Disforia premenstrual, un trastorno silencioso: "Me pongo muy triste cada vez que me baja la regla"

  • El trastorno disfórico premenstrual afecta a alrededor del 1,8% de la población femenina o de los hombres trans que menstrúan

  • "Me di cuenta de que siempre que tenía un par de días malos porque estaba triste, era en la semana previa a que me bajase la regla”

Estradiol y progesterona, todo comienza con estas dos hormonas. Todos los meses, el cuerpo de las mujeres sufre unas variaciones hormonales cíclicas que desembocan en la menstruación. Hay quienes viven este proceso con total tranquilidad. No sufren dolores ni variaciones emocionales. Sin embargo, un pequeño porcentaje de la población experimenta disforia premenstrual, un trastorno más común de lo que imaginamos.

Cambios de humor, irritabilidad constante, autoestima por los suelos, tristeza sin motivo, nerviosismo o cansancio. Son muchos los síntomas característicos de la disforia premenstrual, pero para entender por qué suceden estos cambios primero debemos conocer el ciclo menstrual, y no precisamente como te lo explicaron en el colegio.

¿Cuál es el ciclo menstrual de la mujer?

Como pronosticábamos, la menstruación es responsabilidad de dos hormonas, el estradiol y la progesterona.

Todo comienza cuando nuestro cerebro empieza a segregar una hormona llamada 'foliculoestimulante'. El nombre es muy intuitivo, ya que su función es provocar la aparición de unos "pelitos" o folículos que recubren el óvulo hasta que madura pegado al ovario. Imagínate una margarita en la que las hojas son los folículos y la parte amarilla central es el óvulo.

A medida que los folículos crecen, liberamos 'estradiol', una hormona que provoca el engrosamiento del endometrio. En otras palabras, la mucosa del útero se vuelve más y más grande. ¿La razón? Generar un entorno agradable para que se implante un óvulo fecundado y se produzca el embarazo, como si de un colchón mullido se tratase. El aumento del estradiol a su vez provocará la liberación de una nueva hormona en el cerebro llamada 'luteinizante'.

La hormona luteinizante va a provocar que todos los pelitos del óvulo se desprendan y se libere otra hormona, la progesterona. Durante aproximadamente una semana, el óvulo ya maduro se separará del ovario y viajará hasta el útero en busca de ese colchón mullido llamado endometrio.

En este punto, los niveles de progesterona van a ser muy altos, pudiendo aparecer algunos efectos psicológicos indeseados: inquietud, tristeza, hambre voraz, agotamiento… Es decir, los síntomas típicos del síndrome premenstrual.

Si el óvulo no está fecundado, dejamos de producir estradiol y progesterona. El endometrio (la cama mullida del útero) se empezará a desprender provocando el sangrado característico de la menstruación, y poco a poco desaparecerán los síntomas premenstruales al decaer los niveles de progesterona.

Ahora ya conoces la explicación biológica de la menstruación, pero, ¿cuáles son las consecuencias psicológicas de estos cambios hormonales?

La disforia premenstrual: un problema silencioso

La gran mayoría de mujeres viven el ciclo menstrual de una forma tranquila, pudiendo experimentar un ligero malestar de vez en cuando, pero sin que resulte incapacitante. Sin embargo, alrededor del 1,8% de la población femenina o de los hombres trans que menstrúan, experimentan lo que se conoce como trastorno disfórico premenstrual.

¿Por qué unas personas lo sufren y otras no?, cabría preguntarse. Los niveles de estradiol y progesterona son diferentes de una mujer a otra. Habrá quienes tengan unos picos de progesterona muy elevados en la semana previa a la menstruación, provocando síntomas más marcados. Esto dependerá de factores como la alimentación, el estado de ánimo, el estrés diario, la vida sexual, la genética o el consumo de fármacos.

En el caso de Sabela, una joven de 24 años, la disforia premenstrual es algo de lo más habitual. "No me planteé que tuviese un problema hasta que un fin de semana una amiga vino de visita y estuve fatal. Estábamos en una terraza y me empecé a encontrar incómoda. No sé explicarlo muy bien, pero me molestaba todo. El ruido de la gente hablando, los olores, la voz de mi amiga… Todo. Me agobié y nos fuimos a casa, y me puse a llorar muchísimo", recuerda.

"Al llegar a casa me dio un ataque de ansiedad. Mi amiga intentaba tranquilizarme preguntándome que qué me pasaba, pero ni yo lo sabía. Al día siguiente estuve algo mejor, pero seguía anímicamente mal. Cuando mi amiga se fue a su ciudad, me bajó la regla y pensé que tal vez tuviese algo que ver". En ese momento, Sabela empezó a reflexionar sobre sus episodios de irritabilidad, ansiedad y tristeza. "Me di cuenta de que siempre que tenía un par de días malos porque estaba triste o porque había discutido con mi novio o con mis padres, era la semana previa a que me bajase la regla".

“La píldora no me iba bien, así que fui al psicólogo para tratar la disforia premenstrual”

"Empecé a buscar en Google y leí los síntomas del trastorno disfórico premenstrual. Inestabilidad emocional, enfados tontos, tristeza, tensión, agobio, descontrol, problemas para concentrarse… Todo me pasaba o me había pasado en algún momento", relata. "Fui al ginecólogo porque era algo que afectaba mucho tanto a mí como a mi círculo social y porque no era una cosa aislada. Me pasaba siempre. Total, que me recetó la píldora anticonceptiva".

Tras cinco meses tomando la píldora, Sabela empezó a experimentar un fuerte malestar físico. "Fui al médico porque tenía sangrados constantes y muy dolorosos. Me hicieron una analítica, algo que el ginecólogo que me recetó las pastillas no hizo, y me recomendaron dejar las pastillas". Al cesar el tratamiento hormonal, volvieron los síntomas premenstruales más acusados que nunca.

"Estaba desesperada y de casualidad leí una entrevista en la que salía una psicóloga experta en problemas asociados a temas ginecológicos. Tardé un par de meses, pero al final me animé a ir a terapia. Fue un punto de inflexión brutal", confiesa Sabela. "Jamás me imaginé que ir al psicólogo me ayudaría con algo que es tan físico, pero me salvó la vida".

Tras varios meses de terapia, Sabela aprendió a gestionar la sintomatología de la disforia premenstrual. Ahora, tres años después de la última sesión, la tensión y la tristeza es mínima. “A veces estoy un poco cansada o insegura, pero no he vuelto a tener esos ataques de ansiedad tan bestias ni tampoco discuto irracionalmente con la gente. Tengo una vida normal”.