacción en el proceso. Por lo que, si el estudio para ellos solo tiene sentido cuando hay una recompensa final, es mucho más complicado que los niños aprendan a organizarse, planificarse o mantener el esfuerzo por sí mismos.

Por otro lado, varios estudios han revelado que los niños que practican el autocontrol y son capaces de tomar decisiones por motivación propia, sin que haya premios externos, pueden desarrollar una mayor tolerancia a la frustración, mejores habilidades sociales y una mayor rendimiento académico sostenido en el tiempo.

Esto no implica que no se pueda celebrar ni reconocer el esfuerzo del niño, pero los expertos sugieren que no siempre sea una recompensa material o digital, que se recurra al refuerzo verbal, la implicación emocional o una celebración conjunta para fomentar la autorregulación y el sentido del logro.