Esta es tu suegra y hoy cenarás con ella, ¿por qué os lleváis tan mal?

  • Hay abundante literatura científica sobre las malas relaciones entre cónyuges y suegros, especialmente entre nueras y suegras

  • La tirria –que suele ser mutua- se explica por una lucha de poder en la que juega un papel relevante la crianza de los nietos

  • Los expertos recomiendan poner límites claros a los suegros y a la vez ser flexibles, amables y evitar conversaciones polémicas

“Honrarás a tu padre y a tu madre”, dice la Biblia, pero nada dice de los suegros. ¿Cómo hay que tratarlos? Si nos guiamos por la sabiduría popular, mejor tenerlos lejos. Ejemplo: escribimos en Google “chistes de suegras”. Resultado: “¿Cómo se dice suegra en chino? Lin-chen-la”; “¿Y en ruso? Estorba”.

Veamos lo que dice el refranero español: “A la suegra y al gorrión, perdigón”. “Estiércol y suegra, bajo tierra”. “Suegra y sin dinero, al brasero”. “Dichoso Adán, que no tuvo suegra”. Este último es muy ingenioso.

No es solo cosa de suegras. También de suegros. ¿Quién no ha visto esa película donde Robert de Niro hace la vida imposible a su yerno Ben Stiller? (Los padres de ella, Meet de Parents en su título original).  Así que muchos intentarán sentarse lejos de los padres de su pareja en las comidas navideñas.

¿Pero cuál es la razón de tanta ojeriza? La literatura científica es abundante porque la casuística es interminable. Ocurre en todas las épocas y lugares. “Hay una caracterización transcultural ubicua de las relaciones con los suegros que indica que son tensas en el mejor de los casos y tóxicas en el peor”, explican gráficamente los profesores Martin Daly y Gretchen C. Perry en un reciente estudio.

¿Son parientes o no?

La primera pregunta que se hacen sociólogos, los psicólogos y antropólogos es: los suegros, ¿son parientes o no del cónyuge? En principio no, porque no comparten los genes. Pero ya el pionero Claude Lévi-Strauss nos advertía: “El matrimonio no es un contrato entre individuos sino entre grupos de parentesco”.

Estudios posteriores aventuraron una explicación: entre suegros y cónyuge hay un “interés reproductivo compartido”, es decir: unos mocosos, los nietos. Ahí es donde los genes se cruzan. Este interés compartido “proporciona nuevas razones a los abuelos para interferir en la vida de otros miembros de la familia” (Danielsbacka, Tanskanen y Rotkirch). Antes de los nietos no había conflicto, ahora sí. ¿Por qué? Padres y abuelos comparten ahora la experiencia y las funciones de la crianza.

Los nietos

Comienza la “intromisión”, y de ahí se salta a lo que los expertos llaman “triangulación”. Ya no son cuatro en la relación (suegros, hijo/a y cónyuge) sino tres (suegros y su hijo/a). Y esos tres se alían para poner toda la carne en el asador en la crianza del recién llegado. El yerno o la nuera quedan fuera, porque ahora los otros hacen equipo en torno al nieto.

Surgen los celos y la competición. El cónyuge no quiere verse desplazado. Sufre presión por estar a la altura de las nuevas circunstancias. Y eso genera tensiones. “Cada miembro de la pareja tiene que competir con los padres y hermanos de su cónyuge por el control de la pareja y la atención y la devoción de su cónyuge”, explica la psicoterapeuta Judith Silverstein en uno de los primeros estudios sobre los suegros.

En el caso del hombre, la competición se centra en su suegro y gira en torno a comparaciones sobre el estatus y aspiraciones profesionales de cada cual. Pero la situación se agrava entre las mujeres. Los estudios de campo certifican el tópico de la nefasta relación entre suegras y nueras.

Suegra–nuera

Terri Apter, psicóloga y profesora en Cambridge, se pasó 20 años estudiando las relaciones familiares. Y llegó a la siguiente conclusión: “Mientras que el 15 por ciento de las relaciones entre suegra y yerno tienen algo de tensión, el 60 por ciento de los lazos entre suegra y nuera se describen con algún término negativo fuerte como tenso, incómodo, exasperante, deprimente, agotador, simplemente horrible”.

Hay tres explicaciones claras para esa tirria mutua: la principal es la protección del hijo. Su madre (la suegra) le conoce de antes y cree saber cómo es realmente. “En ocasiones una suegra ve su papel frente a su nuera como uno de protección de la pareja en nombre de su hijo” (Voland y Beise).

En segundo lugar hay una competición por el rol de mujer principal de la familia. Como explica Terri Apter, cada una se siente amenazada por la otra y se pregunta a sí misma: “¿A qué tendré que renunciar si respeto tu posición en la familia? ¿Retendré mi importancia si reconozco la tuya?”.

Hay una tercera y poderosa razón: la nuera es sustituible. Lo explica gráficamente David Haig, biólogo evolutivo en Harvard: “La relación genética favorece el perdón y la reconciliación entre parientes consanguíneos, incluso después de las traiciones, pero una nuera, a diferencia de una hija, es reemplazable”. No se puede expresar mejor. Es decir, se puede separar del hijo o, Dios no lo quiera, se puede morir.

Las comparaciones son odiosas

Como dice Silverstein, “no hay dos personas iguales ni dos familias de origen iguales. Cada familia tiene sus propias creencias, actitudes, valores, costumbres y mitos”. Y cuando el cónyuge llega a la nueva familia viene con su propio equipaje: su propia familia. Y comienza a comparar, para bien o para mal.

Algunos esperan encontrar la familia ideal que no tuvieron de niños. Otros solo ven defectos en el hogar natal de su pareja porque el suyo era cuasi perfecto. Exagerando un poco, es un choque cultural. Ejemplo clásico: las costumbres a la hora de comer. Casi se pueden oír los pensamientos del nuevo: “Comía mejor en mi casa”, “Aquí comen en silencio”, “No hacen sobremesa”. Todo son potenciales puntos de fricción. Algo que no hace falta recordar en estas fechas navideñas.

El cónyuge compara y debe decidir su grado de lealtad hacia la familia de origen. O se adapta a la nueva familia o se enroca. Los psicólogos advierten: del resultado de esa decisión dependerá un futuro conflicto no solo con los suegros, sino también con la pareja. Como dice Silverstein, “si el individuo no se ha separado de su origen, los celos y la competencia entre el cónyuge y la familia política serán más probables”.

Problemas de pareja

De nuevo es algo que afecta más a las mujeres. Lo recuerdan los profesores Daly y Perry: “Todos los consejeros matrimoniales han escuchado a los esposos quejarse de que sus esposas dedican demasiado tiempo o atención a los miembros de sus familias natales”. Los suegros son fuente de conflicto o son blanco de una deteriorada relación de pareja (porque se les identifica con el cónyuge).  

Pero aquí no acaba todo. Con los años los suegros se vuelven más dependientes. Requieren más atención. Alguno incluso puede caer gravemente enfermo o enviudar. El hijo o hija se ve obligado a pasar más tiempo con su progenitor (incluso a acogerlo en su propia casa). La tensión aumenta, sumada a la regresión: “independientemente de la edad o la enfermedad, los papeles no cambian: los padres siguen tratando a sus hijos adultos de forma paternal”, afirma Silvertein.

No queremos ser cenizos. También los estudios certifican que las relaciones con los suegros se suavizan con los años. Y hay muchas excepciones. “A veces la relación es agradable. Incluso los suegros parecen favorecer más al cónyuge que a su propio hijo. Los cuñados también pueden reforzar y estrechar las amistades cuando los individuos son compatibles”, recuerda la psicóloga clínica Froma Walsh.

Nada es imposible. Las personas incluso pueden aprender de las familias de su pareja nuevos estilos, nuevas formas de ser y nuevos valores. Es más: la familia política puede mejorar el vínculo dentro de la pareja.  

Los expertos aconsejan

Así que cuando hoy tuerza el gesto al sentarse en la mesa con su suegro o su suegra, tenga en mente que no está solo en el mundo y que hay razones que explican su conducta. Y si quiere haga caso a estos breves consejos reunidos en la revista Family Education.

  • Ponga límites: el matrimonio es lo primero;  
  • Evite falsas expectativas: así no habrá decepciones;
  • Sea flexible y sea amable;
  • Evite conversaciones polémicas: prohibidas las palabras “Sánchez” o “Feijóo”.   
  • Busque puntos en común: alguno habrá.

Son recetas que valen para los suegros, pero quizá también para los cuñados. No hemos hablado de ellos porque no hay muchos estudios científicos sobre tan espinosa materia. Pero daría para un artículo aparte. Como dicen el refrán: “suegra, nuera y yerno, antesala del infierno”. Espero que no sea su caso. Feliz Navidad.