Pasados los 50 no es raro tener que hacer ciertos cambios en nuestro estilo de vida porque el cuerpo cambia
La oscura relación entre los efectos del azúcar y la salud mental
MadridDeberíamos cuidarnos durante toda la vida, pero hay momentos clave que nos empujan a reflexionar sobre las decisiones que hemos tomado hasta el momento y sobre si es inteligente seguir manteniéndolas. Cumplir los 50 años es uno de ellos, un punto de inflexión en la vida de muchas personas, que comienzan a ponderar si no sería mejor cambiar algunos aspectos de su vida.
Esto puede ser porque se trata de una edad con un gran peso simbólico, los 50 años tienen algo de lo que otras décadas carecen, pero también es porque el cuerpo va cambiando con el tiempo y aquellas cosas que antes pasaban desapercibidas, pueden comenzar a pesar. Nuestro metabolismo cambia, el cuerpo reacciona diferente ante los mismos estímulos y es el momento de reflexionar.
Comenzamos a plantearnos las ventajas de llevar una vida más activa, de apostar por el ejercicio físico de manera más constante porque la pérdida de masa muscular comienza a ser más evidente y eso trae también asociado una bajada en la energía. No es el momento de sentirse más cansado y tampoco de dejar que la desidia tome el mando, es un buen momento para comenzar a cuidarse y eso implica también revisar los alimentos y condimentos que tomamos.
Nuestra salud agradecerá que reduzcamos el consumo de todo aquello que no nos beneficia, que aumenta el riesgo de desarrollar determinadas enfermedades y uno de esos alimentos que conviene considerar es el azúcar, sobre todo su consumo excesivo, que no es nada recomendable, algo que destacan todos los profesionales de la salud, pero ¿conviene cambiarlo por edulcorante?
Azúcar o edulcorante: qué opción es mejor después de los 50 años
Son muchas las ocasiones en las que se han destacado los riesgos de un consumo excesivo de azúcar para la salud. “Mucho azúcar se relaciona con obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares”, señala la divulgadora, nutricionista y farmacéutica Boticaria García en Magas, donde también explica cómo funciona. “Viaja al cerebro y activa un sistema de recompensa, aparece la famosa dopamina, que nos va a hacer desear más alimentos azucarados. Con el tiempo, el cerebro va a desarrollar tolerancia y va a necesitar más para tener el mismo nivel de placer”.
Esto hace que tendamos a aumentar la cantidad de azúcar que tomamos y eso hace que, en su caso concreto, ella defienda que “Si hay que elegir, mejor sacarina”. Los edulcorantes artificiales, si bien tampoco son inocuos, pues pueden alterar la sensación de saciedad o modificar la microbiota intestinal, “no aportan calorías, no aumentan la glucosa en sangre y no estimulan el sistema de recompensa con la misma intensidad”.
Aunque existe cierto consenso en cuanto a esto, siempre y cuando esos edulcorantes se consuman con moderación, lo cierto es que son muchos los expertos que defienden que lo ideal es no consumir ni lo uno ni lo otro, apostar por el sabor natural de los alimentos, reduciendo el consumo de azúcares poco a poco (algo en lo que los edulcorantes pueden ser de ayuda). Un consejo que también es aplicable a la sal, cuyo consumo excesivo tampoco es nada recomendable.


