Entrenar como un deportista de élite sin salir de casa: “Ya nadie se construye una sin pensar dónde irá el gimnasio"
Los responsables de instalar el gimnasio de deportistas como Rudiger lo tienen claro: “Es como la cocina: antes era una habitación escondida y ahora se integra en el salón”
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En una sociedad que pide a gritos el ejercicio, el movimiento y preocuparse más por la salud que por la bolsa, está calando cada vez más honda la posibilidad de ejercitarte en tu propia casa… pero como un profesional. Ya no es tan extraño que una familia decida reservar un rincón, una habitación o incluso una planta entera de su casa para el gimnasio. De hecho, tal y como nos explica Sascha, country manager de Hold Strong en España, “ya nadie se construye una casa sin pensar dónde irá el gimnasio”.
Lo cierto es que la posibilidad de contar con tu propio gimnasio de élite en casa, que hace unos años parecía un lujo reservado para unos pocos, hoy está cada vez más cerca, porque, ¿qué significa ‘élite’ en este caso? Que los mismos que diseñan gimnasios para quienes compiten en los mejores estadios también pueden hacerlo para ti.
No en vano, Sascha ha sido el responsable de diseñar el gimnasio de deportistas de élite como Antonio Rudiger, actual futbolista del Real Madrid. “Con él nos hemos adaptado a un espacio bastante pequeño, pero tiene todo lo que necesita para el día a día y para completar sus entrenamientos”, asegura.
Y como Rudiger, cada vez más futbolistas, tenistas, atletas y deportistas de élite en general están optando por llevarse parte del trabajo a casa. Y, como ellos, también gente de a pie, que busca comodidad y salvar la barrera de la pereza con un lugar para el ejercicio sin salir de casa y sin un horario fijo.
Una inversión para toda la vida
“Es una inversión para toda la vida”, comenta Sascha desde Mallorca, donde vive y trabaja. “Nuestros equipos están hechos para gimnasios y centros profesionales y en tu casa nunca vas a llegar a desgastarlos hasta el punto de tener que renovarlo así que sabes que te van a durar para siempre”, añade para argumentar que no es un lujo inalcanzable.
A partir de ahí flota la idea de que los números y las cuotas que no se pagan en el centro más cercano a casa, pueden llegar a cuadrar con el paso de los meses y de los años. No nos engañemos. No es una inversión que se haga de la noche a la mañana: “Un proyecto básico empieza en 10.000 euros. Tienes suelo, estructura de poleas y algo de material. Con eso ya puedes empezar a trabajar, aunque sea para una persona. Obviamente, si es para más de uno es más rentable”.
Con esos precios, no estamos hablando de cintas de correr baratas, ni de máquinas de segunda mano, sino de algo “robusto, pensado para durar, adaptable y desmontable”.
“He tenido clientes que nos han pedido desmontar y volver a montar en una casa nueva, incluso ampliando porque tenían más espacio”, apunta. Esa capacidad de transformación es clave: el gimnasio modular no es un capricho, es una solución práctica. “Los equipos funcionan con tornillos, tuercas y arandelas. Se desmontan y montan las veces que quieras”, explica Sascha.
Un nuevo punto de encuentro en el hogar
Desde el principio, lo que se ve claro es que no todos los espacios son iguales, pero en todos se puede encontrar el modo de hacer hueco a la salud. Desde un sótano sin ventanas a una habitación grande o una terraza. El gimnasio se adapta al espacio disponible, aunque el mínimo razonable pasa por unos 10 m².
Si entrenas solo, con eso es suficiente. Si quieres compartirlo con tu pareja o tus hijos, necesitas más espacio pensando en que el lugar reservado para el ejercicio sea algo más que sólo un gimnasio. “La gente quiere un lugar donde poder hacer algo juntos, con sus parejas o sus hijos”, comenta Sascha, que considera que esa zona de la casa puede dejar de ser un espacio utilitario para transformarse en un punto de encuentro, de bienestar. Tanto es así que incluso lo compara con la cocina de hace unos años: “Antes nadie montaba una cocina para que se viera, estaba más bien escondida y no era una habitación importante de la casa. Ahora se hacen cocinas cada vez más grandes y más integradas en la vida diaria. Incluso en el propio salón. Con el gimnasio está pasando igual”.
Cierto es que, si hablamos de espacio, hay quien no se conforma con el mínimo. “Una pareja en Marbella decidió dedicar 170 m² de su casa al gimnasio: zona de recuperación, sauna, jacuzzi... Les gusta mucho entrenar y querían tener de todo”, asegura Sascha.
De hecho, si hemos hablado de que un gimnasio básico puede montarse en 10m² y con 10.000 euros, también podemos irnos al extremo contrario, donde el espacio y el presupuesto aumenta al ritmo del equipamiento. “El paquete completo lleva gimnasio, sauna, crioterapia y muchas cosas más si se quiere. En chalets de entre 2 y 40 millones, ya es habitual que venga incluido”, explica Sascha, que habla de este tipo de gastos como quien, a otros, comenta que tiene aire acondicionado, piscina o jardín.
Pero eso no es lo habitual. La mayoría optan por “una estructuras de poleas, porque son muy versátiles”. Y sobre esa misma estructura se colocan ganchos y estaciones de barra olímpica: “Con eso ya puedes hacer sentadillas, press de banca y trabajar fuerza. Con 2,5 m² ya tienes la estación básica con poleas, almacenamiento y barra olímpica. No necesitas hectáreas, solo claridad acerca de lo que quieres hacer”, puntualiza.
Estética y confort
Diseño, estética y confort también importan. Porque entrenar es físico, pero también mental. Sascha lo resume así: “La iluminación, la decoración y los colores influyen mucho en cómo te sientes y en tus ganas de entrenar. Un espacio cuidado te motiva mucho más que uno en el que no se ha prestado atención a estos detalles”.
Es ahí donde aparecen leds que se sincronizan con la música, luz que entra desde arriba o espejos retroiluminados como parte de una experiencia que busca enganchar a todo tipo de públicos. Y por ahí se llega también a que cada vez más se utilicen buhardillas o terrazas para ubicar los gimnasios en lugar de sótanos o habitaciones sin luz ni ventilación.
Sin duda, hubo un punto de inflexión en la historia para que este tipo de instalaciones comenzaran a ser más frecuentes en los hogares. La pandemia lo cambió todo. Muchas personas se plantearon dejar de ir al gimnasio y comprar lo necesario para hacer ejercicio en casa. Y de ahí a montarse su propio gimnasio el paso fue natural. “Muchos lo hicieron por miedo al virus, pero muchos otros, además, se dieron cuenta de que se ahorra tiempo, se gana privacidad y tienes mucha más flexibilidad”, añade Sascha. Lo que comenzó siendo provisional se transformó en todo un descubrimiento para el gran público.
Y ahora ya no es solo para quien compite. Cada vez hay más demanda de entrenamiento de fuerza, de espacios de recuperación, de bienestar integral. Sascha es rotundo: “Cada vez hay más conciencia de que el entrenamiento de fuerza es esencial para la longevidad y el bienestar. No basta con cardio. El gimnasio no es solo músculo y entrenar no es sólo para deportistas de élite”.
