Perder dientes siendo joven puede provocar inseguridades y problemas de autoestima: “No quería salir de casa”

  • La sonrisa perfecta es una imposición del canon de belleza occidental, que quiere que todos tengamos dientes blancos y regulares

  • En España, una de cada cuatro personas lleva un implante dental, pero los meses de espera hasta colocar la pieza definitiva pueden provocar problemas de autoestima

  • Una psicóloga propone varias recomendaciones para gestionar la inseguridad que provoca una sonrisa que no encaja en el estereotipo de perfección

La boca es un potente transmisor de información, y no sólo porque de ella emane el lenguaje. También es capaz de reflejar nuestro estado emocional, siendo responsable de las sonrisas de cortesía, esas que en realidad esconden un “me das más pereza que los lunes”.

Igual que se puede fingir una cara de felicidad, hay personas que anhelan todo lo contrario: no quieren sonreír bajo ningún concepto. ¿La razón? Que implicaría enseñar los dientes, y eso es algo que les acompleja enormemente.

Nuestra compañera, Perra de Satán, lo explicaba en uno de sus últimos stories de Instagram. “Estas semanas sin muela me he sentido un poco cortada por tener un boquete en la boca”, explicaba tras preguntar a sus seguidores si merecía la pena colocarse una pieza provisional hasta que su dentista coloque un implante definitivo. “Por lo que he visto hoy con vuestras respuestas masivas, todos estamos fatal de los dientes, pero lo cierto es que es algo de lo que no se habla mucho, ¿no? Es casi un tabú y da hasta vergüenza decir que se te ha caído un diente”.

Tal y como compartía, perder una muela le había provocado una fuerte inseguridad y “desatado miedos y ansiedades”. “He tomado la decisión de dejarme ahí el agujero tres meses porque, al final, no es el fin del mundo estar desdentada. Si se me ha caído una muela y me río y se me ve mellada, pues chica, la vida es así… Se nos caen los dientes”, concluía.

Una de cada cuatro personas llevan implantes dentales en España

Su testimonio no es el único, ya que en España se colocan al año entre 1.200.000 y 1.400.000 millones de implantes dentales, lo que se traduce en una de cada cuatro personas aproximadamente. Aun así y como explica Perra de Satán, existe un tabú que rodea a todo aquello que tiene que ver con la sonrisa siempre y cuando ésta no es perfecta.

“Tengo un problema llamado agenesia dental, que básicamente significa que no tengo algunos dientes definitivos. Por eso hasta los 18 años tuve varios dientes de leche”, explica Estíbaliz, de 26 años. La joven tuvo que esperar a cumplir la mayoría de edad para poder someterse a varias implantaciones dentales. “Justo coincidió con el primer año de carrera. Insegura, con brackets y sin cuatro dientes”, recuerda.

“Cuando pasan los años lo recuerdas como algo anecdótico, pero la dentadura y la falta de dientes provoca muchísima inseguridad. Hasta que no me pusieron los implantes yo no empecé a sonreír en fotos. Y cuando tenía los agujeros en la boca, que encima era en la parte de delante, yo no quería ni salir de casa. Luego me di cuenta de que toda mi adolescencia había intentado ocultar mis dientes evitando sonreír y hablando cabizbaja. Me acomplejaba mucho”, comparte Estíbaliz.

“Yo pensaba que iba a ser el fin del mundo, además en el instituto alguna vez me vacilaron por mis dientes, y arrastraba ese miedo. Pero al final está en tu cabeza. La gente suda lo más grande de cómo tienes o dejas de tener la boca”, afirma rotundamente. “El año en el que tuve brackets y me pusieron los implantes ligue con los chicos más guapos que me he ligado en mi vida, así que tampoco estaría tan mal”, bromea.

Cómo gestionar la inseguridad de una sonrisa “imperfecta”

Hemos creado una imagen idealizada acerca de lo que es una sonrisa perfecta: dientes blancos, simetría y ninguna pieza que sobresalga más de la cuenta. Pero esta idea mental es falsa y puede frustrarnos, porque ni con todos los implantes del mundo o años de brackets conseguirás lo que ves en los anuncios o en una foto de Instagram. ¿La razón? Que detrás de una fotografía hay filtros y, sobre todo, que esas sonrisas no son funcionales.

Una vez hayas asumido que todas las sonrisas son perfectas, aunque tengan dientes de tonalidad amarilla, paletos o colmillos más grandes de lo habitual, o separación entre algunas piezas, toca analizar tu complejo desde el punto de vista profesional. En otras palabras, es recomendable acudir a un dentista, ya que él te dirá si una ortodoncia, carilla o implante es necesario por motivos de salud, o si por el contrario sólo conlleva una mejoría estética.

Si la intervención dental es beneficiosa para tu salud, adelante. En cambio, si sólo es estética es importante tomarse un tiempo para reflexionar.

¿Hasta qué punto la presión es social o la inseguridad nace de ti? Las intervenciones dentales no son baratas, y si sólo vas a someterte a una para agradar a los demás, lo mejor es intentar aceptarte primero.

Para ello, intenta forzarte a hacer todas esas cosas que evitas. Por ejemplo, sonreír en fotos o mirarte en el espejo sin esconder tus dientes.

Eso sí, no puedes pasar de un odio absoluto a un amor incondicional. Si te acomplejan mucho tus dientes, el siguiente paso es aprender a tolerarlos. Poco a poco llegará la aceptación.

Y recuerda que lo que para ti es un mundo, para el resto de la gente pasa desapercibido. A lo mejor te da la sensación de que todo el mundo se fija en tus dientes torcidos o en ese agujero, pero nadie te está juzgando ni mucho menos criticando. Sobre todo, si tienes en cuenta que la mayor parte de la población se ha sometido a una intervención dental y han llevado brackets o llevan implantes y carillas.