Ilko-Sascha Kowalczuk: “Pronto echaremos mucho de menos a Angela Merkel”

  • El autor Ilko-Sascha Kowalczuk, destacado especialista de la historia del este alemán, explica a NIUS las particularidades políticas y relevancia actual de lo que fue la República Democrática de Alemania (RDA).

  • Hoy se alude a lo que fue la dictadura comunista con la expresión “Alemania del este”, de la que procede la todavía canciller Angela Merkel.

Lleva la historia de su país, Alemania, en las venas. Ilko-Sascha Kowalczuk (1967, Berlín Oriental) sobrevivió al ostracismo en la dictadura comunista que fue la República Democrática de Alemania (RDA). Su 'pecado': arrepentirse siendo niño de haber querido hacer carrera militar en ese régimen.

Por suerte para él, al poco de echarle la cruz las autoridades de la dictadura, cayó el muro de Berlín. Mientras que la RDA se descomponía, Kowalczuk se adentró en un capítulo de la historia, la reunificación alemana, del que hoy es uno de los grandes especialistas.

Por eso no parece haber nadie mejor que él para explicar, entre otras cosas, por qué en lo que fue la Alemania comunista, lo que hoy se llama el “este alemán”, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) campa a sus anchas.

Allí, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller saliente Angela Merkel, según explica Kowalczuc en esta entrevista, apenas tiene una base. Tanto es así que, a su entender, la CDU no está ni viviendo una fuerte crisis en el este alemán tras la histórica derrota de los conservadores alemanes de las últimas elecciones generales.

“La CDU es demasiado débil en el este como para vivir una crisis. Una crisis grave tiene lugar donde la CDU es especialmente fuerte, no donde es débil”, precisa Kowalczuc.

Que Ángela Merkel liderara el país viniendo de lo que fue la RDA no ha servido realmente a su partido. “Merkel, en el este de Alemania, no es alguien identificado como 'uno de los nuestros', mientras que, en el oeste de Alemania, se la considera una alemana del este”, sostiene este historiador.

P: Usted figura como un referente intelectual en lo que concierte a la antigua Alemania comunista. ¿De dónde viene su interés por ese periodo de la historia?

Nací en Berlín este. Pero no soy ningún amigo de la República Democrática de Alemania (RDA). Los comunistas, cuando tenía 14 años, me dijeron que no tenía futuro en el país, que no tendría una vida en el país. Pero luego cayó el muro y aquello para mí fue una auténtica liberación. Para mí, no fue una revolución o liberación abstracta, sino que fue una liberación personal. Luego tuve la oportunidad de realizarme profesionalmente. Y bueno, puedo decir que debido a mi experiencia vital, me ocupo de la historia del comunismo. Fui uno de los primeros historiadores que empezó a estudiar los archivos de la Stasi y del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) cuando se abrieron.

Yo vi en aquella época que la historia que me interesaba no era ni la de España ni la de la Grecia Antigua, sino la historia que estaba ocurriendo justo delante de nuestras narices. Entonces se podía hacer historia sobre el terreno. Es curioso, pero yo era prácticamente el único de los jóvenes historiadores que se dedicó a hacer este tipo de investigación, y casi el único de los jóvenes historiadores que participaba en los debates de aquel tiempo. Participé en un montón de esos debates, siendo el más joven de los historiadores que participaba en una comisión de investigación parlamentaria a principios de los años 90. He escrito un montón de libros al respecto. He sido testigo de muchas transformaciones del país desde aquella época.

Desde la caída del muro ya tenía la impresión de que mucha gente de la que protestaba y pedía libertad en aquella época, en realidad, apoyaba al régimen.

P: O sea, que es usted un historiador con un contacto personal muy intenso con aquella época.

Pese a toda mi dedicación, sigo estando interesado. Entre otras cosas, porque desde la caída del muro ya tenía la impresión de que mucha gente de la que protestaba y pedía libertad en aquella época eran, en realidad, gente que había estado apoyando al régimen. Esto lo vi en mi propia familia, en la que había gente que apoyaba al régimen, gente que acabó en la cárcel, gente que luchó contra el comunismo y que fueron condenados a muerte, como mi abuelo. Con mucha de la gente a la que, tras 1990 no le fue bien, tengo empatía. Pero esa empatía tiene límites. Porque también hay que saber que mucha de esa gente era gente que apoyaba al régimen.

P: ¿Por qué con 14 años le dijeron en la RDA que usted no tendría futuro en el país?¿Qué hizo?

No hice nada. En las dictaduras no hay que hacer algo para ganarse la animadversión del régimen. En las dictaduras, basta con no hacer lo que hace el resto. Con 12 años dije que quería ser oficial en el Ejército. En la RDA, había mucha competencia por los empleos del Ejército. Con 14 años, cuando uno podía hacer esa carrera, ya no le dejaban otra opción. Pero yo, con 14 años dije que, pese a haber dicho que quería hacer esa carrera militar, me arrepentí y dije que no lo haría. Era un niño y mi comporté como tal. Pero el partido, la Stasi, la escuela, el aparato estatal e incluso mi padre, no lo aceptaron. No me dijeron: “bueno, pues haz otra cosa”. Sino que todas las semanas durante un año y medio me tenía que citar con sus representantes para tratar de cambiar mi opinión. Imagínese lo que hace eso a un niño de 14 años.

P: Siendo tan joven cuando comenzó ese rechazo hacia usted en la RDA, ¿Cómo pudo aguantar?

Tenía muy buenos amigos. Muchos de ellos pertenecían a comunidades religiosas, católicas o protestantes. Todos ellos fueron muy comprensivos conmigo. Siempre me dijeron que lo que yo hice era muy valiente. Pero es verdad que yo no les creía. Porque pensaba que el trabajo de los curas era decir aquello.

P: E, independientemente de lo personal. ¿Qué más le interesaba como historiador en aquella época?

Eso que no se paraba de decir: que el radicalismo de extrema derecha, el neofascismo y el pensamiento nacionalista aumentaba en el este alemán. Pensaba que, a principios de los años 90, era un fenómeno transitorio que ocurría típicamente tras algo como una revolución como la vivida en el este alemán. En la RDA el pensamiento de derechas y nacionalista estaba especialmente sometido. No fue para nada agradable que esa actitud resurgiera. Amigos míos acabaron en el hospital tras ser apaleados por neonazis. Yo era de los que en aquella época llevaba el pelo largo, chaqueta de cuero, pañuelo palestino y demás. Había por qué temer a la hora de ir por algunas calles del barrio del este de Berlin en el que vivía. Y viajar por el este alemán era aún más peligroso.

Al ver que ese fenómeno no desaparecía veinte años después de la caída del muro, también empecé a interesarme por esto. Más recientemente, en 2008, la crisis financiera me ha interesado por razones muy sencillas. Porque yo me considero un conocedor del marxismo. Y sus postulados sobre el capitalismo, yo creía que eran propaganda. Pero luego llegó esa crisis, y me di cuenta de que tenía que ver con un poder global y con la crisis del capitalismo. Y partir de ahí empecé a revisitar la historia del este alemán desde 1990 de forma intensa.

P: ¿A qué le ha llevado ese trabajo?

A darme cuenta de que las transformaciones vividas en el este alemán no fueron consecuencia del azar, sino que hay un proceso sistemático y estructurado que no se limita al este de Alemania. Me di cuenta que cosas que habían pasado en Alemania del este, se podían observar en el este de Europa, en parte de Centroeuropa, y luego, si uno amplía más los horizontes, estas cosas pueden verse en Andalucía o en el sur de Dinamarca o en Inglaterra o Estados Unidos. En cada parte del mundo hay especificidades, claro, pero también hay cosas que tienen en común. Es decir, que a partir de la experiencia de la Alemania del este, se pueden observar cosas que son de interés global. Por eso digo yo que la Alemania del este es un laboratorio de la modernidad y la globalización.

Hace falta una mezcla que resulte saludable entre olvido y trabajo de memoria para poder mirar hacia el futuro.

P: ¿Por qué ese pasado reciente tan particular del este de Alemania es tan importante políticamente?

En realidad, no estoy tan seguro de que sea tan importante. El país que más me gusta de Europa es España. Me encanta Cataluña y Andalucía. Los considero casi mi país. Y bueno, la verdad es que por mucho que haya visitado esas regiones, no las conozco de verdad. Y siempre tengo la impresión de que, pese a todo, la gente lleva más o menos su vida sin que tenga que darle vueltas una y otra vez a su vida. Por supuesto, en España, vuelve una y otra vez el debate sobre Franco o el Valle de los Caídos. Pero esos debates los ha de tener toda sociedad. Pero no estoy tan seguro de que un país tenga que hacer eso de manera tan intensiva como lo ha hecho con su pasado Alemania. También existe el derecho al olvido. Hace falta una mezcla que resulte saludable entre olvido y trabajo de memoria para poder mirar hacia el futuro. Pero, también es cierto que no hay otra sociedad con la responsabilidad del nacionalsocialismo como Alemania.

Se podría decir que la RDA no tenía nada que ver con el nacionalsocialismo. Pero eso tampoco es cierto, porque fue resultado de la derrota del nacionalsocialismo. Pero los comunistas alemanes se presentaban como los vencedores morales en 1945. También se les consideró así. Y éstos dijeron que ellos sacaban las conclusiones correctas de la historia. O sea, eso de “nacionalsocialismo nunca más”. Pero en lugar de un “nunca mas”, lo que hicieron fue una dictadura con otras reglas y otros efectos. Pero la RDA era, también una dictadura con muchas injusticias. Por eso se plantea la cuestión, incluso cuando era una dictadura importada de los soviets: ¿Qué pasa con un país en el que hay tanta gente que ha vivido bajo una dictadura tanto tiempo? Esto es lo que pasó en Alemania del este. En Alemania del oeste, la Alemania Occidental se construyó como una democracia fuerte con ayuda de Estados Unidos.

P: Se dice que en el este alemán los alemanes votan diferente, y que por eso se obtienen los resultados que se obtienen allí. ¿Qué explica el pasado de esa región del país sobre el comportamiento electoral de la población allí?

Alemania no es un espacio homogéneo. La gente de las Islas Frisias [norte alemán, ndlr.] se diferencia de forma clara de Baviera [sur alemán, ndlr.]. Son dos grupos completamente diferentes. Pero con la reunificación de diciembre de 1990 se creyó que los alemanes del este alemán estaban pidiendo que la antigua RDA se convirtiera en una copia de la Alemania Occidental. Pero había estructuras sociales diferentes, identidades sociales diferentes, millones de identidades diferentes. Si esto se hubiera tenido en cuenta, las reformas en la ex-RDA tendrían que haberse hecho de forma cuidadosa, dejando a las personas tiempo para pensar las cosas, paso a paso.

La sociedad de la Alemania Occidental necesitó 25 años para pasar de sociedad industrial a sociedad de servicios. La Alemania del este tuvo una noche.

¿No fue así?

La transformación de la reunificación alemana no fue paso a paso, sino que fue algo que se hizo de la noche a la mañana. Se estima que la sociedad de la Alemania Occidental necesitó 25 años para pasar de sociedad industrial a sociedad de servicios. La Alemania del este tuvo una noche para hacer ese cambio. Los cambios mentales que esa transformación implicaba fue algo para lo que la población no tuvo tiempo.

P:¿Qué consecuencias tuvo esa transformación en la Alemania del este?

Que prácticamente, de la noche a la mañana, millones de personas se quedaron sin empleo. Cada día, en el verano de 1990, había 10.000 desempleados más. Después de dos o tres años, el 80% de la población no trabajaba donde lo había hecho inicialmente. Hubo millones de personas que quedaron sin trabajo, sin opciones, como las personas que tenían más de 55 años. Colectivos así quedaron en manos de las ayudas sociales. Le puedo dar muchos datos para describir este drama. Pero, por ir al grano, en ninguna parte del este de Europa hubo una transformación así de chocante. En ningún otro sitio hubo una transformación tan radical y con tantos efectos.

Pero, por otro lado, en ningún otro punto de Europa, cayó esa gente con tanta amortiguación como en el este de Alemania. Porque pese a que esa gente perdió el empleo, no quedó marginada. El estado social, fuerte en Alemania, estuvo ahí para ayudar. Quince años después de la transformación que implicó la reunificación, la gente empezó a entrar en el sistema de seguridad social. Mucha gente no tuvo esa oportunidad porque acabó jubilándose antes. Pero, además, hay algo cultural a tener en cuenta también.

P: ¿A qué se refiere?

A que la gente de la RDA no sólo perdió su empleo. No sólo tuvo que acostumbrarse al nuevo sistema social y de derecho. No sólo tuvieron que aprender a vivir bajo esa nueva administración. Hay algo más dramático aún. A saber, que esa población perdió su posición cultural en la sociedad. Y esto es algo por lo que la política aún no se ha interesado. Pero cuando alguien pierde su posición social nadie puede devolverla. Me refiero a que la RDA era una sociedad estructurada de otra manera. Esto es algo de lo que no eran conscientes ni lo alemanes del este ni los del oeste. La RDA era una sociedad de trabajo. Esto también se decía en los 70 de la Alemania Occidental, pero significaba otra cosa. En el este, significaba que el centro de trabajo era el punto de la vida laboral, política, social y cultural. El trabajo también llevaba asociado el lugar de vacaciones, los eventos culturales que uno podía visitar o los deportes que se podían practicar.

En el lugar de trabajo, uno también celebraba fiestas, y uno hasta se casaba. Toda la sociedad, al menos para la mayoría de la gente en la RDA, se organizaba en torno al trabajo. Sólo una minúscula minoría salía de esta lógica. Yo, por ejemplo, o la gente que socializaba en las comunidades religiosas de la Iglesia. Pero fuera del colectivismo que yo le describo, no había oportunidades. Pero la clave está en que con la pérdida del trabajo en la RDA, se perdía muchísimos más. Esto es algo que mucha gente del oeste alemán aún no entiende. No es que no quieran, es que no se lo imaginan ni si quiera. Pero es que ni siquiera en el este la gente se da cuenta de esto. Al menos, hasta que hayan vivido que, alrededor suya, se creó un vacío tras la caída de la RDA. La pérdida de ese conjunto de cosas explica eso de que en el este se dice aún: “en la RDA estábamos más cómodos”.

P: Y políticamente, ¿Qué consecuencias tuvo esa rápida transformación?

Yo estoy convencido de que el nuevo sistema político y el estado de derecho de la Alemania Occidental adoptado tras la caída de la RDA en el este no fue algo que entendieron los ciudadanos de la Alemania comunista. Por mucho que vieran la televisión de la Alemania Occidental, las ideas que se hicieron de la democracia, la libertad de prensa o del estado de derecho no podían ser igual que los conceptos que había en el oeste. Millones de adultos no pudieron entender y familiarizarse con estos conceptos. Y ahí se produjo un distanciamiento en mucha gente del este. No hay que ser un experto en psicología para darse cuenta de por qué. Pero lo que yo describo, además, en mi libro Die Übernahme [o “La toma de posesión”, Ed. C.H. Beck, 2019, ndlr.], es que se llevó a cabo una homogeneización con el este alemán, entre el punto más al norte de la ex-RDA y el punto más al sur.

De todo se dijo que aquello era “Alemania del este”, que aquello era todo igual, así fue que se creó la idea del “alemán del este”. Pero eso no existe, del mismo modo que no existe “el alemán del oeste”. “El alemán del oeste” es algo que sólo existe en el este de Alemania. En ninguna otra parte del mundo se hace esa distinción. Fuera de Alemania, un alemán es un alemán. Con la creación del “alemán del este”, apareció también esa idea de que el alemán del oeste era el bueno, porque venía de la Alemania Occidental, donde se vive del modo en que hay que vivir, a diferencia de la Alemania del este. En suma, apareció en el debate público ese consenso según el cual, el este debe ser como nosotros creemos que somos en el oeste. Fue un proceso contra los alemanes del este de eso que llamamos otredad [donde individuos y grupos son tratados y marcados como diferentes e inferiores por otro grupo social dominante, en este caso, los alemanes del oeste, ndlr.]

P: El fenómeno de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se describe como algo fundamentalmente anclado en el este alemán. ¿Es así?

AfD no es un fenómeno del este alemán. Lo que representa AfD se encuentra por todas partes en Europa. En Austria, en España, en Polonia, en Eslovaquia, en Dinamarca o en Francia existe este fenómeno. En Estados Unidos han tenido un presidente identificado con este fenómeno. Estamos ante algo global. Y, como cada fenómeno global, tiene especificidades locales. Obviamente, en cada lugar se reacciona a cosas distintas. En Alemania del este tiene dos particularidades. Primero, en Alemania del este la cuestión del nacionalsocialismo está sin trabajar. En Alemania Occidental, la cuestión del nacionalsocialismo juega un papel importante en la cultura política. Pero en Alemania del este, este asunto ocupó a la sociedad de otra manera. Mejor dicho, no se ocupó. De hecho, el término “nacionalsocialismo” no se empleaba en la RDA. Allí se utilizaba el término “fascismo”, que implicaba una definición en la que estaba presente el capitalismo, el imperialismo y demás.

En la Alemania del este no había una sociedad civil fuerte y organizada.

Pero el problema está más en que, a diferencia de la Alemania Occidental, en la Alemania del este no había una sociedad civil fuerte y organizada. Por eso, cuando en el oeste se atacaba a una sinagoga o ardía un hogar de acogida para refugiados, entonces se formaba un frente de gente contra la extrema derecha que causaba esos ataques. En el este, eso no ha existido. Por eso, se ha dado alas a la extrema derecha. Cuando hubo una ola de ataques racistas a principios de los noventa, en el oeste y en el este, en el oeste no había gente aplaudiendo la quema de un hogar de refugiados como sí pudo ocurrir en el este. Así se animaba a los neo-nazis a hacer más este tipo de ataques.

P: ¿Tiene esto que ver con la proporción de votos que AfD consigue en el oeste y en el este alemán?

Cuando uno mira qué parte de los votantes apoya a AfD, en el este se apoya dos y hasta tres veces más que en oeste de Alemania. Pero por mucho miedo que esto produzca, porque AfD es un partido nacionalista, identitarista y anti-semita; para mí, hasta neo-fascista, el problema es que a través de AfD se extiende el pensamiento nacionalista identitario excluyente. Porque la democracia alemana es una democracia de partidos fuertes, pero ahora los grandes partidos, los tradicionalmente fuertes, están debilitándose mucho. Y en el este alemán, no hay grandes partidos.

P: ¿Podría explicarme eso?

Los grandes partidos son casi organizaciones nominales en el este de Alemania. La CDU, por ejemplo, apenas tiene una base en el este. El SPD empezó de cero tras los años noventa, y es muy débil allí. Los Verdes, igual, como el FDP. Lo que hacía políticamente fuerte a la Alemania del oeste, su sistema de partidos, en el este no existe. Por eso hay tanta volatilidad electoral. En el este, la población vota, primero a los izquierdistas de Die Linke, y luego a AfD, y luego a la CDU. De una elección a otra, el electorado se mueve mucho. Esto se ve analizando la historia de las elecciones. Hay gente en el este que ya ha votado por todos los partidos. Se podría ver en esto una fortaleza de la oferta política. Pero también es problemático.

Porque partidos como la CDU, respecto a AfD, no puede mostrar una clara distinción en Turingia o en Sajonia, en el este. Porque, en realidad, en los votantes de AfD ven, con razón, a parte de sus votantes. Pero es que cualquier partido tiene votantes en AfD, incluso Die Linke. Por eso Die Linke siempre se ha dirigido a sus votantes con unos mensajes totalmente diferentes en las ciudades respecto a las zonas rurales. En las zonas rurales nunca lanzan mensajes como “dejen entrar a todos los refugiados”. En las zonas rurales han llegado incluso a decir lo contrario.

El envejecimiento de la población en el este alemán sólo lo superan dos regiones europeas. A saber, Mónaco y el Vaticano.

P: ¿Cuál es su visión entonces de AfD?

Los hay que dicen que es un partido de respetables ciudadanos conservadores con un par de extremistas de derechas. Yo pienso que son un partido de extremistas de derechas con un par de respetables ciudadanos conservadores. También se dice que es un partido de protesta. Pero no se protesta a través de campañas basadas en el racismo, el sexismo, el pensamiento nacionalista e identitario. Pienso que Marco Wanderwitz, responsable de la CDU para temas del este alemán, tiene razón cuando dice que su partido tiene que distanciarse de AfD claramente. Pero la CDU le ha hecho responsable del desastre electoral de la CDU en Sajonia.

No hay ni un sólo político del este alemán con un destacado cargo en la CDU

P: Pero la CDU está ahora mismo en una tremenda crisis

Yo no diría que la CDU está viviendo una crisis fuerte en el este alemán. Porque la CDU es demasiado débil en el este como para vivir una crisis. Una crisis grave tiene lugar donde la CDU es especialmente fuerte, no donde es débil. La crisis grave tiene lugar en las regiones en las que la CDU es fuerte. Pero mire, no hay ni un sólo político del este alemán con un destacado cargo en la CDU. El presidente de Sajonia, Michael Kretschmer, no tiene nada que decir realmente a nivel federal. Lo mismo pasa con Rainer Hasseloff, presidente de Sajonia-Anhalt. Gente como Friedrich Merz son más importantes para el partido, o al menos se les escuchan más.

P: Habla usted de Sajonia. Frank Richter, ex-director de la Agencia Sajona para la Educación Cívica, sostiene que Sajonia tiene políticamente más que ver con Hungría que con Renania del Norte-Westfalia, donde la CDU es especialmente fuerte. ¿Qué cree usted?

Yo no compararía a Sajonia con la Hungría de Viktor Orbán. Miraría tal vez más a la República Checa, pero incluso eso me resulta dudoso. Porque las estructuras sociales y económicas de Sajonia, Hungría y la República son realmente diferentes. Yo lo que creo interesante – y esto no se ha hecho nunca – es comparar los cambios en la Alemania del este, no con la Alemania del oeste, sino con el centro y este de Europa. Porque comparando Alemania del este con la del oeste, muy rápido, nos quedamos en los déficits. Pero es que, en todas partes hay diferencias entre las regiones. Mire el Norte de Italia y el Sur de Italia. O el Norte de España y el Sur, por ejemplo.

P: Comentaba usted que a AfD se la veía como un partido de protesta. Lo mismo suele decirse de Die Linke

Ese partido es una metáfora de Alemania. En realidad, no es un partido. Se compone de tres ramas. La primera, el SED. Esa fue su principal fuente de votante durante mucho tiempo. Luego está la de los izquierdistas y radicales de extrema izquierda del oeste. Y la tercera, los comunistas reformistas que llegaron más tarde al partido, gente como Klaus Lederer en Berlín. Son tres grupos que no tienen nada que ver, más allá de una difusa idea de solidaridad de lucha de clases. Pero ese concepto es algo que tampoco llevan por bandera todos, por lo menos los reformistas, que son, en realidad, socialdemócratas de izquierdas. Me refiero a esa gente del partido que está en la cuarentena de años. En realidad, ninguno de ellos quiere la lucha de clases.

Die Linke ha dejado de tener la etiqueta de partido del este.

Lo que quieren está muy cerca de lo que quieren Los Verdes y de lo que quieren en el SPD. Por ejemplo, en el SPD, como en Die Linke, también hay gente que tiene ese reflejo moscovita, queriendo tener buenas relaciones con Rusia. Esos son, en realidad, reflejos anti-occidentales. Pero bueno, es gente que no tiene ni idea de lo que pasa en Rusia. Por eso te los encuentras manifestándose a favor de Rusia ante la embajada rusa en Berlín con la bandera de LGTBI. Eso no es enterarse de nada. Al margen de eso, las tres corrientes que componen Die Linke tienen una base de miembros muy radical y fuerte. Pero esa radicalidad está enfrentada a la dirección del partido, como ocurre también en Los Verdes y el SPD, partidos en los que la base siempre ha sido más izquierdista que el aparato.

P: ¿Y esa dinámica es la que explica que Die Linke haya quedado reducida a una expresión mínima, con 39 diputados en el Bundestag

A partir de 2005, ese partido ha empezado a cambiar mucho. Casi nadie lo menciona. Pero Die Linke es, junto con Los Verdes, el partido con los afiliados más jóvenes del país. En los 90, el partido de los poscomunistas tenía la mayor media de edad. Eso se debía a la presencia de los afiliados del SED. Pero, con el tiempo, la situación del partido ha cambiado radicalmente. Ahora bien, esa gente joven que compone actualmente Die Linke ha dejado de tener la etiqueta de partido del este. No se entienden ellos mismos como representantes de los del votantes del este.

El mayor problema que tenemos en Alemania es que los años en el poder de Angela Merkel han sido contraproducentes desde un punto de vista democrático.

Ellos quieren ahora representar a gente en toda Alemania y no tienen miedo a gobernar, como hacen en Berlín, por ejemplo. En suma, han dejado de tener la etiqueta de partido del este, pero han pasado a tener la etiqueta de partido urbano, de académicos e intelectuales. Me refiero a ese tipo de partidos donde se debate mucho sobre muchos temas, pero que no hablan de los temas que importan en las zonas rurales o a las poblaciones de ciudades pequeñas. Este es el principal motivo por el que han conseguido el resultado de las últimas elecciones generales. No hay que perder de vista que la mitad de la población en Alemania vive en zonas rurales, no en grandes ciudades.

P: Hablando de partidos jóvenes votantes. Se dice que Los Verdes y el FDP concentran los mayores números de votantes jóvenes...

Sí, salvo en el este alemán. En esta región, AfD es la que concentra el voto joven. Y esto se debe a la demografía. No hay otra región en Europa en la que haya sufrido una caída demográfica como el este de Alemania. El envejecimiento de la población en el este alemán sólo lo superan dos regiones europeas. A saber, Mónaco y el Vaticano. No hay otra región de Europa en la que haya una mayor proporción de hombres en la población. Esto tiene efectos importantes en la política. Porque la gente joven piensa en términos políticos diferente a los mayores. Los mayores no piensan tanto en el futuro. En suma, allí donde hay más población marchándose o una mayor caída demográfica, ahí es AfD especialmente fuerte. La correlación está ahí.

En el este alemán, por otro lado, no se puede ganar puntos con temas como la digitalización o la globalización, dos puntos fuertes del FDP o de Los Verdes. En el este alemán, la globalización no es algo por lo que votar. Ahí se quiere votar por algo más local o regional. Con lo digital, pasa lo mismo. En una sociedad envejecida ese es un tema con poca repercusión. En el este alemán, con su demografía envejecida, la gente no quiere saber sobre si en el futuro vendrán a recogerla un taxi volador autónomo o si en todas las esquinas del pueblo habrá wifi. A partidos como Los Verdes o el FDP, como no están arraigados en estas regiones rurales, no son muy conscientes de esto porque no saben lo que afecta de verdad a la gente de esas regiones.

P: Políticamente, ¿Qué es más importante que esa diferencia entre el este y el oeste de Alemania?

Creo que el mayor problema que tenemos en Alemania es que los años en el poder de Angela Merkel han sido contraproducentes desde un punto de vista democrático. Porque la democracia vive del cambio, de cambios cada dos o tres legislaturas, dejando que haya aire fresco en los ministerios y demás. Cuando uno está al frente de un partido casi un cuarto de siglo, poniendo a su gente en todas las instituciones del estado, entonces, en seguida y en cualquier parte, en cualquier régimen o sistema político, hay estancamiento. Por eso creo que habría que limitar el número de años en el poder de los cancilleres, y luego, por otro lado, creo que Merkel ha estado siempre luchando contracorriente. En la CDU, ella venía de la agrupación más débil del país, la de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Yo estoy seguro que ella conocía allí, con nombre y apellidos, a cada miembro. Porque tampoco eran tantos.

Merkel fue lo mejor que pudimos desear para Alemania. Tenemos que agradecerle que la sociedad no se haya dividido aún más.

En fin, Merkel ha tenido que imponerse ante esos hombres poderosos del partido del oeste alemán. Y bueno, Merkel siempre ha puesto en su aparato de poder a gente que ha terminado acomodándose demasiado. Hasta el punto que así, la CDU ha acabado debilitándose. Porque el SPD sólo parece tan fuerte ahora mismo porque la CDU está tan débil. Es la única razón. En realidad, el SPD no tiene ideas propias de verdad. En los debates televisados de la campaña electoral, Scholz se impuso, prácticamente, porque no decía nada.

P: Merkel, como alguien que venía del este alemán...

¡Pero ella nunca se presentó como alguien del este de Alemania!

P: Sí, pero de ella se decía que era un factor importante el venir del este. ¿Lo ha sido?

Es curioso, porque Merkel, en Estados Unidos por ejemplo, ha hablado de la libertad, recuperando esas ideas de la caída del comunismo. A los estadounidenses les encantan este tipo de historias. Pero Merkel casi nunca utilizó este relato. En Alemania, Merkel, no es que haya renegado de sus orígenes del este, pero sí que lo ha ido minimizado progresivamente. Porque ella tenía miedo de la gente de las poderosas agrupaciones de la CDU, y luego, en el este, temía que le dijeran no había participado realmente en la revolución contra la RDA. Merkel nunca se atrevió a reivindicar esto de verdad. Merkel, en el este de Alemania, no es alguien identificado como “uno de los nuestros”, mientras que, en el oeste de Alemania, se la considera una alemana del este.

P: En el último discurso que ha dado sobre la reunificación alemana, sí habló de su pasado como alemana del este. Muchos lo han celebrado...

Sí. A nivel de contenido del discurso, todo está bien dicho. Pero ese discurso llega años tarde. Porque un discurso así podría haberlo hecho en otro momento, y no ahora, cuando se sabe que está fuera de la política. Ella habla ya como alguien en el Olimpo. Ella podría haber ayudado, por un lado a unir al propio este, que es una región de Alemania muy diversa, y luego, también podría haber ayudado a que, en el oeste alemán, el este se entendiera mejor. Porque, a ver, cuando alguien habla en tono crítico de las transformaciones que implicó la reunificación, en seguida, se tiende a decir: “mira, un comunista”. Pero de Merkel nunca se podría haber dicho algo así.

Aunque hable aquí de forma crítica sobre Angela Merkel, eso sólo es un aspecto. Porque, en realidad, la admiro mucho. Fue lo mejor que pudimos desear para Alemania. Tenemos que agradecerle que la sociedad no se haya dividido aún más. Es una gran mujer, una personalidad histórica. Creo que pronto la echaremos mucho de menos.