El shock de Miryam cuando supo que su hija sufría depresión y un TCA: "Nunca me habían saltado las alarmas"

Miryam Benito, madre de una adolescente diagnosticada de depresión y TCA. Candela Hornero
  • Miryam Benito nos cuenta cómo ha sido el proceso de conocer y aceptar el diagnóstico de depresión y TCA de su hija de 14 años

  • Los primeros signos de alarma surgieron cuando comenzó a preocuparse por su físico y propuso comer menos

  • Tras el diagnóstico, descubrieron que el origen del dolor estaba mucho antes: había sufrido bullying

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MadridCada vez más adolescentes conviven en silencio con problemas de salud mental. Según datos de UNICEF de 2024, en España el 41,1% de los jóvenes entre 13 y 18 años manifiesta o cree haber tenido uno en el último año. Sin embargo, más de la mitad no ha pedido ayuda, y uno de cada tres ni siquiera ha hablado con nadie sobre ello. El miedo, la desinformación y la desconfianza hacia el entorno escolar son algunas de las barreras más frecuentes: el 56% no busca apoyo en su centro educativo porque no confía en el profesorado u orientadores, y 4 de cada 10 no lo hace porque no entiende qué le pasa ni sabe a quién acudir.

Miryam Benito es madre de una adolescente que, a los 14 años, le expresó su deseo de adelgazar porque no se sentía a gusto con su cuerpo. Le propuso comer menos y salir juntas a correr, "de una manera paulatina". Sin embargo, con el paso de los meses, especialmente durante el verano, empezó a enfermar con frecuencia. "Me sorprendió porque era una niña que nunca se ponía mala, y de repente estaba con una infección tras otra", recuerda. Al finalizar la época estival, Miryam decidió acudir con su hija a un nutricionista con la intención de que le enseñaran a comer, pensando que esos episodios podían deberse a una falta de nutrientes.

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En la consulta, la menor rompió a llorar y, por primera vez, puso en palabras lo que hasta entonces había callado: habló de su falta de ganas de vivir y de lo mal que se sentía con su cuerpo. "Eran manifestaciones que nunca había hecho en casa", cuenta su madre. La especialista fue tajante: "Tu hija no necesita un nutricionista, sino un psiquiatra". Para Miryam, aquel momento fue un punto de inflexión. "Nunca me habían saltado las alarmas. No lo vi. Tenía una máscara. Yo creía que mi hija quería cuidarse, pero la realidad es que estaba rota por dentro".

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Ya en casa, Miryam leyó a solas y con calma el informe que la profesional había redactado tras la consulta. En él se especificaba que "no se habían encontrado autolesiones". "Yo me quedé en shock. Dije: '¿Pero cómo que autolesiones? ¿Esto qué es?'", recuerda. "Se me cayó el mundo. Nunca pensé que estas cosas me podían pasar a mí. Cuando alguna vez leía sobre ello, me parecía un tema muy lejano", relata aún conmovida por el recuerdo durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco.

Conocer que tu hija adolescente padece TCA y depresión

Con carácter de urgencia, la familia buscó ayuda profesional, ya que desde la consulta con la nutricionista su hija no dejaba de repetir que "se quería morir". "Una vez que se destapó la situación, ella pedía ayuda a gritos. Me daba miedo hasta que se duchara sola, porque repudiaba su cuerpo", recuerda su madre. "Nos sentíamos muy solos, no sabíamos qué puerta tocar, y mi hija estaba desbordada".

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Creía que mi hija quería cuidarse, pero la realidad es que estaba rota por dentro

Candela Hornero

La primera atención la recibieron en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, donde obtuvo el diagnóstico de trastorno de la conducta alimentaria (TCA). A los padres les ofrecieron una serie de pautas para actuar en casa, como "esconder la báscula (porque reconoció que se pesaba varias veces al día), tapar los espejos o no dejarla comiendo sola".

Desde allí, la derivaron al hospital público que le correspondía por su zona, pero la cita asignada era para dentro de un mes. "Mi hija no podía esperar tanto y acudimos a la Clínica Nuestra Señora de La Paz, un centro sanitario privado especializado en salud mental que pertenece a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Allí encontramos un ángel, que supo conectar con ella", relata. Fue entonces cuando supieron que el TCA estaba asociado a un cuadro depresivo.

El detonante fue en la infancia

La adolescente pasó 11 días ingresada en el centro y, después, continuó con citas periódicas con psiquiatras y psicólogos -que aun continúan-. Con el paso del tiempo y gracias a las sesiones terapéuticas, se descubrió que el origen de la depresión se remontaba varios años atrás, a una etapa en la que sufrió bullying durante la infancia. "Se metían mucho con ella, la acorralaban... y lo había estado guardando durante años", cuenta su madre.

Recuerda cómo, al recogerla del colegio, su hija salía siempre enfadada y lanzaba la mochila al suelo. "Yo llegaba cansada del trabajo y no la sabía entender. Le propuse cambiarla de colegio y aceptó. Pensé que simplemente no era feliz en ese centro, pero nunca imaginé que pudiera estar sufriendo bullying. No le dimos importancia, lo vimos como algo de críos", reconoce con pesar.

A los diez años cambió de colegio y se refugió en los estudios. "Sacaba notas impecables", dice Miryam. Pero ese perfeccionismo que volcó en las aulas acabó trasladándose también a su imagen corporal. "Cuando quiso llevar ese nivel de exigencia a su cuerpo, todo explotó. Perdió el control de ambas cosas y los síntomas se aceleraron", relata. Asegura que fue una etapa especialmente dura: "Cuesta mucho aceptar que tu hija está enferma y te sientes muy culpable. Nosotros, como padres, también tuvimos que ir a un psicólogo familiar porque no sabíamos cómo acompañarla".

Tras el ingreso, Miryam solicitó una baja laboral para poder estar con su hija. El regreso al instituto, en lugar de ser un alivio, empeoró la situación: "Sus compañeros adolescentes no supieron acompañarla, sino que se cebaron más con ella, y el instituto dejó de ser un lugar seguro". Recuerda con angustia cómo su hija la llamaba llorando desde el baño del centro. "Era un sinvivir para mí". Ante esta situación, la adolescente comenzó a acudir a un centro de día durante cuatro meses, donde recibió apoyo académico y emocional. Allí, con la ayuda de profesores y especialistas, consiguió sacar adelante el curso.

La luz al final del túnel

El pasado mes de septiembre de 2024 inició una nueva etapa en un tercer centro educativo y, según su madre, "fue una salvación". Desde febrero ha podido dejar la medicación y su psiquiatra le ha comunicado que pronto recibirá el alta. Las sesiones con la psicóloga, además, se han ido espaciando: ahora son cada quince días.

Cuesta mucho aceptar que tu hija está enferma y te sientes muy culpable. Nosotros, como padres, también tuvimos que ir a un psicólogo familiar porque no sabíamos cómo acompañarla

Candela Hornero

Para Miryam, uno de los mayores apoyos durante este proceso -que aún continúa- ha sido conocer a otras familias que han atravesado situaciones similares. Con el objetivo de combatir el estigma que "todavía rodea a esta enfermedad" y dar esperanza a quienes se sienten perdidos, decidió compartir su historia en la jornada '¿Estamos cuidando el bienestar emocional de nuestros jóvenes?', una iniciativa impulsada por los centros de San Juan de Dios y celebrada en Madrid en el marco de R-Conecta.

"Creía que no había salida, pero al final está la luz. Se sale mucho más fuerte y unidos como familia. Ahora tenemos mucha más comunicación. Y recordar que no hay padres ni hijos perfectos", concluye.

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