Los ciudadanos iraquíes no se rinden y siguen protestando por la corrupción política en su país, el desempleo juvenil y la falta de servicios básicos como agua potable o electricidad. La capital ha sido el epicentro de las demandas desde que comenzaron hace un mes, pero ayer el escenario crítico fue la ciudad de Karbala, donde un grupo de las fuerzas especiales del ejército abrió fuego contra los manifestantes. Murieron 18 personas y más de 800 resultaron heridas.
Es uno de los ataques más mortales desde la oleada de protestas iniciadas en octubre, que en total ya han dejado 240 víctimas mortales y más de 8.000 heridos. El ataque ocurrió en la Plaza Educación, cerca del Santuario Imam Hussein, donde los manifestantes habían organizado una sentada. Una mezquita y una ciudad de peregrinaje para millones de fieles que cada año acuden para conmemorar el Arbaín o el día 40 del martirio. El imán del que recibe el nombre el santuario fue martirizado y decapitado hace 14 siglos y para los iraquíes es un símbolo de lucha contra la tiranía y la opresión.
Opresión es precisamente lo que están ejerciendo los manifestantes contra el gobierno. No les asustan las advertencias de severas sanciones y, de hecho, han desafiado el toque de queda que decretó en Bagdad el ejecutivo. Salieron a la calle por cuarto día consecutivo para pedir “la caída del régimen”, en unas protestas que fueron reprimidas con gases lacrimógenos y porras, y a las que se unieron estudiantes escolares y universitarios.
El primer ministro de Irak, Adel Abdel Mahdi, prometió un paquete de reformas como un nuevo tribunal para juzgar a involucrados en corrupción o la creación de empleo para los jóvenes, pero los manifestantes no creen en sus palabras, y ya piden, directamente, acabar con el gobierno corrupto.
Bagdad ha sido protagonista de la agitación también esta mañana, donde los ciudadanos se concentraron en el puente que da acceso a la Zona Verde, un lugar muy protegido donde se encuentran los principales edificios gubernamentales.