El derecho al placer de las personas con diversidad funcional: "Ni eternos niños ni ángeles sin sexo”

A sus 46 años, el sexólogo Igor Nabarro ha pasado más de la mitad de su vida en silla de ruedas. Con 17 años un accidente le provocó una lesión medular y, sin duda, aquello ha condicionado su vida en muchos aspectos. Este vitoriano sabe de primera mano de los prejuicios que se generan en torno a la sexualidad y las personas con diversidad funcional: “No somos eternos niños ni ángeles sin sexo”.

Este profesional afirma que es “urgente” una educación sexual “profesional, integral e inclusiva” y desterrar mitos como que “la falta de conocimiento, protege’’ o que “cuánto menos se hable del tema mejor, no sea que por hablar de ello vayan a empezar a tener interés y corran algún riesgo”. “Con educación es como se protege a las personas porque se les da herramientas”, añade.

Nabarro insiste en que es “frustrante” que no te permitan expresar tu sexualidad porque “es negarte una parte de tu humanidad”. En su opinión, “no puede haber una sola persona que viva satisfactoriamente si no vive con satisfacción su vida sexual, aunque no tenga relaciones para relacionarse con otras personas”.

Fuera de las clases

Tradicionalmente, las personas con algún tipo de diversidad funcional han estado excluidas de la sociedad, "invisibilizadas" por la "humillación social" que suponía para una familia que uno de sus miembros sufriera una discapacidad. En el ámbito de la sexualidad, "la ignorancia ha sido completa". Desde quienes no les consideran hombres o mujeres plenos, hasta quienes dan por hecho, que no tienen interés o deseo, es decir, "que no son deseantes, ni deseables".

Hasta hace poco tiempo, era una práctica habitual, cuando se impartían clases de educación sexual, sacar del aula a los alumnos con discapacidad, sobre todo con afecciones cognitivas, pensando que “no lo iban a entender o incluso, que podría ser perjudicial que supieran del tema”. En muchas ocasiones, este sexólogo apunta a que son las propias familias las que no asimilan, que sus seres queridos con diversidad funcional son “seres sexuados y sexuales” y que, la falta de una educación sexual inclusiva, lleva en un alto porcentaje de los casos a vivir esta faceta desde la insatisfacción e incluso desde la frustración.

Las inquietudes de las personas con diversidad funcional respecto al sexo son las mismas que las del resto de la población, “aunque con sus peculiaridades”. “La mayoría de las veces nos ocurre lo que a todo el mundo con nuestras pequeñas particularidades, la cuestión que marca la diferencia es el modo de abordarlas”, reflexiona Nabarro. Es vital, la educación sexual en etapas tempranas del desarrollo, que puedan expresarse, asesorarse y sentirse incluidas al hablar de sexualidad, pero también desterrar estereotipos y “modelos que nos venden y que pueden llevar a personas con movilidad reducida a pensar que no van a poder alcanzar la sexualidad plena”.

En Euskadi, asociaciones como Izanez trabajan en la atención y el cultivo de sexualidades diversas. Otras organizaciones como Eginaren Eginez, una asociación de personas con discapacidad física de Álava, ofrecen asesoramiento y realizan proyectos sobre sexualidad y discapacidad. La educación es clave para las personas con diversidad funcional, pero también para colectivos como el de los profesionales sanitarios que en muchas ocasiones carecen de los conocimientos necesarios para abordar este tema.

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