Educación sexual

Cuando el porno es la primera educación sexual que recibe tu hijo: "Ningún filtro sustituye a una conversación en casa"

Porno en adolescentes
¿Una generación moldeada por la pornografía?. GETTY IMAGES
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Nunca una generación había tenido tan fácil acceso a la pornografía como los jóvenes actuales. Bastan unos pocos clics para que un adolescente se encuentre con contenidos explícitos que, lejos de resultar anecdóticos, están moldeando su manera de entender el deseo, el cuerpo y las relaciones. Cada vez más expertos en adolescencia alertan de un fenómeno silencioso pero ampliamente extendido: la pornografía se ha convertido en la principal fuente de educación sexual para muchos jóvenes. Las consecuencias afectan a la autoestima, la empatía y la capacidad de construir vínculos sanos. Ante esta realidad, los padres nos enfrentamos a un desafío inédito. ¿Cómo educamos a los hijos que crecen bajo unos modelos de relación basados en la dominación, los cuerpos irreales y una sexualidad desconectada?

La ginecóloga Miriam Al Adib y la sexóloga Diana Al Azem abordan cómo hablar del tema sin miedo, sin moralismos pero con claridad y afecto en 'Cuando la cigüeña empezó a ver porno' (Alienta Editorial), una guía para que las familias acompañen, protejan y eduquen a sus hijos desde la empatía, la información y el ejemplo. Hablamos con las dos divulgadoras sobre cómo abrir caminos que conduzcan a una sexualidad más sana y consciente en una sociedad hiperconectada.

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Miriam Al Adib y Diana Al Azem

¿Qué diferencias hay entre la pornografía actual y la de hace 20 años en términos de impacto sobre el desarrollo adolescente?

Hace veinte años el acceso era mucho más limitado: había que buscar un vídeo, una revista o entrar en una página desde el ordenador de casa. Hoy ocurre justo lo contrario: la pornografía aparece sola en sus móviles, incluso cuando no la buscan. Es omnipresente, inmediata y personalizada gracias a los algoritmos de las redes y las plataformas.

Esto cambia el impacto de manera enorme: mayor exposición, más temprana y repetida; mayor normalización de prácticas extremas porque los algoritmos priorizan lo que engancha; y menos filtros sociales o educativos, porque lo ven sin contexto ni explicación. Al final, muchas de las primeras impresiones sexuales se forman a partir de escenas descontextualizadas, irreales y cosificantes.

¿A qué edades suelen tener el primer contacto y qué implicaciones tiene en su desarrollo emocional y sexual?

La primera exposición suele ocurrir entre los 8 y los 11 años, muchas veces de forma accidental, aunque también puede ser por curiosidad. Cuando un niño de 10 u 11 años se encuentra con un vídeo de este tipo, no tiene herramientas emocionales para entenderlo. Eso les genera miedo, ansiedad o simplemente confusión.

Las implicaciones más frecuentes son expectativas irreales sobre cuerpos o roles sexuales, confusión sobre la intimidad y el consentimiento, y en algunos casos desensibilización: necesitan cada vez estímulos mayores para excitarse. También puede dificultar sus primeras experiencias afectivas, porque llegan con ideas equivocadas sobre cómo se construye la intimidad y los límites.

Con acompañamiento familiar y una educación sexual adecuada, el impacto negativo se puede mitigar

¿Existen diferencias de impacto entre chicos y chicas? ¿Y en jóvenes LGTBIQ+?

En general, los chicos consumen pornografía sobre todo por excitación y curiosidad. Eso les expone a modelos de dominancia o presión por rendir, y puede llevarles a ideas rígidas sobre lo que significa ser hombre. Las chicas suelen acercarse más para aprender cómo son las relaciones sexuales, lo cual es preocupante porque el modelo que reciben es cosificante y poco realista. Muchas acaban comparándose con esos cuerpos e intentando ajustarse a un ideal inalcanzable.

En jóvenes LGTBIQ+ la pornografía puede ser la única referencia que encuentran, y eso es un riesgo porque está llena de estereotipos dañinos y representaciones limitadas. En todos los casos, el contexto es clave: con acompañamiento familiar y una educación sexual adecuada, el impacto negativo se puede mitigar.

¿Se puede hablar ya de una “generación moldeada por la pornografía”? ¿Cómo influye en sus expectativas sobre las relaciones íntimas?

Podemos decir que la pornografía está influyendo en generaciones enteras como referente temprano. No es algo determinista, porque la personalidad de cada joven se forma por muchos factores, pero sí condiciona las expectativas. Tiende a separar el sexo del afecto, impone estándares irreales sobre los cuerpos y el rendimiento, y reduce la tolerancia al tiempo y la comunicación que requieren las relaciones reales. La buena noticia es que con acompañamiento y educación sexual los adolescentes aprenden a diferenciar lo que ven en pantalla de lo que significa una relación sana.

Los tres principales riesgos de que la pornografía sea la principal fuente de educación sexual

El primer riesgo es la desinformación. La pornografía no enseña nada sobre anticoncepción, infecciones de transmisión sexual, consentimiento o afecto. El segundo es la normalización de conductas poco seguras o no consentidas, porque lo que se muestra es sexo performativo, sin contexto. Y el tercero es el impacto emocional: inseguridad corporal, ansiedad, dificultad para comunicar límites o construir relaciones basadas en el respeto.

Muchos padres no saben cómo abordar este tema. ¿Qué señales pueden indicar que un hijo está expuesto en exceso a la pornografía?

Algunas señales son el secretismo extremo con el móvil o el ordenador, cambios bruscos de humor cuando se limita el acceso, o un lenguaje demasiado sexualizado en juegos y bromas. También puede reflejarse en un descenso del rendimiento escolar o en la pérdida de interés por actividades que antes disfrutaban. En adolescentes mayores, puede aparecer incluso en forma de disfunciones sexuales o una búsqueda compulsiva de contenidos.

Tres pautas para hablar con ellos sin caer en censura ni permisividad total

Lo primero es empezar pronto y mantener conversaciones continuas y breves, adaptadas a cada edad. No se trata de dar una charla única, sino de abrir espacios de confianza donde puedan preguntar.

Lo segundo es enfocarse en valores y habilidades, no solo en prohibiciones. Hablar de consentimiento, respeto, autoestima, presión de grupo o salud sexual. La sexualidad también tiene una parte positiva y es importante transmitirla.

Y lo tercero es acompañar sin castigar. Si descubrimos que han visto pornografía, lo mejor es preguntar qué han entendido y cómo lo han vivido, en lugar de reaccionar con enfado. Eso abre la puerta a corregir mitos y poner contexto.

Lo más efectivo es una combinación de controles técnicos, diálogo abierto, educación sobre medios digitales y una supervisión razonable según la edad

¿Cuál sería la edad adecuada para tener con tu hijo una conversación seria sobre pornografía y sexualidad?

Lo ideal es empezar antes de que Internet lo haga por nosotros. A partir de los 7 u 8 años ya podemos hablar de respeto, privacidad y consentimiento con palabras sencillas. Y en la preadolescencia conviene abordar directamente la pornografía, explicando que lo que aparece en pantalla no es real. La clave es adaptar siempre la conversación al nivel de madurez del niño o adolescente.

¿Existen herramientas de control realmente efectivas cuando las redes sociales, la música, los videojuegos y la IA empujan en sentido contrario?

Existen herramientas útiles como controles parentales, filtros o ajustes de privacidad. Pero ningún filtro sustituye a una conversación en casa. Los adolescentes encuentran la forma de sortear las barreras técnicas, y además la pornografía se cuela en múltiples aplicaciones. Por eso lo más efectivo es una combinación: controles técnicos, diálogo abierto, educación sobre medios digitales y una supervisión razonable según la edad.

¿Cuándo habría que buscar ayuda profesional?

Conviene buscar ayuda si vemos que el consumo es compulsivo hasta interferir con la vida escolar o social, si aparecen conductas sexualizadas inapropiadas para la edad, o si hay síntomas de ansiedad, depresión o baja autoestima vinculados al tema. No es un fracaso pedir ayuda, al contrario, es un signo de cuidado. Los profesionales más indicados pueden ser psicólogos especializados en adolescencia y sexualidad, sexólogos clínicos o, en casos más graves, psiquiatras infantiles y juveniles.

¿Qué mensaje le daríais a los padres que sienten miedo o impotencia ante la influencia de la pornografía en sus hijos?

Es normal sentir miedo o impotencia, porque es un desafío nuevo y enorme. Pero no estáis solos. La clave no es prohibir todo ni permitirlo todo, sino encontrar un punto de equilibrio: acompañar, supervisar y hablar mucho.

No hace falta tener todas las respuestas, basta con estar disponibles y generar confianza. La mejor protección para un menor es que sepa que puede acudir a sus padres cuando algo le preocupe.