Día Internacional de la ELA

Las causas desconocidas de la ELA: "No sabemos ni cómo ni por qué sucede, nadie está exento de ella"

Paciente con ELA en el Congreso de los Diputados por la Ley ELA
Paciente con ELA en el Congreso de los Diputados por la Ley ELAGustavo Valiente / Europa Press
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Cada día, tres personas son diagnosticadas con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) en España y otras tres fallecen. Esta enfermedad neurodegenerativa afecta a las neuronas motoras del cerebro y la médula espinal, provocando la pérdida progresiva de la capacidad para controlar los movimientos musculares necesarios para caminar, hablar, tragar, o respirar.

Se estima que la supervivencia media de los pacientes españoles se sitúa entre dos y cuatro años tras el diagnóstico, que puede llegar a demorarse entre 12 y 16 meses desde la aparición de los primeros síntomas. Su alta mortalidad hace que su prevalencia sea similar a la de una enfermedad rara: actualmente, entre 4.000 y 4.500 personas conviven con ella en nuestro país, a pesar de que cada año se diagnostican entre 900 y 1.000 nuevos casos, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

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Cualquier persona puede desarrollar ELA, y la edad media de aparición se sitúa entre los 55 y los 65 años, aunque también puede darse más excepcionalmente en otras franjas de edad. "Desconocemos cuáles son las causas, no sabemos ni cómo ni por qué aparece, y nadie está exento de padecerla. Exactamente igual que ocurre con el alzhéimer, el párkinson, la diabetes tipo 2 o muchos tipos de cáncer, ya que son enfermedades propias del proceso degenerativo", explica Alberto García Redondo, director del Laboratorio de Investigación de ELA del Hospital 12 de Octubre (Madrid), que lleva más de dos décadas tratando de descifrar su base genética.

Hasta que se manifiesta, las personas llevan una vida completamente normal, sin señales de alarma. En un 70% de los casos, la enfermedad comienza afectando a las neuronas motoras de la médula espinal y en estos casos los primeros síntomas serán generalmente la pérdida de fuerza y debilidad en las extremidades. En el 30% restante se tratará de una ELA bulbar, afectando a las neuronas motoras localizadas en el tronco del encéfalo, y comenzará manifestándose con problemas para pronunciar palabras y/o tragar. Pero en todos los casos, la enfermedad evolucionará hacia una parálisis muscular prácticamente generalizada.

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¿Por qué es tan difícil conocer sus causas?

La ELA se considera una enfermedad de origen multifactorial, influida por factores genéticos, ambientales y de estilo de vida. Esta complejidad dificulta tanto su comprensión como el desarrollo de tratamientos. Solo el 10% de los casos son hereditarios, lo que deja sin explicación genética conocida a más del 90% de los pacientes.

"En general, de las enfermedades neurodegenerativas, lo único que se entiende sobre su aparición es que están ligadas al proceso de envejecimiento. No porque todas las células terminen degenerando con el tiempo, sino porque pueden producirse alteraciones en ese proceso", explica García Redondo. En el caso de la ELA, esas alteraciones afectan al sistema nervioso y a las células neuronales.

Con el paso del tiempo, se acumulan en las neuronas -como ocurre en muchas enfermedades neurodegenerativas- unas proteínas que han alterado su estructura tridimensional, su forma de plegarse. Esa acumulación provoca la degeneración de las células.

Ahora bien, ¿por qué ocurre en unas personas sí y en otras no? "De eso se sabe muy poco", admite el investigador. "Es muy difícil de entender por muchas razones. Una de ellas es que el tejido nervioso no puede estudiarse 'in situ'. Solo se puede analizar en modelos animales o de forma post mortem, como en los bancos de cerebros, pero averiguar el por qué, en qué momento y cómo se inicia sigue siendo muy complicado".

La necesidad de unir fuerzas para estudiar la ELA

Otro motivo por el que resulta tan complejo identificar sus causas es que la ELA, como otras enfermedades neurodegenerativas, suele aparecer en la edad adulta, "muy tarde".

"Comprender en qué momento y por qué se origina varía en cada persona, y para lograr correlaciones estadísticamente significativas hacen falta enormes muestras de pacientes", apunta García Redondo, en conversación con la web de Informativos Telecinco.

El tejido nervioso no puede estudiarse in situ, y eso complica muchísimo entender cómo empieza la enfermedad

En el caso del alzhéimer "no es tan complicado", aunque aún quedan incógnitas por resolver. Pero en enfermedades menos frecuentes como la ELA, formar grupos grandes de estudio es muy difícil, y por eso "estamos trabajando en red, uniendo centros de investigación".

Desde el Hospital 12 de Octubre colaboran tanto a nivel nacional como internacional. "Los grandes proyectos en marcha son europeos, americanos… y todos participamos. Sin esa cooperación no podríamos alcanzar el número mínimo de pacientes necesario", señala. Actualmente participan en uno de los mayores estudios sobre ELA realizados hasta ahora, coordinado por la red europea ENCALS (European Network to Cure ALS).

El proyecto MIND ya ha incluido a 15.000 pacientes con ELA. En él participan desde hace más de una década países de toda Europa, así como China, Australia y algunas regiones de Estados Unidos. Su objetivo: realizar la secuenciación completa del genoma de estos pacientes para estudiar cómo influye la genética en el desarrollo de la enfermedad en los casos no hereditarios.

"Una gran ventaja en los últimos años ha sido que ahora es relativamente sencillo compartir datos y crear estructuras de colaboración masiva, algo que antes era imposible. La bioinformática es clave para hacer esto posible", destaca el experto.

Descifrar la influencia del entorno, otro reto

Además de la genética, García Redondo subraya la importancia de entender el papel del entorno. "Conocer la relación entre medioambiente y enfermedad es muy complicado", señala. Y pone un ejemplo: el tabaco y el cáncer.

"Una de las relaciones más claras en la historia de la medicina es la del tabaco con el cáncer de pulmón. Demostrarla llevó décadas. Aunque algunos estudios epidemiológicos eran evidentes, demostrarlo a nivel molecular y bioquímico fue muy complejo. Y eso que es una enfermedad frecuente y con una fuerte relación causa-efecto. En enfermedades degenerativas, donde esa correlación no es tan clara, el reto es mucho mayor".

Los casos hereditarios ayudan a entender los que no lo son (la mayoría)

Además del envejecimiento, otro pilar fundamental de estudio es la genética hereditaria. Como ocurre con el alzhéimer o el párkinson, en torno al 5-10% de los pacientes con ELA tiene antecedentes familiares directos con la enfermedad: padres, hermanos, abuelos o tíos.

"Estudiar los casos hereditarios nos permite entender causas concretas de la enfermedad y desarrollar modelos animales con esas mismas mutaciones. Son muy útiles para avanzar en la comprensión del proceso", explica García Redondo. En su laboratorio, llevan años centrados en estudiar las causas genéticas de estos casos, aunque también investigan buscan en le resto de paciente no hereditarios (la mayoría) alteraciones genéticas que aumenten la susceptibilidad, es decir, la predisposición a padecerla.

En los de susceptibilidad, todo depende del tipo de alteración que todavía está por descifrar. En los casos hereditarios, se nace con la mutación. "A diferencia de muchas enfermedades genéticas infantiles, en la ELA hereditaria la enfermedad no aparece hasta aproximadamente la quinta década de vida", indica.

Un nuevo tratamiento tras más de treinta años de investigación

En la última década se ha vivido grandes avances en su conocimiento y es que los casos hereditarios, aunque son minoría, han sido clave para avanzar en todos los tipos de ELA. "Primero, porque nos han permitido demostrar causas concretas. Y segundo, porque podemos estudiar cómo esa mutación concreta produce neurodegeneración. Entender ese proceso nos permite actuar sobre él y buscar formas de frenarlo", señala.

Hace apenas un mes, el Ministerio de Sanidad aprobó la financiación de un nuevo tratamiento: Tofersen (Qalsody), desarrollado y comercializado por la biotecnológica Biogen. Este fármaco ayuda a preservar la función neuronal y ralentiza la progresión de la enfermedad en pacientes que han heredado la enfermedad con mutaciones en el gen SOD1, que representa aproximadamente un 2% de los casos del total.

Solo el 10% de los casos son hereditarios. Para el 90% restante, no sabemos qué la causa

Después de más de treinta años de intentos, es el primer tratamiento aprobado dirigido a una causa genética concreta. Biogen también ha lanzado un estudio clínico internacional en Europa para administrar este tratamiento a familiares portadores de la mutación SOD1 que aún no han desarrollado la enfermedad.

"Se está evaluando su progresión para ver si el tratamiento retrasa la aparición de síntomas o incluso impide que lleguen a desarrollarse. Aún es pronto para conocer los resultados, pero si se logra evitar que la padezcan, sería un éxito inmenso", avanza García Redondo.

¿Cuánto tardaremos en saberlo? "Años. La investigación en humanos es muy lenta porque necesitamos mucho tiempo para ver la progresión, pero este tipo de avances son un rayo de esperanza para seguir adelante", concluye.