Cada vez más hombres jóvenes tienen problemas de fertilidad: "Recibimos varones de 30 años que ni siquiera logran ser padres por primera vez"
El urólogo y andrólogo Juan Manuel Poyato explica por qué cada vez más hombres jóvenes no logran ser padres y qué factores afectan la fertilidad masculina
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La fertilidad masculina está en retroceso. A nivel mundial se ha constatado científicamente un descenso significativo de la calidad seminal desde comienzos del siglo XXI. No solo se produce una menor cantidad de espermatozoides, sino que, sobre todo, se observa una reducción en su capacidad para fertilizar ovocitos.
Se trata de un fenómeno global, que no distingue entre países, culturas o razas y que está condicionando, de forma cada vez más evidente, la posibilidad de alcanzar los modelos de familia que cada persona desea.
Hablamos con Juan Manuel Poyato, urólogo y andrólogo especialista en salud sexual y reproductiva de Next Fertility, sobre la infertilidad masculina para despejar algunas de las incógnitas que rodean a un problema que todavía sigue marcado por el tabú.
P: ¿Por qué cada vez hay más casos de infertilidad?
R: Aunque las causas afectan de manera particular a cada individuo, cada vez se acumulan más evidencias de que los factores ambientales y los estilos de vida tienen un peso creciente en el origen del problema. Por supuesto, sin olvidar otros aspectos como los factores genéticos, hormonales, tumorales u otro tipo de patologías (diabetes, varicocele, infecciones, etc.).
Desgraciadamente, los datos globales se reflejan en la práctica clínica diaria. Si hace años consultaban sobre todo hombres por encima de los 45 o 50 años que deseaban ser padres de nuevo tras reconstruir su vida con una nueva pareja, hoy en día atendemos a varones de apenas 30 años que ni siquiera logran ser padres por primera vez.
Nuestro modelo de sociedad ha propiciado un retraso en la edad de la paternidad, que coincide con el declive natural de la fertilidad masculina según su "reloj biológico".
La edad avanzada implica un mayor tiempo de exposición a tóxicos (tabaco, alcohol, drogas, contaminantes…) y una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas. De hecho, si no existe una adecuada planificación de la fertilidad, los estudios poblacionales alertan de que ser padre a una edad más avanzada aumenta el riesgo de autismo, esquizofrenia y trastornos cromosómicos en la descendencia.
P: Siempre se habla de tabaco, alcohol o estrés, pero ¿qué papel desempeñan factores menos conocidos como los microplásticos, los disruptores endocrinos, la microbiota o la contaminación ambiental?
R: La medicina moderna encuentra cada vez más relaciones causales entre la exposición a determinados tóxicos y una peor calidad seminal. Ya se señalan de forma clara contaminantes ambientales, pesticidas, metales pesados, dioxinas y otros compuestos químicos perjudiciales que se depositan en el medio ambiente, se acumulan en la cadena alimentaria y suponen una seria amenaza no solo para la salud reproductiva, sino para la salud integral.
Un ejemplo es el bisfenol A, un compuesto químico presente en numerosos polímeros, plásticos y resinas utilizados en envases de alimentos y bebidas. Estas sustancias se filtran al medio ambiente y actúan como disruptores endocrinos, interfiriendo en la acción de las hormonas naturales. Se ha detectado su presencia en sangre, semen, leche materna y orina. Reducir la exposición a estos contaminantes es clave para proteger y preservar la fertilidad masculina.
También se ha comprobado el efecto perjudicial de los contaminantes externos sobre la microbiota y el microbioma seminal, que actúan como una barrera natural. En la práctica, esto se traduce en un aumento de la inflamación y del estrés oxidativo testicular, lo que incrementa el riesgo de daño en el ADN y la movilidad espermática, deteriora la regulación hormonal fisiológica y potencia los fenómenos disruptivos endocrino-metabólicos.
P: ¿Qué enfermedades o alteraciones médicas están detrás de un mayor porcentaje de casos de infertilidad masculina y cuáles suelen pasar más desapercibidas?
R: Tanto los trastornos específicos del testículo como las manifestaciones de enfermedades generales pueden afectar a la producción de espermatozoides sanos.
Entre las causas testiculares, por orden de frecuencia, encontramos el varicocele (varices en los testículos), infecciones (orquitis, epididimitis, prostatitis), secuelas de infecciones —habitualmente de transmisión sexual— y tumores.
Entre las causas generales destacan las alteraciones genéticas, los problemas hormonales, el consumo de tóxicos o determinados medicamentos, las secuelas de cirugías (colon, próstata) y las disfunciones psicológicas.
Aunque pueda resultar sorprendente, las causas a las que se suele prestar menos atención son, paradójicamente, algunas de las más relevantes para la calidad de vida sexual y reproductiva, como los trastornos eyaculatorios (ausencia de eyaculación, eyaculación dolorosa o retrasada y eyaculación precoz) y los trastornos eréctiles, como la disfunción eréctil.
P: ¿Hablar de infertilidad masculina sigue siendo un tabú?
R: Históricamente, la infertilidad se ha interpretado desde un paradigma con claras trazas de sexismo, centrando casi siempre la responsabilidad en la mujer y depositando sobre ella el peso emocional y afectivo que la sociedad imponía.
El varón, por su parte, difícilmente aceptaba su infertilidad desde una concepción del rol masculina inequitativa y obsoleta, en la que su virilidad se veía amenazada, agravado además por la ausencia de especialistas en reproducción masculina.
En la actualidad, todavía persisten de forma aislada reminiscencias de ese modelo arcaico, aunque avanzamos hacia una visión centrada en la pareja, basada en decisiones y responsabilidades compartidas.
Visibilizar las herramientas científicas actuales para el diagnóstico y tratamiento del varón infértil —algo que hasta hace poco no se ofrecía en muchos centros de reproducción asistida por la ausencia de andrólogos especializados— y dar respuestas concretas a las inquietudes que surgen en el camino hacia la paternidad son claves para empezar a desmontar el tabú masculino.
P: ¿Qué opciones hay cuando nos encentramos ante una infertilidad es irreversible?
R: Gracias al tratamiento eficaz de las principales causas y a las nuevas técnicas de optimización seminal, recaptación espermática microscópica y estimulación testicular, entre otras, el porcentaje de irreversibilidad del factor masculino de la infertilidad se reduce cada vez más.
No obstante, incluso en situaciones que parecen no tener salida, no debemos olvidar que la genética no hace al padre y que ser padre es mucho más que aportar un gameto masculino. En este contexto, la donación de semen es una opción excelente para resolver con éxito el deseo de paternidad en casos de esterilidad absoluta.
P: En cuanto a tratamientos, ¿qué avances considera más prometedores en el ámbito de la reproducción asistida?
R: En los casos más complejos, en los que hasta hace poco apenas existían respuestas, las herramientas de inmunología avanzada y la andrología personalizada, junto con técnicas de biología molecular del espermatozoide, están suponiendo una auténtica revolución. Especialmente cuando se combinan con la proteinómica seminal y la incorporación de aplicaciones de inteligencia artificial en la gestión y optimización de los procesos.
Además, el fortalecimiento del microbioma mediante probióticos y prebióticos se perfila como un complemento clave para mejorar la función de la barrera hemato-testicular desde un abordaje centrado en el control de la inflamación.
Estas innovaciones se están incorporando a la práctica clínica con gran rapidez y con resultados cada vez mejores, abriendo nuevas oportunidades para muchos hombres que desean ser padres.
P: ¿Hay margen de prevención real? ¿Qué hábitos han demostrado un efecto más claro en la mejora de la calidad espermática y cuáles son mitos que todavía arrastramos?
R: El estilo de vida desempeña un papel fundamental en la salud sexual y reproductiva del varón. Se ha demostrado la importancia de factores como una alimentación completa y equilibrada, la práctica habitual de ejercicio físico, la reducción del estrés, la limitación del consumo de tóxicos, alcohol y tabaco, y la minimización de la exposición a contaminantes industriales, ambientales o a la radiación.
La modificación de los hábitos de vida permite reducir los radicales libres, modular la actividad neuroendocrina, evitar daños en el ADN espermático y mejorar los niveles de fertilidad.
Los mitos más perjudiciales son aquellos que siguen señalando a las mujeres como "culpables" de una situación en la que ambos miembros de la pareja deben asumir responsabilidades y desterrar juicios de valor machistas y desfasados. Una mayor cultura andrológica es clave para superar estas barrera