Cuidados básicos de la piel en verano: de la limpieza e hidratación a la alimentación

  • Solo el 18% de las personas protege adecuadamente la piel

  • Las altas temperaturas favorecen las infecciones y las dermatitis

  • Limpieza e hidratación son los cuidados más importantes para la piel

Con la llegada del verano todos queremos lucir un buen bronceado, aunque esto conlleva a que haya quienes se exponen de manera elevada a los rayos del sol, al calor y a otros agentes externos que pueden dañar la salud de la piel, que es un órgano muy vulnerable. La realidad es que solo el 18% de las personas se protege adecuadamente, según la Academia Española de Dermatología y Venereología.

Las altas temperaturas pueden inducir la deshidratación del organismo y, por tanto, también de la piel. El organismo responde al calor con la transpiración y este exceso de humedad favorece las infecciones (pie de atleta) y las dermatitis, especialmente en las zonas donde hay pliegues. A ello hay que añadir el efecto de la radiación ultravioleta a las largas exposiciones al sol.

Además de un alto riesgo de desarrollar un cáncer cutáneo (melanoma), la piel envejece prematuramente, perdiendo su elasticidad y favoreciendo la aparición de arrugas. A corto plazo, una piel mal cuidada puede volverse seca, áspera, descamarse y adquirir una apariencia apergaminada o cuarteada, lo que se debe a la pérdida del factor hidratante que debe evitar la deshidratación de las células de las capas más profundas.

La limpieza y la hidratación son los cuidados más importantes que deben proporcionarse a la piel en verano, si bien la protección frente a la acción de la radiación ultravioleta procedente del sol también es igualmente crucial. Los cuidados básicos se resumen en los siguientes puntos:

Limpieza

Hay que ducharse al levantarse, por supuesto, pero también después de cada baño en la piscina o en el mar, o siempre que la actividad realizada hay supuesto una aumento de la transpiración. La higiene en verano es fundamental para prevenir infecciones, eritemas e incluso la deshidratación.

Hidratación

Las duchas y el hecho de beber agua (2,5 litros a lo largo del día) pueden prevenir la deshidratación de la piel. Sin embargo es conveniente complementar estas medidas utilizando leches hidratantes después de cada ducha, siempre que se haya tomado el sol y antes de acostarse. No hay que olvidar las zonas más secas: talones, codos y rodillas.

Protección solar

El uso de filtros solares, se tome o no el sol es fundamental para el cuidado de la piel, ya que protege a las zonas expuestas y previene las quemaduras y, a largo plazo, la aparición de melanomas. Estas cremas deben ser nutritivas, no grasas, con activos antiinflamatorios y con antioxidantes.

El moreno se debe adquirirse de forma progresiva, de modo que al principio hay que utilizar filtros de alta protección y, toda vez que se haya oscurecido la piel, reducir en algún grado. Hay que ponerse la crema solar antes de ir a la playa o la piscina y volver a hacerlo cada dos horas o después de cada baño.

Tomar el sol

Los expertos recomiendan que los baños solares no superen los 30 minutos diarios y siempre utilizando un filtro solar adecuado para cada tipo de piel. No se debería tomar el sol en las horas de mayor intensidad de radiación ultravioleta (de 12:00 a 17:00). Y después del baño solar, utilizar siempre una crema hidratante para recuperar la humedad natural de la piel.

Es importante conocer que el índice de protección no se refiere a la potencia de la protección, sino a la duración de esta. De este modo, un índice entre 1 y 5 protege durante 45 minutos, uno de 30 llega hasta una hora y media, y uno de 50 entre 3 y 4 horas.

Sudor

Las altas temperaturas favorecen la sudoración, pero se puede controlar utilizando ropas amplias, de fibras naturales como el algodón y colores claros (blanco), que favorezcan la circulación del aire en su interior y rechacen la radiación solar. Lo mismo ocurre con el calzado. Si se ha sudado en exceso, debe limpiarse la piel con una ducha y secarse muy bien.

Alimentación

Las verduras frescas y las frutas deben ser un componente fundamental de la dieta del verano, ya que favorecen la hidratación del organismo y, por tanto, también de la piel.

La ingesta de vitaminas ayudará a reducir el crecimiento de los dañinos radicales libres. De esta forma la vitamina A, se encuentra en la mantequilla, la yema de huevo y el queso, y la vitamina E está presente en aceites vegetales, nueces y almendras entre otros.

Por su parte, la vitamina C se puede encontrar en frutas y verduras de colores rojos y verdes y en los cítricos. Un beneficio destacable de esta es que además tiene un alto nivel de carotenoides, que estimulan la melanina para mantener un bronceado más bonito y duradero.