El simple acto de pasar de una habitación a otra puede provocarnos a veces un fallo en la memoria que no tiene que ver con el deterioro cognitivo ni con el estrés
El cerebro organiza la información con un orden jerárquico, de forma que borra continuamente datos para procesar otros nuevos
El hábito que protege la memoria y mantiene el cerebro activo a partir de los 60 años, según Harvard
"¿Qué había venido a hacer yo aquí?". Es la pregunta que nos asalta muchas veces cuando entramos muy decididos a una habitación, o abrimos la puerta de un armario o de la nevera, y de repente no tenemos ni idea de lo que estamos buscando. Se nos ha olvidado por completo cuál era nuestro propósito. Se trata de un fallo de la memoria que no tiene que ver con el declive cognitivo ni con el estrés, sino que es un error en nuestros procesos de atención muy habitual y tiene nombre propio. Es lo que se denomina efecto puerta, entrada o umbral.

Esto sucede porque el entorno físico y ambiental puede actuar como una distracción a la hora de consolidar la información que recibimos. El simple paso de un escenario a otro puede llevarnos a pensar en otra cosa que vemos en esa estancia, de forma que somos incapaces de recordar por qué habíamos ido allí en primer lugar. Estos pequeños olvidos, aunque molestos, revelan rasgos importantes sobre cómo se organiza nuestra mente y fueron objeto de estudio del profesor de Psicología de la Universidad de Notre Dame, Gabriel Radvansky.
El orden jerárquico del cerebro
Esa investigación, publicada en el 'Quarterly Journal of Experimental Psychology' en 2011, concluía que el cerebro organiza la información con un orden jerárquico. Es decir, hay datos que considera más importantes que otros. Y además suele borrar información de manera constante para poder procesar e integrar datos nuevos. Decide qué guardar y qué eliminar.
Esta dinámica se traslada al proceso de entrar en una nueva habitación. De pronto, el cerebro sitúa toda su atención en ese nuevo escenario y desecha lo que llevaba en mente porque ya no es una prioridad. Y también es un resquicio de nuestro pasado evolutivo, cuando el peligro podía surgir de cualquier parte y había que estar preparados para todo.
Los tres experimentos de Radvansky
En el estudio de Radvansky se realizaron tres experimentos, tanto en entornos reales como virtuales, para evaluar cómo el acto de atravesar una puerta afectaba la memoria. Los participantes, todos estudiantes universitarios, realizaron diversas tareas de recuerdo mientras se desplazaban por una habitación y cruzaban una puerta.
En la primera de las pruebas, los sujetos navegaban en un entorno virtual. Tenían la instrucción de tomar un objeto de una mesa y cambiarlo por otro en una ubicación distinta. Pero también se les encomendó realizar la misma tarea sin salir de la habitación, es decir, sin cruzar una puerta. Los resultados demostraron que los participantes tendían a olvidar más después de atravesar una puerta. Esto sugiere que el umbral o 'límite del evento' interfiere con la capacidad de recordar pensamientos o decisiones previas.
El segundo experimento ya tenía lugar en un entorno físico. En esta ocasión los participantes ocultaban objetos en cajas mientras recorrían una habitación o cruzaban una puerta. Al igual que ocurría en el entorno virtual, la memoria de los sujetos se veía afectada negativamente por el acto de cruzar una puerta. Para despejar la duda de si la disminución de la memoria estaba vinculada a la puerta en sí o al contexto en el que se tomó la decisión se hizo el tercer experimento.
En este los participantes cruzaron varias puertas hasta regresar a la habitación original. Sin embargo, los resultados no mostraron mejoras en la memoria, lo que sugiere que cruzar una puerta actúa como un mecanismo natural del cerebro para archivar recuerdos.
¿Cómo evitar estos olvidos?
Como es lógico, el efecto puerta no sucede en el 100% de los casos ni todos los días, pero sí es más probable que suceda cuando hacemos muchas cosa a la vez. La principal forma de evitar que esto nos ocurra es mejorar nuestra atención y focalizar nuestra mente en aquello que queremos hacer o buscar en un determinado lugar. Sin embargo, es complicado ponerle límites al cerebro, porque la atención siempre es fluctuante. Así que hay que asumir que esto nos va a seguir pasando toda la vida.


