Motos

Edgar Torronteras, leyenda del freestyle: “Cuando ‘plancho’ un salto perfecto, la sensación es orgásmica”

Edgar Torronteras, leyenda del freestyle español y mundial. ET
Compartir

A los tres ya rodaba por la Cruz de Montigalá en Badalona con una Mecatecno Mini 4. Aunque sus primeros recuerdos van aún más allá, sobre la bici, fue cuestión de meses que llegaran el motor y la gasolina para atraparle para siempre. Cuarenta y tantos años y millones de saltos después, Edgar Torronteras (45) sigue “planchando” aterrizajes que él describe como “orgásmicos”, ahora como piloto, promotor y referente de varias generaciones. 

Cuando mira hacia atrás se topa con una vida de gloria y cicatrices —de tibia y peroné, omóplatos y de largos meses conviviendo con el dolor—, un oro en Barcelona y un bronce en Texas, y una certeza incómoda: la época dorada del freestyle (2000–2015) ya pasó y hoy pesan más los clanes y el politiqueo que el talento. Cuando mira hacia delante, sólo ganas de seguir mientras el cuerpo aguante.

PUEDE INTERESARTE

¿Cuál es tu primer recuerdo sobre una moto?

Si me paro a pensar, mi primer recuerdo es casi más con la bicicleta que con la moto. De muy chiquitito, en el rellano del piso en Badalona, mi padre me quitó los ruedines y di unas vueltas. De ahí me llevó a casa de Javi Vico y me pusieron la primera moto: una Mecatecno Mini 4. Recuerdo que rodé en la Cruz de Montigalá, un circuito antiguo en Badalona. Mi padre siempre iba delante y me decía que le siguiera.

¿Desde muy pequeño sentiste que esto era lo tuyo?

Sí. Mi padre me llevaba cada día a la montaña, casi siempre a la Cruz de Montigalá, que además de circuito era un lugar grande con muchos caminos fáciles. Íbamos entre semana y los fines de semana venían mi madre y mi hermana, que en paz descanse. Le compraron otra Mecatecno para ella.

PUEDE INTERESARTE

Desde entonces, más de cuatro décadas sobre la moto. ¿Cuál ha sido tu rutina o tu forma de trabajar para estar tantos años en la élite?

La pasión manda. Si no tienes pasión, no hay continuidad. Mantenerme físicamente bien, tengo constitución delgada y siempre he hecho deporte y he pilotado, que es lo que me gusta. Con 45 años sigo disfrutando. Ahora soy promotor, organizo mis propios shows y salto en ellos. Ya no hay tantas competiciones; son shows, y el entrenamiento no es tan agresivo como antes, pero no dejo de montar, de prepararme y de hacer mi gimnasia. Hay que estar al pie del cañón, más con las lesiones que tengo.

La pasión manda. Si no tienes pasión, no hay continuidad. Con 45 años sigo disfrutando.

Mientras respeten las lesiones y te cuides, ¿se puede seguir ahí con 45?

Los años pasan y se nota. No da igual del todo: notas que te haces mayor. Pero me pongo el casco y me transformo. Tengo potencia encima de la moto, el físico me acompaña, sigo marcando mis trucos… Aguanto.

¿Qué rutina de entrenamiento tienes ahora?

Soy nadador; me gusta mucho nadar. Pedaleo también. Footing no puedo: podría correr, pero no hacerme 10 kilómetros porque los tobillos no aguantan y al día siguiente no me muevo. En cambio, ando en bici y nado. Además, siempre hay que hacer ejercicios para estar fuerte: trabajar tren superior e inferior, darle caña.

Subámonos a la moto, ¿qué se piensa justo antes de un salto?

En el momento de saltar no vas pensando; el enfoque es previo. Con la técnica y los años pasas ciertas cosas a segundo plano porque sabes que va a ir al sitio y que vas a recepcionar bien. Te lo tienes que creer. Lo importante es pensar el truco que quieres hacer y ejecutarlo perfecto, con las extensiones correctas, con una pose buena, lo más elegante posible. No puedes estar pensando si saldrá bien o mal. Saldrá bien y ya está.

¿Aparece el miedo?

Siempre. El que diga que no, es que no se ha pegado una buena nunca. Pero es un miedo que gusta: sabes que te estás jugando la vida, pero disfrutas. Además, como sale bien porque lo entrenas, te olvidas un poco de ese miedo. El miedo no es por hacer o no el truco: es porque no te quieres caer ni hacer daño. Si has vivido el dolor, no quieres repetirlo. El dolor es una mierda.

El miedo aparece siempre y el que diga que no, es que no se ha pegado una buena nunca. Pero es un miedo que gusta: sabes que te estás jugando la vida, pero disfrutas

Siempre dices que hay que estar muy cuerdo para afrontar este riesgo. ¿Los que os llaman locos no entienden nada?

Es obvio. Si quieres jugar al parchís, perfecto porque todo el mundo puede hacerlo, pero aquí llevas una moto. Hay gente que no sabe ni arrancarla. En un pie llevas un freno, en el otro el cambio; en las manos, otro freno, el gas y el embrague. Usamos las cuatro extremidades y las tenemos muy desarrolladas. De hecho, a veces, cuando con las manos no puedes hacer algo por alguna lesión, aprendes a hacerlo con los pies. Las lesiones te hacen buscarte la vida.

¿Entiendes el miedo de los tuyos cuando te vas a entrenar o competir?

Ellos ven muchas noches y momentos de gloria. En mi carrera ha habido más gloria que de estar tirado en una cama. Cuando te lesionas, hay un tiempo para recuperarte y otro hasta que ya llega otra. Tuve rachas de cuatro o cinco lesiones seguidas, dos o tres fuertes que me llevaron a estar mucho tiempo tumbado. Pero siempre vuelves. La piscina es magia para recuperar.

¿Tienes controlado cuántos huesos te has roto?

Entre huesos, ligamentos y meniscos, ni idea. Muchos. Me ha pasado de todo. Hasta me explotó un testículo. A lo mejor 20 o 30 cosas. Probablemente más. Si te rompes tibia y peroné dos veces en la misma pierna, ¿ahí cuentas dos o sólo una?.

Cuando te pasa, ¿piensas en decir basta y dejarlo todo?

En el primer momento, sí. Por el dolor. Solo quieres olvidarte de todo y no sentirlo. Ahí pides morfina. Yo soy muy ‘pidón’ de morfina: no por el globo, sino para dormirte y olvidarte del dolor hiperagresivo. De estar con una tensión alucinante a que te pongan eso y… no sentir. Luego, radiografías, TACs, decidir si operas. Son momentos muy duros.

Cuando te caes, en el primer momento, piensas en decir basta por el dolor. Solo quieres olvidarte de todo y no sentirlo

¿Cómo vives el momento de volver a subirte a la moto?

Cuando te pones bueno y vuelves a caminar, ya piensas: pronto me subiré. No saltas del tirón: te subes, te pegas una vuelta, vas al circuito, pasas de sentado a de pie. No haces la presión al 200% sino que vas tanteando y ves si aguanta el hueso. Un hueso consolida al mes y luego, poco a poco. Yo me pego una vuelta y, si me veo, al día siguiente me voy para la rampa. Aunque hay pilotos que prefieren volver acortando las distancias de salto, yo prefiero la medida de siempre porque es la que sé que domino. Llevo más de tres millones de saltos en la vida. Lo raro sería no haberme caído en millones de saltos.

¿Qué pesa más a la hora de afrontar un salto con bagaje de caídas: el recuerdo del dolor físico o la parte mental? Pienso en aquella noche en Gijón, cuando saltaste tras recibir la noticia de que había fallecido tu hermana.

Son diferentes. La cabeza manda muchísimo: si el cuerpo te aguanta y mentalmente quieres tirar, tiras. El problema es cuando quieres tirar y el cuerpo no te aguanta. Aquella noche en Gijón fue el show más duro de mi vida. Iba derrotado mentalmente, llorando. La gente no se lo puede ni imaginar porque no te ve la cara. Pero yo salté llorando debajo del casco. 

Además, yo tengo mis rutinas de respiración, mantengo el aire, hago presiones e incluso a veces hablo en el aire. Aquella noche no podía hacer nada de eso. Fue muy jodida. El show más difícil de mi vida, sin duda alguna.

Has hecho miles de shows por todo el mundo, pero el freestyle en España no es precisamente un deporte de masas. ¿Te sientes más valorado fuera que aquí?

Sí, sin duda. Y no solo en lo referente al deporte: en todo. 

¿Eso le da más mérito a lo que has conseguido? Si hubieras tenido en España las facilidades que tenían otros pilotos…

Habría llegado más lejos, seguro. Pero yo solo he ido para competir, no a vivir allí. He competido con los mejores del mundo y les he ganado. Ya en 2002 y 2003 me daban premios como leyenda y aquí seguimos en 2025. 

Fui yo quien marcó una pauta aquí. Al principio saltaba solo: terminaban una carrera de supercross y decían “¿quién salta con Edgar?”. Nadie quería. Luego salía alguno, hacía dos saltos y se paraba a verme. Hablamos de pilotos como Jeremy McGrath...

He competido con los mejores del mundo y les he ganado. Ya en 2002 y 2003 me daban premios como leyenda y aquí seguimos en 2025

¿Cómo has vivido la evolución desde los 90? ¿La época dorada ya pasó?

La época dorada ya pasó: desde principios de 2000 hasta 2015 fueron 15 años alucinantes. A mí me apartaron de los Red Bull X-Fighters por políticas y contratos; pasé a otras series, X Games… Diferente. Ahora a los X Games van los que ellos deciden, parece que todos de la misma marca. Son clanes.

¿Ahora es más espectáculo que deporte?

Ahora hay demos de marcas y pocos shows de freestyle de verdad. Al final, negocio. Por mucho que yo quiera ir, si no voy con ellos, con las marcas, no voy, ni aunque haya una baja. Hoy le ponen un casco a mindundis que no han pintado nada en el freestyle por politiqueo y pasta.

Hoy le ponen un casco a mindundis que no han pintado nada en el freestyle por politiqueo y pasta

Sigues inventando trucos ¿Cómo lo haces?

Es un esfuerzo mental. Yo sobre todo lo hago antes de dormir. Cierro los ojos y me imagino: si paso la pierna por aquí… Hay un timing en el aire, es gimnasia, un movimiento a aprender. 

Luego pienso: ¿Se puede hacer? Sí. Pues hay que darle. Ahora hay foam pit y puedes probar, pero ni antes ni espuma ni nada. Si por H o por B no te salía, caías mal, te clavabas el estribo, te caía la moto encima… La ley de Murphy siempre está.

¿Con qué truco disfrutas más?

Disfruto con todos. Pero cuando sueltas la moto por completo un tiempo, flotas. Vuelas uno o dos segundos sin tocar la moto, mantienes la pose… Un ‘Rock Solid’, de delante a atrás y soltándola;un ‘Hollyman’; un ‘Superman’ soltando el manillar y toda la volada suelto; o un ‘Princeton’, corriendo al lado de la moto y soltándola. Pocos los hacen largos, con extensión. Ahí flipas. Llevas vista amplia, ves al público y toda el área. 

Yo siento la salida de la rampa y sé si la moto va rápida o lenta. Cuando sale lenta, abres la extensión y, cuando la grapas y caes… ese momento de ‘planchar’ a dos ruedas en el punto perfecto es orgásmico. A mí me salen así a menudo.

Si sientes eso casi cada salto, querrás saltar toda la vida. ¿Dónde te ves en cinco años?

En moto hasta que no pueda más. El cuerpo te habla. En esto no empleas una fuerza abismal: vas subido, das gas, agarras el manillar y saltas. Incluso puedes saltar sentado, sin ponerte de pie. Mi padre, con más de 70, podría hacerlo si lo hubiera aprendido. Otra cosa es liarte a trucos. Yo, hasta que el cuerpo aguante, iré en moto.

Ahora también organizas tus propios shows (Soloflow). ¿Te gustaría que surgiera una nueva generación top en España, volver a aquellos años dorados?

Es lo que estamos creando: la academia en la Resi FMX, en casa de Maikel (Melero). Ahí incorporamos pilotos tanto él como yo. Eso es el futuro. Adam Jones y Levi Sherwood también están montando una especie de academia en New Zealand. El problema aquí es quién lo monta. 

Yo hago shows con el 'SoloFlow Freestyle' de una magnitud que en España no hay, con producción y pilotos buenos, pero ese gasto compite con shows de tercera división que venden como “lo más increíble del mundo”. Alquilan plazas y van quemando ciudades porque la gente ve una mierda y no quiere volver. Hay que educar al público en el espectáculo bueno. Hay gente que viene a mi show y ya no va a los demás porque ven la diferencia.

Tienes una hija de 11 años ¿Te gustaría que saltara?

Sí, si a ella le gusta. Comenzó y tocó moto desde muy pequeña. Tuvo una caída por una tontería: al saludar al público soltó la mano del gas, pasó un pasacables, volvió a agarrar y la moto salió encabritada; se quedó atrás y se cayó. Se le explotó el dedo dentro del guante, tocó un poco un nervio y se asustó. Ella sabe ir en moto, pero yo no le voy a decir nada: si ella quiere, que lo pida. No lo pedirá.

¿Es comparable el susto del día que a tu hija le explotó el dedo con cualquiera de tus caídas?

Repetiría cualquiera de las mías mil veces. A mí me explotó el fémur: me quedé de rodillas con el cuádriceps retorcido para atrás. Con dolor, me concentré para ver hacia qué lado estaba retorcido, me tumbé, hice la croqueta y me lo puse recto. También me pasó con la tibia y el peroné. El año pasado me atropelló un quad: omóplato, los dos hombros, vértebras… Dolor día tras día durante diez meses. Hay que aprender a convivir con dolores. Y se vive. Y se aguanta. Y te vuelves a subir a la moto: la cabra tira al monte. Pero lo de mi hija fue otra cosa…

He sufrido dolor día tras día durante diez meses. Hay que aprender a convivir con él. Y se vive. Y se aguanta. Y te vuelves a subir a la moto: la cabra tira al monte

Antes de terminar… Hemos hablado de muchos momentos duros, pero ¿cuál es el mejor recuerdo de tu carrera?

Conseguir una medalla, un oro. Era algo muy perseguido. Te ibas a América y había tanto patriotismo que me pegaba unos ‘plegadones’ increíbles y me ganaba hasta Vicky Golden. Decías: “Esto no tiene sentido; estoy quedando penúltimo y hace podio alguien que no sabe saltar”. Pero lo conseguí en Barcelona, con todos los mejores ahí. 

También recuerdo como algo de mucho mérito un bronce que logré en Texas. Después de once o doces años allí, por fin un españolito ganó un bronce en Estados Unidos. Cuesta mucho.