John Allen Chau sabía que adentrarse en la isla de Sentinel Norte entrañaba un serio peligro del que los propios pescadores le habían advertido. “Dios, no quiero morir” fue la última frase que escribió a su familia cuando se encontraba llevando a cabo el trayecto rumbo al lugar en el que perdería la vida.
Pero su fe y su motivación fueron mayores que las advertencias y el miedo. Ni siquiera el hecho de que el propio Gobierno indio, que rige en el territorio, mantenga una prohibición para que nadie visite el lugar, fue suficiente para que Chau desistiese en su empeño de evangelizar a los aborígenes que habitan la zona desde hace 30.000 años mostrando rechazo y recelo ante todo lo que procede del exterior.
Todo abocaba a un final trágico para el turista americano. Y así sucedió. A medida que Chau se aproximó al lugar habitado por los aborígenes éste fue recibido con flechazos, varios de los cuales le alcanzaron, acabando con su vida.
Ahora, la policía, en cumplimiento de la ley, –máxime con una normativa específica establecida para restringir las visitas a la isla–, desoyendo la voluntad de la familia de Chau, que ha pedido no responsabilizar a nadie por su muerte, está llevando a cabo una investigación por la cual ya han detenido a siete personas: siete pescadores locales a los que inicialmente la policía pensaba que Chau había pagado, los cuales han relatado cómo los aborígenes, tras matarle, le arrastraron y enterraron en la arena.
No obstante, todavía no está claro cómo el hombre de 26 años se las arregló para llegar a la isla.
Concretamente, en un comunicado del que se hace eco Independent, la Policía de Andaman (India) ha precisado que se están investigando “varios aspectos del caso, incluyendo la secuencia de eventos que se produjeron, la ruta marítima seguida hasta la isla de Sentinel Norte, la localización donde la víctima habría arribado, el lugar donde se produjo el incidente y la localización en la cual John Chau fue visto por última vez”.