En el tiempo de descuento la intervención de India ponía anoche contra las cuerdas, aún más, la cumbre. Del consenso, hasta entonces, para eliminar progresivamente el carbón como principal responsable del calentamiento global se pasaba a un veto semántico de profundo calado en el clima: reducir progresivamente su utilización.
Un cambio del ministro de Medio Ambiente de India apoyado por China que dejaba en suspenso el texto final, con el desacuerdo inmediato de la gran mayoría, incluida la Unión Europea y que daba paso a reuniones de urgencia con los implicados.
Además, hay que sumar la mediación de última hora de Estados Unidos y un presidente de la cumbre que pedía disculpas en público por el desarrollo de los acontecimientos y por la profunda decepción de un paquete de medidas que, eso sí, calificaba de vital importancia aprobar antes de quedarse al borde de las lágrimas.
Tras dos semanas y un día extra de negociación en Escocia todo se posterga a final de 2022. Donde se volverán a revisar los esfuerzos de cada país para reducir sus emisiones contaminantes. El objetivo es que en 2030 desciendan un 45% respecto a las de 2010.
Pero la realidad es que, con lo firmado hasta ahora, se incrementarían casi un 14%. Lo que implicaría un devastador aumento de casi dos grados y medio en la temperatura del planeta, por encima del límite de uno y medio antes de 2100.
Entre lo positivo, eso sí, valorado incluso por grupos ecologistas pese a su profunda decepción por el acuerdo de mínimos, está el reconocimiento por primera vez en el marco de la ONU de arrinconar el carbón como principal culpable y poner fin a sus ayudas.