Estamos en temporada de huracanes y Florence, quizá el más importante que se espera este año, de hecho está ya en categoría 5, llegará durante la noche del jueves a las costa Este de Estados Unidos. Según las previsiones, es probable que sea el peor huracán que ha golpeado las zona en décadas.
Se espera que los vientos alcancen rachas de 220 kilómetros por hora, provocando fuertes lluvias y tormentas, importantes inundaciones, enormes olas y una fuerte resaca. Una previsión que empeorará cuanto más se acerque el ojo del huracán, aunque sus consecuencias se notarán antes incluso de que el ojo toque tierra. "No se ha visto nada como lo que nos viene en 25, 30 años, tal vez nunca. Es tremendamente grande y tremendamente húmedo. Grandes cantidades de agua", ha afirmado Donald Trump, presidente de los Estados Unidos.
Aún se desconoce cuál va a ser su trayectoria exacta en tierra. Los expertos apuntan a que podría desplazarse hacia el norte de Virginia o hacia Carolina del Sur, zonas que ya han declarado el estado de emergencia. Uno de los mayores temores es que alcance las montañas de los Apalaches, ya que la virulencia de las lluvias provocaría fuertes inundaciones y aludes.
La situación se agravará cuando Florence choque contra un fenómeno meteorológico con altas presiones que ya está actuando en la zona y que lo detendrá, impidiéndole avanzar hacia tierra adentro, de modo que toda su virulencia caerá sobre una misma area en lugar de repartirse en diferentes a medida que va adentrándose en los diferentes Estados y perdiendo fuerza (los huracanes ganan fuerza en el mar y la pierden en tierra firme).
Esto no permitirá a Florence realizar el giro habitual que han hecho otros fenómenos meteorológicos similares en ocasiones anteriores. Si lo hiciese, volvería al océano. Según los expertos, este comportamiento poco habitual es una muestra más del cambio climático.
Al igual que pasa estos días en el mar Mediterráneo, los medidores de temperatura del agua del este del océano Atlántico muestran una anomalía positiva de 1,5ºC. Es decir, el agua está más caliente de lo habitual. ¿En qué influye esto al Florence? En que se produce una 'interacción de fuerzas', es decir, el calor de la superficie marina y el frío en altura se retroalimentan y hacen que el poder destructor del huracán en formación sea mayor. De hecho, cuanto mayor sea el contrate entre ambos (calor abajo y frío arriba), mayor es su potencia.
Mientras Florence esté situado encima del océano no dejará de retroalimentarse de esta constante interacción. Una vez que toque tierra, al faltar el calor del agua, irá perdiendo intensidad.
Actualmente, las rachas máximas de viento son de 225 kilómetros por hora. Los expertos apuntan a un continuo fortalecimiento que intensifique también los vientos, capaces de derribar árboles, mobiliario o tendido eléctrico.
El nivel del mar en las costas de Carolina del Norte ha crecido en torno a 20 centímetros desde que se tienen registros, el primero en 1935, según la NOAA. Es una consecuencia más del cambio climático. Esto, en combinación con el viento huracanado, provocará además que haya un mayor oleaje.
La virulencia del mar se incrementará, provocando una marejada ciclónica que podrían superar los 3 metros y medio, poniendo en gran riesgo la vida de aquellos que se encuentran cerca de la costa, ya que el mar podría desbordarse y entrar en carreteras y zonas que normalmente están secas, provocando grandes pérdidas por inundaciones.
Cuando pase Florence no se podrá bajar la guardia porque Isaac y Helen, otros dos huracanes potentes, están circulando ya por el Atlántico. Aunque habrá que esperar para ver cómo se desarrollan: Isaac, de categoría 1, comienza a debilitarse; por el contrario, Helen, de categoría 2, se fortalece.