La anunciada muerte de Zamarreño, sus humillaciones y su triunfo

  • El documental "La noche de Patria" que estrena Telecinco el próximo martes incluye el testimonio de Naiara, la hija del concejal del PP, Manuel Zamarreño, asesinado por ETA

El día que lo iban a matar, Manuel Zamarreño se levantó temprano y se fue a comprar el pan. No alcanzo a imaginar lo que pudo soñar aquella noche, pero seguro que no conciliaba bien el sueño. Llevaba meses siendo acosado por haber decidido sustituir a su amigo José Luis Caso como concejal del PP en el ayuntamiento de Rentería. Ambos habían compartido trabajo y amistad durante 20 años en los astilleros de Luzuriaga. Con la reconversión se acabó el trabajo pero no la amistad. Los dos se afiliaron al PP. Caso era concejal en Rentería pero vivía en Irún. Cuando ETA lo mató, Zamarreño recriminó a los concejales de HB haber actuado de soplones y señaladores. Zamarreño no solo no tenía miedo a asumir el cargo sino que señalaba sin miedo a los que nadie se atrevía.

¿Este hombre no tenía miedo o era un inconsciente? Se podría pensar que no tenía nada que perder, pero nada más lejos de la realidad. Tenía cuatro hijos y, según cuenta una de ellos, Naiara, se dedicaba a ellos: “Mi aita era quien se ocupaba de ayudarnos con los deberes, nos llevaba al médico, iba a las reuniones de la ikastola y nos llevaba a las excursiones”.

Naiara, como el resto de la familia, vivió el continuo acoso y humillación a su padre: “¡Zamarreño, estás muerto!”, le gritaban desde los balcones. Pintadas, carteles y dianas con su nombre eran su paisaje urbano diario. Incluso si su padre la iba a recoger, tenía que separarse inmediatamente de sus amigas para protegerlas. ¿Cómo podíamos admitir que se viviera así?

José Luis Caso fue asesinado en diciembre del 97. El 6 de enero del 98, día de Reyes y día del cumpleaños de Zamarreño, ETA le quemó el coche. El abuelo de Naiara llegó a ofrecerle dinero para que renunciase a ser concejal. Lo rechazó. Nada le hizo cambiar de opinión y siguió adelante con su idea de ocupar el puesto de su amigo aunque todos sabían que le iba a costar la vida.

Para matarlo, ETA utilizó una fórmula poco usual: la moto-bomba. Zamarreño salió como cada día a comprar el pan a la panadería de siempre. Apenas 300 metros de recorrido (o 95 escaleras, como decía su mujer). Le acompañaba su escolta a unos pasos de distancia. Los escoltas en aquellos días acompañaban a todo tipo de personas: empresarios importantes, políticos reconocidos y personas humildes metidos a héroes como Zamarreño. Al pasar al lado de la moto, a las 11.10 de la mañana, el comando donosti (muy probablemente el de Txapote y Amaia), accionó el dispositivo para que estallaran los 3 kilos de amonal que llevaba en su interior. Al escolta le dejó malherido. A él lo mató en el acto.

Aún después de muerto, tuvo que aguantar una última humillación (o tal vez no, vaya usted a saber). El juez tardó más de dos horas en levantar el cadáver. Zamarreño estuvo tirado en el asfalto todo ese tiempo. Solo estaba cubierto por una sábana, pero alguien la levantó. Los fotógrafos dispararon y sacaron la fotografía que al día siguiente abrió todos los periódicos: el cuerpo sin vida de Zamarreño desnudo, solo cubierto por unos calzoncillos y unos calcetines. España entera se desayunó con el cadáver de un hombre que todo el mundo sabía que iba a morir. Era como si él quisiera decir: “Aquí me tenéis como esperabais”. Después de aquello, ETA declaró un alto el fuego y se abrió la vía de Lizarra. ¡Si al menos hubiese sido la última víctima del terrorismo de ETA! Pero tampoco lo fue.

No conocí de nada a Zamarreño pero su asesinato se me quedó grabado por todas las circunstancias trágicas que lo rodearon. Sin embargo, creo que el triunfo de Zamarreño llegó años después. Lo encarna Naiara, la hija que decidió quedarse en Rentería a pesar de que cada día tenía que soportar ‘goras’ a ETA en el instituto y el vacío de quienes habían ido ala boda de sus padres en el pueblo que amaba. Ella, a diferencia del resto de la familia, aguantó porque sabía que llevaba razón y porque siguió el ejemplo de su padre. Y ganó. Ganó cuando el alcalde de Rentería, perteneciente a la izquierda abertzale, le pidió perdón. Muchos años de vacíos y humillaciones que no se olvidan, pero que se afrontan con orgullo y la cabeza bien alta. Naiara lo cuenta en el documental “La noche de Patria” que emite este martes Telecinco, del que les adelantamos un fragmento. El asesinato de su padre es el único que se narra en la novela de Fernando Aramburu que fue real.