¿Por qué soy incapaz de solucionar mis problemas? La teoría del martillo de Maslow es la respuesta

  • Hay tres tipos de problemas: los que no tienen solución, los que sí tienen pero no dependen de nosotros, y los que tienen solución y está en nuestra mano

  • Abraham Maslow, psicólogo estadounidense, desarrolló una teoría para explicar por qué fracasamos cuando tenemos que afrontar problemas sencillos

  • ¿Siempre discutes con tu pareja por lo mismo? ¿Te has presentado una y otra vez a un examen suspendiendo? La teoría del martillo tiene la respuesta a por qué ocurre esto

Aunque los seres humanos valoramos la calma y la paz mental, a lo largo de nuestra vida tenemos que lidiar con demasiados problemas, más de los que nos gustaría. La mayoría son asuntos triviales: decidir qué cereales comprar porque los que nos gustan se han agotado en el supermercado, resolver un malentendido que surgió por problemas de comunicación en WhatsApp, planificar nuestro día para que nos de tiempo a hacer deporte, estudiar, trabajar, tener vida personal y descansar… Pero, aun siendo estos problemas menores, muchas veces nos sentimos saturados y acabamos convirtiéndolos en verdaderos quebraderos de cabeza.

Pero, ¿de qué depende que solucionemos un problema de forma más o menos satisfactoria o que acabe consumiéndonos? Esta pregunta ha sido abordada por filósofos y psicólogos a lo largo de la historia proponiendo teorías de los más dispares.

Algunos autores defendieron que cada persona tiene un estilo de afrontar las adversidades, por ejemplo, aquellas personas que son más prácticas y otras más emocionales. Otros autores consideraban que no era algo innato o personal, sino que nuestra forma de resolver un problema está muy influenciada por la situación. Lo que sí está claro es que estas estrategias de afrontamiento dependerán del tipo de problema al que nos exponemos.

Los tres tipos de problemas

A la hora de clasificar los problemas, podemos encontrarnos tres tipos:

  • Problemas resolubles que dependen de nosotros

Por ejemplo, presentarnos a un examen de la universidad. Está claro que influyen otros factores como haber descansado bien ese día o que el profesor no sea muy enrevesado con las preguntas, pero la mayor parte del peso a la hora de resolver este problema corre de nuestra cuenta. Podemos estudiar o dejarlo para el último momento, salir de fiesta sin parar o dejarlo para septiembre. Sea como sea, está en nuestra mano dedicar tiempo y estrategias a resolver este problema.

  • Problemas resolubles que no dependen de nosotros

El ejemplo prototípico de este tipo de problemas son aquellos dilemas sociales en los que nosotros “ni pinchamos ni cortamos”. Por ejemplo, dos amigos se enfadan entre ellos y crean un ambiente muy tenso en todo el grupo. Cada vez que salimos, se nota ese malestar y por mucho que intentamos mediar, la situación sigue igual. ¿Tiene solución? Por supuesto, pero no está en nuestra mano y por eso es importante aprender a ceder.

  • Problemas irresolubles

Tal vez son los problemas más difíciles de gestionar, ya que al no tener solución nos sentimos frustrados, culpables, decepcionados y tristes. Algunos ejemplos son una ruptura, una enfermedad, perder a un ser querido, pero también entra dentro de esta categoría aquellas relaciones en las que todo es tóxico, lo dejan una y otra vez pero siempre vuelven, y todos a su alrededor se preguntan cómo han durado tanto tiempo.

¿Cómo lidiar con un problema resoluble que depende de nosotros?

Como hemos visto, los problemas resolubles que no dependen de nosotros y los problemas irresolubles están en tierra de nadie. Poco podemos hacer más allá de poner distancia y tener paciencia. Sin embargo, cuando sí hay solución es habitual fracasar. En consecuencia, sentimos que todo nos va mal, que nunca sabemos resolver nuestras rayadas internas, y nuestra autoestima sufre. ¿Por qué ocurre esto?

Abraham Maslow, uno de los psicólogos más influyentes en la década de los 40, desarrolló una teoría muy sencilla para explicar este suceso. Según el psicólogo, “si sólo tienes un martillo, todo parece un clavo”.

Esta frase célebre se traduce en lo que el experto llamó teoría del martillo y explica por qué muchas veces nos obsesionamos con resolver un problema de la forma en la que lo hemos conseguido en el pasado. Por ejemplo, si durante toda tu carrera aprobaste con sobresalientes simplemente acudiendo a clase y leyendo por encima los libros, cuando el día de mañana te presentes a una oposición repetirás ese método de estudio. Suspenderás y te frustrarás, pero el problema es que tu forma de gestionar esa situación ya no sirve.

Esto también es aplicable a las relaciones personales, sobre todo tras una ruptura, explicando por qué repetimos conductas que con nuestra expareja funcionaban, pero que con nuestra nueva pareja provocan discusiones.

Entonces, ¿qué podemos hacer para solucionar un problema? Según Maslow, la clave está en probar nuevas estrategias. Deja de pensar como siempre lo has hecho y haz caso a quienes te rodean. Sigue sus consejos, prueba nuevas formas de afrontar tu día a día y equivócate, pero por lo menos habiendo aprendido por el camino.