Salud mental

Así afecta la soledad no deseada a personas mayores: el 30% de los suicidios tienen lugar en esta etapa de la vida

Soledad no deseada personas mayores: un reto social, sanitario y político
Soledad no deseada personas mayores: un reto social, sanitario y político. PEXELS
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Una de cada cinco personas mayores de 75 años se siente sola. La soledad no deseada es un fenómeno creciente que ya impacta directamente en la salud mental, provoca síntomas depresivos y puede desembocar incluso en suicidios. No se trata solo de un problema emocional: es un reto social, político y sanitario que interpela a toda la sociedad.

Los datos hablan por sí solos: el 20% de los mayores de 75 años en España sufre soledad no deseada. A partir de los 65 años, uno de cada cuatro presenta síntomas depresivos, una cifra que sube hasta el 30,4% entre los mayores de 85. Una situación que afecta especialmente a las mujeres, a quienes viven en zonas urbanas, a personas con pocos recursos, con discapacidad, con problemas de salud mental previos o en situación de sinhogarismo.

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"La salud mental de las personas mayores es bastante dramática", reconoce Carlos Gil Arellano, psicólogo experto en duelo de la Unidad de Cuidados Paliativos y Daño Cerebral del Hospital Fundación Instituto San José. "Hay una prevalencia muy alta de trastornos ansioso-depresivos", apunta. Pero detrás de estos diagnósticos, muchas veces lo que subyace es una soledad profunda y silenciosa.

La soledad no deseada, uno de los motivo detrás de depresiones en personas mayores

La depresión en personas mayores no llega de golpe, sino que es el resultado de múltiples pérdidas acumuladas: el trabajo, el poder adquisitivo, el rol social, los vínculos personales. "Perdemos a seres queridos, perdemos relaciones, perdemos a nuestros hijos cuando se van de casa. Todo esto mina el sentido de vida", señala Gil.

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Además, la brecha digital ahonda ese aislamiento: no manejar la tecnología les dificulta acceder a información, trámites o incluso a sus propios familiares. Y sin estimulación social o emocional, el riesgo de desarrollar un trastorno mental aumenta.

El suicidio, la expresión más extrema del abandono

Jordi Ramón Rizo, enfermero especialista en salud mental en el Parc Sanitari Sant Joan de Déu (Barcelona), trabaja con grupos de personas mayores que viven solas. Lo tiene claro: "Estamos medicalizando la consecuencia sin tratar la causa. Lo que hay detrás de muchos diagnósticos de depresión es un problema de soledad". En sus grupos de acompañamiento ha escuchado historias que impresionan: "De 115 personas, 20 habían intentado suicidarse. Es brutal. Lo que les está pasando a estas personas es realmente grave", advierte.

La soledad y el aislamiento social tienen un impacto tan severo que en algunos casos conducen a la ideación suicida. Según los expertos, el 30% de los suicidios se produce tras la jubilación. "Sin una red se pierde la motivación por vivir. Empieza el abandono personal, la apatía, y puede derivar en suicidio", explica Gil. "Ven que a nadie les importa, que nadie les visita… y se preguntan para qué seguir viviendo". Y no solo afecta a personas muy mayores. Ramón Rizo cuenta que sus grupos, inicialmente pensados para mayores de 65 años, ahora los solicitan personas desde los 48. La mayoría, mujeres sin estudios, desvinculadas del entorno.

¿Cómo romper el círculo? Claves para un envejecimiento positivo

Ambos expertos coinciden: no podemos seguir patologizando el envejecimiento. "Llegar a él es natural, y hasta una suerte", recuerda Gil. Pero para que sea un proceso saludable, hay que prepararse. "La jubilación es un punto de inflexión. Se debería trabajar esa transición incluso tres o cuatro años antes", propone.

La solución no está solo en los sanitarios, sino en lo social: hacer comunidad, reforzar redes de apoyo, mantener vínculos. Integrarse en grupos, hacer ejercicio, cuidar la vida social y emocional… todo suma. "Hay que poner a la persona en el centro. Preguntarle qué le gustaría hacer, qué echa de menos. Que sean ellas quienes dirijan su cuidado, no nosotros", subraya Ramón.

"Como sociedad, debemos hacerles saber que sí importan y que no están solos", insiste Gil. A veces, una llamada de un vecino de 70 años puede marcar la diferencia. "Son microacciones que todos podemos hacer. Nunca sabes si la persona que tienes al lado está padeciendo una soledad devastadora".

Por eso, ambos expertos abogan por promover espacios en barrios y centros de salud donde las personas mayores puedan encontrarse, compartir sus vivencias y sentirse reconocidas. No se trata solo de "cuidarlos", sino de integrarlos.

Replantear el envejecimiento desde la comunidad

Matilde Fernández, presidenta de SoledadES (Fundación ONCE), pone el foco en el reconocimiento social y político. "La soledad no se elige. Llega cuando no hay una red de apoyo. Cuesta pedir ayuda, se tarda años en verbalizar. Hay que crear redes donde la gente se sienta segura para hablar".

Fernández propone revisar el modelo de bienestar actual y apostar por hacer barrio, reforzar la resiliencia y construir comunidad. "La soledad no deseada nos plantea una ética de reconocimiento personal, social y legal de la longevidad", afirma. En esa línea se pronuncia también Javier Yanguas, director científico del programa de mayores de Fundación La Caixa: "No todas las soledades son iguales. Necesitamos respuestas más diversas, no solo médicas".

Retos de futuro

Gil lanza una reflexión: "Uno de los grandes retos es cambiar la manera en que miramos el envejecimiento. Hoy se ve como una carga, y antes los mayores eran los sabios. Se les respetaba más. Tenemos que volver a eso". En Barcelona, por ejemplo, muere una persona sola cada dos días. "Todos hemos sufrido soledad o la sufriremos. Pero con cariño y acompañamiento se rompe, más que con pastillas", sentencia Ramón.

Estas han sido algunas de las conclusiones de la segunda edición de R-Conecta, una iniciativa de los centros de San Juan de Dios en Madrid que, en esta ocasión, ha puesto el foco en la salud emocional y el bienestar de los mayores