Poner límites a partir de los 50 y el gustazo de no caer ya nunca bien a todo el mundo

A partir de los 50 se empieza a disfrutar de la liberación que supone no buscar la aprobación constante de los demás
Walter Riso, psicólogo: “Rebelarse a los 50 implica una ventaja, tienes las cosas más claras”
Hay un momento en la vida en el que uno se da cuenta de que no vino al mundo para gustar a todos. Ese momento suele llegar tarde o temprano, pero muchas personas lo experimentan claramente al llegar a los 50. Es como si de pronto se activara un interruptor y uno tuviese claro que el tiempo es limitado y no va a malgastarlo en cosas que no quiere hacer. Decir 'no' ya no genera tanta culpa. Y, lo más importante, se empieza a disfrutar de la liberación que supone vivir sin buscar la aprobación constante de los demás.

Eso es lo que experimentó Sharon Stone, de 67 años, cuando aprendió que poner límites provocaba una reacción negativa en algunas personas que la rodeaban. "A todo el mundo le caes bien cuando haces todo lo que te piden. Y no le gustas a nadie cuando pones límites. Yo tuve que aprender a ponerlos. Cuanto más me convertía en una persona serena y más entendía lo que significaban los límites, a menos gente le caía bien. Y más entendí lo fantástico y saludable que era eso", contaba en el podcast 'The LadGang'.
Cuando la mirada ajena pesa menos
Algo parecido manifestaba Gwyneth Paltrow, de 52 años, al referirse a sus 'haters' en una entrevista con la revista británica 'Red'. "Mientras más mayor soy, más me doy cuenta de que no me importa lo que piense la gente. No con arrogancia, sino con una sensación de libertad", aseguraba.
¿Por qué se alcanza este estado a partir de los 50? Pues en gran medida por la sabiduría acumulada. Después de medio siglo de experiencias, ya sabes qué te funciona y qué no. La intuición se afila y la tolerancia a la tontería disminuye. También hay una mayor conciencia de la urgencia del tiempo. Y lo que queda por delante se quiere vivir con autenticidad, no con complacencias. La mirada ajena pesa menos e importa más la paz interior.
La diseñadora Agatha Ruiz de la Prada, de 65 años, aseguraba durante la promoción de su libro junto al fotógrafo Javier Salas que “a mí ya no me importa sentirme incomprendida. Casi te diría que me gusta. Es como lo de los haters, al final te acabas acostumbrando. A mí qué me importa si me comprenden”.
Decir y hacer lo que te da la gana
Y Carmen Maura recientemente hablaba de su primer desnudo en el cine a los 79 años. “Es una cosa que a lo mejor hace cuatro años habría dicho que no. Pero es que ahora me da igual. Quiero decir, ya soy mayor, ya da igual”, decía a la agencia EFE. "La ventaja de tener mi edad es que digo lo que me da la gana", apuntillaba en esta entrevista uppera.
Algo similar confesaba el escritor norteamericano Richard Ford, de 81 años, aquí: "Cuando tenía 40 años menos pensaba que la gente mayor era aburrida, que no importaba lo que dijesen porque iban a palmarla, y ahora que soy mayor sigo pensando lo mismo (risas). Lo siento por mis lectores, pero hacerse viejo tiene estas cosas: puedes hacer y decir lo que te dé la gana".
Imanol Arias, de 69 años, también se encuentra en un momento en el que no tiene miedo a mostrar todo lo que piensa. “Decir las cosas como se tienen que decir te evita muchos problemas. Hay que aprender a decirlas aunque solo sea por el hecho de disfrutar”, reconocía para Europa Press.
"Soy viejo y ya puedo hacer lo que me dé la gana", resumía con franqueza Bruce Springsteen en la presentación de la película biográfica 'Deliver Me From Nowhere' cuando le preguntaron por qué había accedido ahora a exponer su lado íntimo más oscuro.
Después de los 50 ya no se trata de encajar, se trata de vivir en coherencia. Dejar de pedir permiso, de buscar aprobación, de cargar con expectativas ajenas. A los 50 empieza la edad de oro de la autenticidad. Y no hay gustazo más grande que hacer lo que te da la gana sin disculparte por ello.
