Christine Thynne, la bailarina que ha debutado a los 82 años: “Empecé a formarme en danza a los 68”
A los 68 años decidió formarse en danza contemporánea en la Universidad de Roehampton (Londres)
Fuera del mundo: el hombre que se fue a vivir hace 40 años a un bosque escocés sin agua ni electricidad
Christine Thynne no se sube al escenario por nostalgia, ni tampoco como una forma de capricho tardío. Lo hace por pura y simple convicción. A los 82 años, esta escocesa se ha lanzado a interpretar su primer espectáculo en solitario, titulado ‘These Mechanisms’ en el Festival Fringe de Edimburgo, tras haberse formado como bailarina… ¡a los 68! Su historia es una rareza inspiradora que desafía no solo los prejuicios sobre la vejez, sino también las propias expectativas sobre el cuerpo, el arte y el deseo.
Una bailarina sin fecha de caducidad
Nacida en Glasgow, Thynne pasó su vida siendo profesora universitaria de Ciencias Sociales. Durante la friolera de más de cuatro décadas dio clases de feminismo, teoría queer y sociología. Bailar fue siempre una pasión secreta, cultivada en la intimidad, hasta que a tras alcanzar la edad de 68 años, decidió formarse en danza contemporánea en la Universidad de Roehampton (Londres). Su motivación no era profesionalizarse, sino reconectar con una pulsión interna: “Nunca fue un hobby. Siempre sentí que la danza formaba parte de mí, pero durante años la relegué a un rincón privado”, confesó a The Guardian.
Su cuerpo, lejos de rechazar la exigencia física, encontró un lenguaje nuevo con el que expresarse. “La danza madura no busca la perfección técnica, sino la verdad del gesto”, explica la propia artista. Y aunque se entrenó con jóvenes de veinte años, nunca se sintió fuera de lugar. “El cuerpo tiene memoria y también amor por el movimiento”, resume.
Su primer solo: memoria, deseo y menopausia
El espectáculo con el que debuta en solitario se titula These Mechanisms, y está lejos de ser una simple exhibición de veteranía. Es un manifiesto artístico sobre el deseo maduro, la relectura del placer, la menopausia y las tensiones entre cuerpo y género. Thynne lo ha creado con el director Robbie Synge, con quien ha trabajado los últimos tres años en procesos de improvisación y escritura corporal.
La obra se articula como una conversación entre su cuerpo presente y los ecos del pasado: orgasmos, maternidades, traumas, expectativas estéticas. “Quería explorar cómo cambia el deseo cuando envejecemos, cómo se transforma y resiste. No es una desaparición, sino una mutación”, explicó a Christine. La pieza se presenta entre el 2 y el 24 de agosto en el Summerhall, uno de los espacios más codiciados del Edinburgh Fringe, dentro del programa de danza contemporánea.
Danza, feminismo y disidencia estética
Thynne rechaza que su trabajo se inscriba en la etiqueta de “danza para mayores”. “No me interesa ser ejemplo de nada. Lo que quiero es abrir un espacio donde el deseo y el cuerpo viejo puedan ocupar un lugar escénico sin pedir permiso”, afirmó a All Edinburgh Theatre. Su cuerpo es, en efecto, político. Las arrugas, la lentitud, los gestos imperfectos no son fallos sino herramientas expresivas. En escena, Thynne no representa: se representa. No interpreta a una mujer mayor que recuerda, sino a una mujer que desea, que recuerda y que baila con todo lo que eso implica.
Además de su faceta como artista sobre el escenario, Thynne sigue siendo docente e investigadora. Da talleres sobre cuerpo, deseo y envejecimiento en espacios feministas y queer, y milita a favor de una relectura cultural de la menopausia como proceso de liberación. Su proyecto de danza no es ajeno a esas coordenadas: These Mechanisms es tanto una obra como una declaración de principios.
El Edinburgh Fringe, un certamen teatral a menudo criticado por su culto a lo joven, lo fresco y lo hiperproducido, acoge así una propuesta que interroga la edad como frontera artística. La presencia de Christine Thynne en el cartel de este año rompe inercias, pero también inaugura una pregunta: ¿qué cuerpos tienen permiso para estar en el centro del escenario?
Su Instagram funciona como un diario visual del proceso, donde se cruzan ensayos, poemas, fragmentos de coreografía y reflexiones sobre el deseo a destiempo. Allí, Thynne escribe: “La danza no es propiedad de los cuerpos jóvenes. Es un derecho del alma que no envejece”. No es una consigna. Es una promesa. Y, para muchos, una revolución silenciosa.
