El papa Francisco y la Guardia Suiza, el ejército centenario que siempre vela por la seguridad de los pontífices
Cada uno de sus componentes tiene una formación militar muy estricta y son los máximos guardianes del Vaticano, siempre cerca del papa
Está formada por unos 110 jóvenes soldados; el ejército más pequeño del mundo y uno de los más antiguos
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El papa Francisco, al que hoy siguen despidiendo miles de fieles en la Basílica de San Pedro tras su fallecimiento el pasado lunes a los 88 años, siempre estuvo flanqueado por los miembros de la Guardia Suiza Pontificia, un equipo centenario al que no es fácil acceder. Entre otros requisitos, hay que ser suizo, católico y soltero.
Cada uno de sus componentes tiene una formación militar muy estricta y son los máximos guardianes del Vaticano, siempre cerca del papa, “al servicio de la patria” y la Santa Sede.
Concretamente, la Guardia Suiza está formada por unos 110 jóvenes soldados; el ejército más pequeño del mundo y uno de los más antiguos.
Su gesto serio, su postura erguida y su historial intachable contrastan con su traje, de rayas rojas, azules y amarillas, inspiradas en los frescos renacentistas.
La lista de requisitos y la estricta formación de la Guardia Suiza del papa
Su principal objetivo es velar por la seguridad física del papa, arriesgando incluso su vida si fuera necesario, lo que les hace recibir una de las formaciones militares más estrictas del mundo.
La lista de condiciones a reunir para formar parte de la guardia suiza es bastante larga. Tienen que ser varones, suizos, solteros, tener entre 19 y 30 años, medir más de 1,74, contar con experiencia militar previa, no tener antecedentes penales y, por supuesto, ser católicos y practicantes.
Su origen se remonta al siglo XVI, cuando ya eran conocidos por su lealtad y disciplina. En 1527 defendieron al papa Clemente VII contra los saqueos de los alemanes y españoles en Roma.
Es tan complicado entrar que tienen que comprometerse a estar en el cuerpo un mínimo. Tres años atrás, en 2022, uno de ellos se desmayó durante una audiencia del papa Francisco. La exigencia es tal que muchos, de hecho, deciden no alargar la estancia.
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