Un 30% de la población podría sufrir ansiedad generalizada por el coronavirus

  • El 50% podría requerir intervención profesional para la depresión a causa del COVID-19, según el estudio de la UNED

Un 30% de la población podría presentar un trastorno de ansiedad generalizada, el mismo número podría tener severamente alterados los patrones de sueño y el 50% podría requerir intervención profesional para la depresión, según señalan los primeros datos de una encuesta que está realizado la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) para detectar las principales consecuencias en la salud y en el bienestar psicológico de la población a causa del COVID-19.

Por el momento, cuenta con un muestreo inicial de medio millar de personas y valores obtenidos en las tres últimas semanas. Este trabajo identifica también grupos de especial gravedad, con ansiedad y depresión un 20% y con ansiedad, depresión y trastornos en el sueño un 15%.

La investigación sigue en marcha y sus datos pueden servir para detectar y prever la demanda de cuidados psicológicos que serán demandados por los ciudadanos tras la vuelta a la normalidad. "Realizamos el estudio gracias a los datos facilitados por personas que colaboran voluntariamente en él. Son datos preliminares, pero valiosos para planificar el abordaje del problema", señala el catedrático de Psicología de la UNED Miguel Ángel Vallejo Pareja, quien dirige un proyecto de investigación destinado a determinar el impacto psicosocial del coronavirus.

La edad media de quienes han respondido a los tests es de 40 años, siendo el 73% mujeres y un amplio número, el 68%, con estudios universitarios. Se han recibido colaboraciones desde todas las comunidades autónomas. En su mayor parte, el 90% no están afectados personalmente por la enfermedad.

"Hemos podido constar que uno de cada tres participantes presenta un trastorno de ansiedad generalizada, al superar la puntuación de 10 en el cuestionario GAD, según criterios normativos validados para España. Por otro lado, uno de cada cinco requiere también intervención profesional para la depresión, según el PHQ-9, al superar la puntuación de 14", explica el director de la investigación.

Por otro lado, continúa, "los patrones de sueño se ven severamente alterados también en uno de cada tres, según puntuaciones del AIS. Todo ello muestra un panorama preocupante, más allá del brote y de la posibilidad de infestación.

También se ha detectado que las medidas de protección frente al virus, personales, como el lavado de manos, o sociales, como mantener distancia física entre las personas, no reducen el malestar emocional, como tampoco lo hace el tiempo que se dedica a buscar información sobre el virus. Y que la pandemia sea el tema estrella y ocupe gran parte del día a día influye ligera y negativamente en el bienestar emocional.

Sin embargo, apunta Vallejo, "no todas las personas presentan problemas que requieren atención profesional. Varios cuestionarios utilizados en el estudio indican que las personas menos afectadas son aquellas que buscan y toman medidas para resolver los problemas, reconociendo el malestar, pero sin dejar que el malestar les paralice, actuando como factores de protección".

"Por el contrario, los resultados señalan que las personas que se culpabilizan a sí mismas, le dan vueltas y revueltas a los pensamientos, niegan u ocultan el malestar, u optan por el aislamiento social, potencian el problema y obtienen puntuaciones más elevadas en ansiedad, depresión y trastornos en el sueño, actuando como factores de riesgo", señala.

El catedrático recuerda que el modo de enfrentar los problemas en general, y el COVID-19 en particular, es característico de cada persona, y no depende tanto del problema en sí sino de nuestra historia y de nuestro entorno, nuestro contexto personal y social.