El efecto Bridgerton: Por qué idealizamos nuestras relaciones y toleramos comportamientos tóxicos

Idealizar relaciones no es algo nuevo. La generación millennial soñaba con tener algo parecido a Monica y Chandler en Friends, y la generación zeta ha sustituido las comedias por romances de época. Ahora todos queremos ser los protagonistas de Los Bridgerton. Pero, ¿es sano montarnos películas en nuestra cabeza?

¿Por qué idealizamos las relaciones?

Desde que somos niños construimos una imagen de lo que es una relación perfecta, pero esto no ocurre por arte de magia, sino que depende de varios factores:

  • Las dinámicas de nuestra familia. Si crecemos en un hogar en el que nuestra madre siempre complace a nuestro padre –o viceversa–, y éste le habla mal o siempre está ausente, podemos acabar normalizando cierto tipo de comportamientos.
  • Las primeras experiencias afectivo-sexuales. Nuestras primeras veces pueden condicionar las relaciones futuras. ¿Cómo fue tu primer amor? A menudo mantenemos relaciones muy tóxicas cuando somos adolescentes y acabamos asumiendo que eso es lo que merecemos.
  • La sociedad en la que nos desenvolvemos. Nuestra cultura fomenta un sinfín de creencias relacionadas con el amor, algunas de las cuales son muy tóxicas: que los celos significan que alguien te quiere, que necesitas una pareja para estar completo, o que es imposible sentirte atraído por otra persona cuando tienes una relación monógama.
  • La ficción que consumimos. No podemos negar el peso de la ficción desde las películas de Disney que veíamos cuando éramos niños hasta las series de Netflix que consumimos de adultos.

El amor en la ficción: lo tóxico es lo deseable

Hay series con relaciones sanas. Por ejemplo, Jim y Pam en The Office o Kate y Anthony en Los Bridgerton. Tienen momentos de tensión y discrepancias, claro que sí, pero por norma general son relaciones bonitas, con respeto mutuo y con confianza. Desgraciadamente, esto no siempre ocurre así.

Somos muchos los que hemos crecido idealizando la relación de Bella y Edward en Crepúsculo o la de Blair y Chuck en Gossip Girl. Ahora nos llevamos las manos a la cabeza, pero seguimos aspirando a un modelo de pareja basado en el control, la posesividad y la manipulación. Muestra de ello es que cada vez que se lanza una nueva temporada de la serie You las redes sociales se llenan de comentarios pidiendo “un Joe Goldberg en su vida” aun a sabiendas de que es un psicópata y un asesino.

Sabemos que es ficción, pero deja huella. Al igual que normalizamos las dinámicas tóxicas en nuestra familia, también podemos acabar asumiendo como normales comportamientos completamente dañinos cuando no exponemos a ellos repetidamente a través de la televisión.

El efecto Bridgerton: cuando para llegar a la perfección toleramos lo tóxico

Como decíamos antes, no todo es malo en la ficción. Hay relaciones sanas, pero tampoco conviene idealizarlas ni obsesionarnos con aspirar a algo así, porque corremos el riesgo de acabar convirtiéndonos en una presa de nuestras expectativas.

En otras palabras, cuando aspiramos a una relación idílica y pasional como la de los protagonistas de Los Bridgerton podemos acabar pasando por alto conductas muy tóxicas, ya que nos autoconvencemos de que son excepciones o el precio a pagar para poder tener una relación perfecta.

Da igual que tu ligue ignore tus emociones, que te hable mal, que te haga ghosting y luego reaparezca… Todo es justificable, porque piensas que en algún momento va a cambiar y por fin vas a protagonizar esa relación de película que tanto ansías. Desgraciadamente, eso no es cierto.

Idealizar altera nuestro umbral para detectar red flags. Nos vuelve más dóciles, más permisivos, más manejables, y este tipo de características son un imán para atraer a narcisistas emocionales. ¿Cómo? Vendiendote una relación perfecta. Se presentarán como tu príncipe o princesa y te colmará de atención y piropos momentáneos, para después tratarte mal e ignorarte. Esto tiene nombre: love bombing, y está muy asociado a la peligrosa idealización.

Pero, ¿significa eso que tenga que pensar lo peor de mis ligues? Por supuesto que no. Es tan malo demonizar a todas las personas que intentan ligar contigo como idealizarles. Lo recomendable es crear expectativas realistas y saludables.

Aspira a una relación en la que te sientas seguro/a, en la que haya comunicación, en la que te traten con respeto y empatía, en la que construyáis una base sólida, y no a una relación perfecta.