Cáncer

Pablo busca "una última esperanza" para salvar la vida de su mujer: "Estoy desesperado, el pronóstico es muy grave"

Amaya, antes y después del diagnóstico. En la imagen de la izquierda, junto a Pablo y su hija Elsa
Amaya, antes y después del diagnóstico. En la imagen de la izquierda, junto a Pablo y su hija Elsa. Cedida
  • Amaya Rodríguez, de 47 años, sufre un cáncer de mama metastásico que ha alcanzado huesos y cerebro. Los médicos le dan solo semanas, o en el mejor de los casos, unos pocos meses

  • Pablo ha recurrido a las redes sociales en busca de una última oportunidad: encontrar algo que pueda dar una nueva esperanza a su mujer

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Pablo Antón Soto (43 años, Vigo) busca desesperadamente "un último intento por tratar de salvar la vida" de su mujer, Amaya Rodríguez, diagnosticada con cáncer de mama metastásico a sus 44 años. "La metástasis inicial estaba en los huesos, pero ahora se ha convertido en leptomeníngea", explica. Es decir, las células cancerosas se han propagado desde el tumor primario a las meninges, las capas que protegen el cerebro y la médula espinal.

"Si algún médico puede echarnos una mano, si existe algo que pueda hacer que esto retroceda, que podamos estabilizarnos y seguir adelante, por favor, que se ponga en contacto conmigo. Ensayos, nuevas terapias dirigidas, cualquier opción que podamos probar sin que ella sufra más", implora Pablo en una publicación en su perfil de LinkedIn. Es, dice, su última esperanza.

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Una carrera a contrarreloj

Su historia de amor con Amaya comenzó en las navidades de 2017. En julio de 2019 se dieron el "sí, quiero" y, en diciembre de 2021, llegó su mayor regalo: su hija Elsa. "Fue durante la lactancia cuando Amaya notó que algo no iba bien. Tenía molestias en un pecho y, tras acudir al médico y realizarle una biopsia, le diagnosticaron cáncer de mama con metástasis ósea. Durante el embarazo ya había tenido problemas, incluso estuvo ingresada, pero todos los resultados anómalos se atribuían al embarazo", cuenta Pablo en una entrevista con la web de Informativos Telecinco.

"Fue un golpe durísimo. Lo primero que nos dijeron los médicos fue que la esperanza de vida con ese diagnóstico rondaba los cinco años", recuerda. El primer año lograron llevar una vida "más o menos normal" gracias a una terapia hormonal con la que consiguieron controlar la enfermedad. Sin embargo, al cabo de un año empeoró, y probaron con otra terapia hormonal que solo pudieron mantener dos o tres semanas: estaba fallando. La tercera línea de tratamiento fue una quimioterapia oral que logró frenar la enfermedad durante seis meses, hasta que también dejó de funcionar.

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Pablo y Amaya antes del diagnóstico

El diagnóstico que lo cambió todo: metástasis cerebral

Pablo nunca ha dejado de informarse y buscar posibles soluciones. "Encontré un tratamiento que podía funcionar, y a la oncóloga le pareció bien, pero la Seguridad Social no lo cubría hasta que no se realizase otra línea más de quimioterapia". Volvieron a intentarlo. "En los controles decían que todo iba bien, pero yo veía a mi mujer cada vez peor. Ya no hacíamos vida normal, ni siquiera salir a pasear. Amaya no se levantaba de la cama, vomitaba, tenía fuertes dolores de cabeza y veía borroso".

A esa situación se sumó que su oncóloga de referencia estuvo varios meses ausente, y fueron otros compañeros los que tuvieron que atender el caso. "Veían el historial, pero no conocían a Amaya. En mi opinión, no le dieron importancia a ciertos síntomas que, creo, ya estaban avisando de que algo más pasaba". En un primer ingreso, de dos semanas, le realizaron un TAC cerebral que no detectó nada anormal. "Lo que no sabía es que hay cosas que no se ven en esa prueba", comenta con cierta frustración. Aun así, recalca que el trato del personal es bueno.

Amaya durante su ingreso

Finalmente, tras ser dada de alta sin que se detectaran cambios, Pablo logró contactar con su oncóloga habitual, quien la volvió a ingresar en cuanto la vio. Fue una resonancia magnética la que reveló que el tumor también se había extendido al cerebro, tres años después del primer diagnóstico.

Actualmente, Amaya permanece ingresada en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, donde recibe quimioterapia y radioterapia, y donde Pablo la acompaña cada noche. "Estoy desesperado porque el pronóstico es muy grave. Nos dicen que, al estar en esa zona, es muy difícil de tratar y que la esperanza de vida se reduce a pocas semanas, o como mucho, a unos meses".

La metástasis cerebral ha afectado profundamente a Amaya. "Se despista mucho, pierde la orientación y la memoria a corto plazo. Me pregunta constantemente por nuestra hija y, al cabo de cinco minutos, vuelve a hacerlo porque no lo recuerda. También es verdad que tiene morfina las 24 horas", relata Pablo. "Le voy contando todos los resultados. El día que le conté los últimos me dijo que 'no quería morir', pero al día siguiente ya no se acordaba". Todo esto ha ocurrido en apenas un mes.

Piden ayuda médica para una última esperanza

"Solo buscamos a alguien que pueda aportarnos un granito de arena, que nos dé algo de luz y esperanza, siempre y cuando ella no sufra más", insiste. Desde que publicó el mensaje en LinkedIn ha recibido numerosos mensajes de apoyo, aunque aún no ha llegado "esa llamada de esperanza". Hace unos meses logró contactar con el doctor Javier Cortés, presidente de la Fundación Contigo, quien le propuso tratar a Amaya en Madrid, pero su estado actual no permite el traslado.

Pablo y Amaya junto a su hija en el hospital

Pablo también desearía acceder a centros como la Clínica Universidad de Navarra o el Hospital Vall d’Hebron, con la esperanza de que le propongan alguna alternativa más. De momento, en cuanto a ensayos clínicos, no han encontrado ninguno que acepte a Amaya porque no está estable.

Anímicamente, admite, todo esto está siendo durísimo. Han pasado tres años desde el diagnóstico y "la situación me está afectando bastante, pero por suerte cuento con el apoyo de mi familia". Su hija de tres años está al cuidado de sus abuelos, mientras él se reparte entre el trabajo y el hospital. "En el hospital tengo el apoyo de la psicóloga Penélope, que me atiende siempre que puede y me ayuda mucho. A mi hija también la ve una psicóloga, Lily, con la que estoy muy agradecido y que me orienta sobre cómo hablar con ella y explicarle la situación. Estoy intentando cuidarme todo lo que puedo, mentalmente, para poder cuidar de mi familia y buscar algo que nos de esperanza", finaliza.