Alzheimer

Máximo Huerta y el momento en el que dejó de decirle la verdad a su madre: “Tienes que mentir aunque duela”

Máximo Huerta con su madre
Máximo Huerta con su madre. Instagram @maximohuerta
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Llega un momento en la vida de toda persona que cuida a alguien que padece una enfermedad neurodegenerativa en el que se da cuenta de que la sinceridad no alivia ni cura, simplemente duele. Ese momento llega tan silencioso e implacable como lo hace el alzhéimer, y lo hace acompañado de un puñado de preguntas difíciles para las que no hay respuesta sencilla: ¿cuándo hay que dejar de decirle la verdad a nuestro ser querido? Ese momento también llegó para Máximo Huerta, después de que dejara su vida profesional en Madrid y regresara a su Buñol natal para cuidar de su madre, Clara.

Entrevista a Máximo Huerta
Entrevista a Máximo Huerta
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Y en esa nueva realidad que impone la enfermedad empiezan a nacer las mentiras piadosas, no como engaños malintencionados, sino como pequeños actos de amor protector. Por ejemplo, cuando ella pregunta por su madre fallecida muchos años atrás él le contesta: "Está en misa, mamá". Y ella replica: "¿En misa? Pero si la abuela ya no iba a misa". "Es que las hacen de largas ahora, mamá...", desvía él. "Ay, qué pesados que son los curas", concluye ella.

"Y así no duele, no le duele. Está en misa y ya está. Porque si le digo que ha muerto, que murió hace 25 años, le duele como el primer día", confesaba el escritor en el podcast Decir las cosas de 'Vanity Fair'. Porque Maxim ya probó a decirle la verdad, creyendo que podría corregir la enfermedad siendo sincero, pero al ver que ella encajaba la noticia como si fuera nueva, que lo único que hacía era devolverle a aquella situación de dolor, entendió que aquello era peor, y se dijo a sí mismo: "Max, tienes que mentir aunque te duela”.

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Un refugio contra el desasosiego

Cada mentira piadosa es un pequeño duelo, sobre todo al principio, porque supone aceptar que la memoria y la lógica de esa persona tan querida se han mudado a un lugar distinto. Y para darle la mano tenemos que esforzarnos por llegar a ese lugar y hablar en su idioma. Así que no se trata de engañar, sino de envolver con calma, de convertirse en un refugio contra el desasosiego.

Expertos como los psicólogos de Careforth indican que corregir a un ser querido con enfermedad neurodegenerativa y recordarle un evento trágico de su pasado puede ser devastador para él. En esos casos es mejor tergiversar un poco la realidad o cambiar el enfoque. Y admiten que hay circunstancias en las que la mentira terapéutica, también llamada engaño compasivo o mentira compasiva, es la respuesta más apropiada, porque lo contrario le causaría una gran angustia.

Pintarle las uñas rojas

Cuando una madre está acosada por el alzhéimer hay que hacer todo lo posible para que cada segundo que compartimos con ella cuente. Así lo entiende el propio Huerta, quien hace un tiempo compartió en su Instagram el emotivo gesto que tuvo con la suya: pintarle las uñas rojas. Era una forma simbólica de reivindicar su libertad. "Mi padre no le dejaba a mi madre pintarse las uñas, ni vestirse de rojo. Jamás lo hizo. Anoche quise darle la vuelta al destino y a la vida que nos queda. Y se las pinté de rojo con un frasquito que regalaba una revista mensual. Del rojo que nunca pudo. Y ahora se mira diciéndome lo bonitas que le quedan. Y yo le digo, feliz, que sí. Que está preciosa", escribía el periodista valenciano.