¿Por qué hay personas que odian las películas de terror?

En todo grupo de amigos hay una persona que no soporta pasar miedo y otra obsesionada con el género de terror. ¿Y si te digo que hay un motivo científico que explica los gustos de ambas?

Cuando eres amante de las películas de terror, desarrollas una tolerancia increíble a los sustos y la tensión. Nueve de cada diez películas que ves te parecen normalitas y por eso te ilusiona tanto cuando encuentras una joya que te asusta de verdad. Además, te resulta inconcebible que haya personas que se sobresaltan con películas que no están ni siquiera en tu podio del miedo. ¿Por qué son más sensibles al terror?

Las causas de la sensibilidad al género de terror

En primer lugar, porque lo que para ti es una tensión agradable, para otros es una ansiedad muy incómoda. Las películas de terror provocan una reacción física a la que después damos sentido psicológico.

Para entender esto mejor, vamos a analizar los cambios que tienen lugar en nuestro cuerpo cuando pasamos miedo: se libera adrenalina, aumenta la presión arterial, la sangre viaja con más fuerza a los grandes músculos, el corazón late mucho más deprisa y nuestras pupilas se dilatan para captar mejor la luz. Muchas personas etiquetan estas reacciones como “ansiedad” porque están acostumbradas a experimentarlas de forma desagradable en otros contextos, por ejemplo, en el trabajo, y no quieren revivir esa sensación en su tiempo libre.

En cambio, las personas que aman el cine de terror disfrutan reexperimentando estas reacciones físicas porque saben que el estresor es completamente ajeno a ellas, es decir, que lo que provoca el miedo no es un entorno laboral hostil, un examen súper importante o una relación tóxica, sino una película. Además, exponerse a estas sensaciones les ayuda a saber gestionarlas mejor en su día a día.

También se producen cambios cerebrales importantes cuando vemos una película de miedo: se “apaga” la corteza frontal, que es la zona del cerebro responsable de razonar de forma lógica y se “enciende” la amígdala, que es la zona responsable de sentir un miedo muy visceral, sin procesarlo ni darle sentido. Esto significa que hasta el más razonable y lógico puede perder el control y volverse susceptible al terror. ¿Cuál es el problema? Que algunas personas lo pasan mal cuando no tienen control sobre sus reacciones físicas y psicológicas y por eso prefieren no ver películas de miedo, y otras personas disfrutan perdiendo el control de vez en cuando.

Sensibilidad a la estimulación y condicionamiento

Además de los cambios físicos, hay dos aspectos que son muy importantes para explicar la sensibilidad al terror.

En primer lugar, la sensibilidad a la hiperestimulación. Algunas películas de terror juegan con los cambios bruscos de sonido y con las escenas caóticas. Este exceso de estimulación en el ambiente puede generar mucho malestar en personas que prefieren películas más tranquilas, sin sustos bruscos.

Hablando de estimulación, también entra en juego la ambigüedad de esta (antes y después de la película) y nuestra tendencia a estructurarla o darle sentido. Me explico: el cine de terror juega mucho con la interpretación que cada uno hace de escenas muy ambiguas, por ejemplo, enseñándote de refilón una sombra a la que tú le das sentido en tu cabeza. Esta necesidad de “estructurar la ambigüedad” permanece después de la película ya que estás en la cama a oscuras (peor aún si eres miope y no llevas gafas), ves una sombra en la habitación y tu cabeza empieza a rayarse. Algunas personas tienen una tendencia natural a estructurar la ambigüedad de forma lógica (piensan que esa sombra será una silla con un montón de ropa encima) y otras recurren a su imaginación (piensan que la sombra se mueve porque es el fantasma que ha salido en la película).

Finalmente, hay personas que toleran peor cierto tipo de terror por las experiencias que han vivido previamente. Si recientemente te han atracado en un callejón, quizá tienes peor tolerancia a los sustos imprevistos porque has asociado esa impredecibilidad a una ansiedad real. Lo mismo ocurre cuando de muy pequeño te expusieron a películas de terror para las que no estabas preparado: de mayor serás más sensible porque has asociado las películas de terror a pasarlo francamente mal. Esto se llama condicionamiento clásico, un proceso psicológico que explica por qué a veces asociamos estímulos que no son peligrosos (como una película de terror) con reacciones desproporcionadas (como llorar o no dormir en toda la noche).

¿Todas las películas de terror dan el mismo miedo?

Debemos tener en cuenta es que cada persona tiene una sensibilidad especial a un subgénero en concreto. A día de hoy, hay mucha variedad en el cine de terror y podemos encontrar miles de películas de estilos completamente distintos en las plataformas de streaming.

Está el cine slasher en el que el argumento gira alrededor de un asesino psicópata que se carga de forma muy sanguinolenta a gente joven bastante torpe (¿Por qué el protagonista se esconde en el sótano cuando es evidente que ahí pasan cosas turbias? Y más importante aún, ¿cómo es posible que siempre se tropiecen al correr? Es una duda que solo los directores podrán resolver…). También las películas de terror independientes, por ejemplo, Midsommar, It Follows o Hereditary. Para algunos son raras, lentas y aburridas, pero otros aman la tensión de este tipo de tramas. Otro género muy interesante y terrorífico para algunos es el found footage, que se centra en un vídeo que aparece de repente y que narra como si fuese un documental la historia que vivieron las víctimas, como ocurre en Hell House LLC, en Paranormal Activity o en el Proyecto de la Bruja de Blair. Y si nos ponemos específicos, encontraremos cientos de subgéneros más: muñecos diabólicos, casas encantadas, exorcismos, terror folk, alienígenas, zombies… La lista es interminable y para algunas personas

El problema es que muchas veces englobamos todos estos géneros bajo el amplio paraguas de “películas de terror” y nos negamos a ver cualquiera, pero la clave es encontrar un género en el que haya cierto equilibrio entre la tensión y la diversión