Conflictos familiares

Conflictos familiares: ¿hay que hacer siempre las paces con un padre?

Juan Carlos de Borbon y Sofia de Greece en los jardines de Zarzuela con sus tres hijos
Juan Carlos de Borbon y Sofia de Greece en los jardines de Zarzuela con sus tres hijos. (Photo by Gianni Ferrari/Cover/Getty Images)
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Las reconciliaciones entre padres e hijos son un asunto complicado, sometido al paso del tiempo y a las presiones de la propia familia. Son muchos los casos de rupturas sin arreglo en todo tipo de familias, sin importar la procedencia o alcurnia de la estirpe. Sin embargo, siempre es bueno revisar el debate sobre los vínculos entre padres e hijos cuando hay fracturas emocionales. ¿Es siempre necesario hacer las paces con un padre? ¿O hay heridas que solo sanan con la distancia?

“Las relaciones familiares no son inmunes a los límites personales. Y un vínculo sanguíneo no garantiza el respeto o el afecto”, advierte la psicóloga Teresa Terol, hablando de las implicaciones emocionales de una relación deteriorada entre padre e hijo. “Hay hijos que deciden poner distancia con sus padres, y es legítimo. Uno no está obligado a reconciliarse si esa relación le ha hecho daño”, afirma la psicóloga.

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La cultura popular ha impuesto durante décadas la narrativa del perdón familiar como sinónimo de madurez o de paz interior. Sin embargo, como alertan cada vez más terapeutas, forzar la reconciliación puede ser contraproducente. “La paz no siempre se consigue recuperando la relación, sino aceptando que no se puede cambiar a quien no quiere cambiar”, explica Terol.

En psicoterapia se utiliza el término “distancia terapéutica” para referirse a aquellas situaciones en las que cortar el contacto, o reducirlo drásticamente, es la única manera de preservar el bienestar psicológico. Esto puede ocurrir cuando los progenitores ejercen control, manipulación emocional, agresividad o desprecio, y no muestran disposición a revisarlo.

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Como describe Terol: “La reconciliación debe ser un camino de doble sentido. Si uno de los dos no reconoce el daño causado o niega la necesidad de cambio, lo que se fuerza no es una reparación, sino una repetición del conflicto”.

El duelo por el padre que no fue

Romper con un progenitor genera un tipo de duelo muy particular. No se llora solo la relación rota, sino también al padre que se esperaba tener. El vacío emocional que deja la ausencia de una figura paterna protectora, cercana o empática puede ser tan profundo como difícil de explicar.

La psicóloga señala que muchas personas siguen sintiéndose culpables años después de haber cortado la relación. “Se preguntan si hicieron bien, si deberían haber aguantado más. Pero en realidad el primer paso para sanar es dejar de esperar a que esa figura cumpla un rol que nunca asumió”.

Aceptar esta realidad, lejos de ser un fracaso, puede ser un acto de madurez emocional. “Es doloroso, pero necesario”, afirma Terol.

Harry e hijo

¿Y si un día quiere volver?

Una de las preguntas más frecuentes en consulta es: ¿Qué hago si ahora quiere hablar, si quiere volver?. La respuesta, como casi todo en psicología, depende. Según Terol, hay dos claves para decidir: la sinceridad de la reparación y el respeto a los límites.

“Si la intención de volver está acompañada de un reconocimiento del daño, de la responsabilidad personal y de una voluntad real de construir un vínculo nuevo, entonces puede tener sentido reabrir el canal. Pero si solo busca lavar su imagen o volver a imponer su criterio, es mejor protegerse”.

Aun así, para muchas personas el deseo de reconciliación persiste incluso en contextos muy dolorosos. En estos casos, trabajar con un profesional puede ayudar a discernir si ese deseo nace de una necesidad auténtica o de una presión cultural.

La culpa como trampa emocional

Una de las emociones más peligrosas en estos procesos es la culpa. “Nos han enseñado que un padre es intocable, que se le debe todo. Pero cuando la relación se basa en el miedo o el chantaje emocional, hay que revisar ese deber”, sostiene Terol.

Para muchas personas, establecer límites con sus padres implica desafiar creencias muy arraigadas: la lealtad familiar, el mandato de cuidar, el temor al juicio social. “Pero ninguna de esas razones justifica permitir el maltrato”, zanja la psicóloga.

En definitiva, reconciliarse con un padre puede ser un acto de amor… pero también puede ser una trampa. “La reconciliación verdadera no se fuerza ni se finge. Si llega, será cuando ambas partes estén preparadas para reconocer su parte y construir algo nuevo desde el respeto”, concluye Ramírez. Hasta entonces, la paz puede estar, simplemente, en no volver a abrir esa puerta.