Español, ¿qué sabes de la gripe española?

Celia Molina 14/12/2016 14:45

¿Por qué la gripe española se llama así?

Todavía hoy, la virulencia y la propagación de la denominada ‘gripe española’ sigue siendo un misterio. Tanto es así, que la comunidad científica aún no tiene claro cuál fue el punto de origen exacto, por mucho que se haya incluido nuestra nacionalidad en su nombre propio. En un principio, se dijo que el virus provenía de América (localizándolo por primera vez en Kansas) y que llegó a Europa con el traslado de las tropas indias que cruzaban el Atlántico para participar en la Primera Guerra Mundial (luego, de no haber existido este conflicto bélico, quizá no se hubiera expandido a nivel planetario).

¿Por qué se llamó ‘española’, entonces? Porque los países beligerantes no querían difundir la existencia de la gripe en sus medios de comunicación, para no asustar (aún más) a sus tropas. Como España no intervino, podía hablar sin ningún tipo de censura de una infección que se contagiaba a la velocidad de la luz, tanto dentro como fuera de sus fronteras (En Massachusetts, por ejemplo, seis días después de comunicarse el primer caso ya había 6.674 infectados). Hay que tener en cuenta que el Sur de Europa (y, en concreto, nuestra Península) fue la zona más afectada por el virus.

Ésta era la teoría aceptada hasta que apareció una nueva (aún por demostrar): el Museo Vasco de la Historia de la Medicina, La Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Estatal de Arizona presentaron un estudio en el que el foco de la ‘gran mutación’ del virus podría haberse generado en Madrid. Decimos ‘gran mutación’ porque ya es extraño que esta cepa, que era de origen aviar, se traspasara a los seres humanos; pero también lo fue su conversión de un virus agresivo pero no mortal a irremediablemente mortífero. Desde la primavera hasta el otoño de 1918, un altísimo y alarmante índice de españoles (tanto soldados como civiles) se contagiaron de la primera versión, salvando la vida, sí, pero también, pudiéndose convertir en la olla que estaba cocinando la mutación posterior. Según esta segunda hipótesis, el guiso de la gripe que después se propagó por tierra y mar, se hizo, pues, en nuestra casa.

‘La Muerte púrpura’

El nombre técnico de esta gripe es ‘Influenza virus A del subtipo N1H1’. Provenía de las aves y, en su origen, no contenía ningún tipo de gen humano. Sin embargo, en un proceso total de hasta 25 mutaciones, traspasó a las personas con un único diagnóstico: la muerte.

Un infectado cualquiera podía estar paseando tranquilamente por la mañana y, por la tarde, estar inmovilizado en una cama de hospital. A los tres días, como máximo, habría fallecido. Tal era la rapidez de sus efectos. Las enfermeras reconocían fácilmente los síntomas: Dolores musculares, fiebre muy alta (41º), cefaleas, complicaciones pulmonares y una rojez en la cara que, poco a poco, iría tomando un tono mucho más alarmante: el morado (cianosis). Cuando una de ellas veía a un paciente de color púrpura, le retiraba de su cama para dejar paso a otros enfermos, pues sabía a ciencia cierta que, a las pocas horas, estaría muerto. La pleuresía purulenta, la neumonía y la bronconeumonía anunciaban el momento final. Y nadie podía hacer nada para evitarlo.

¿Podría volver a pasar?

En 2005 (año en el que se alertó de una nueva gripe aviar), el investigador Adolfo García Sastre, profesor de microbiología en Nueva York, logró reconstruir el genoma del virus de la gripe española para estudiar sus mutaciones y poder prevenir, por tanto, su multiplicación. Este tipo de pandemias se dan entre 3 y 4 veces cada cien años y muchos científicos lo ven como algo inevitable. Sin embargo, los avances en tecnología e investigación hacen que éstas estén mucho más controladas. Por si acaso, es preferible no crear otro foco de infecciones con una nueva Guerra Mundial. No tentemos a la suerte.