La vacunación avanza a buen ritmo, muestra de ello es que el 58,51% de la población española ha recibido la pauta de vacunas completa contra el Covid-19, y el 68,81% al menos una de las dosis, según los datos del Ministerio de Sanidad. Sin embargo, muchas personas optan por no vacunarse, quizás influidos por el pensamiento conspiranoico.

De entre todos los motivos por los que rechazan las vacunas se encuentran el miedo a las consecuencias a largo plazo, las dudas respecto a los estudios de eficacia o la negación de la existencia del coronavirus. Y aunque la ciencia ha demostrado por activa y por pasiva que todos estos argumentos se caen por su propio peso, la decisión de vacunarse es individual en última instancia.

Los estudios científicos, las recomendaciones de profesionales y los casos de ingresos a personas no vacunadas son un hecho. No hay intereses económicos detrás de los datos y tampoco teorías conspiranoicas como la que afirma que el coronavirus fue creado por empresas farmacéuticas. Simplemente se busca prevenir el mayor número de complicaciones posibles, evitar que con la llegada del invierno volvamos a sufrir una oleada de contagios y, sobre todo, volver a la normalidad.

Con el auge del movimiento antivacunas nos enfrentamos a una nueva situación: ¿Qué hacer si tu amigo no quiere vacunarse, pero tú quieres proteger tu salud y la suya?

La actriz Jennifer Anniston lo tiene claro. “Aún hay una gran cantidad de gente que son antivacunas o simplemente no escuchan los hechos. Es una verdadera pena”, reflexionaba en una entrevista reciente. “He perdido a algunas personas que no han querido vacunarse o decir si han sido vacunadas o no, y es una lástima”, dejando claro que todo el mundo puede tener su propia opinión, pero lamentando la influencia de los bulos en algo tan serio como la salud pública.

Y es que si estás vacunado o te mueres de ganas de poderte vacunar, pero alguien de tu círculo cercano rechaza la vacuna, la reacción más normal es de indignación e incomprensión.

Una vez superado el shock inicial, puedes escoger dos vías: intentar convencer a la otra persona sobre la importancia de la vacunación o mandarla a freír espárragos. El problema es que, en ambos casos, es habitual acabar faltando al respeto a la otra persona por el simple hecho de que sus creencias, basadas en opiniones, no concuerdan con las tuyas, basadas en hechos.

Tú sabes que tienes razón y la ciencia sabe que tienes razón, pero la actitud arrogante y soberbia puede hacer que ganes la discusión y pierdas un amigo.

El objetivo a la hora de debatir con una persona que no quiere vacunarse no es quedar por encima de él, sino pensar en su salud y ayudarle a entender que los riesgos de la vacuna son mínimos en comparación con los riesgos del coronavirus. ¿Cómo puedes lograrlo?

Es entendible que te frustres, sobre todo cuando estás hablando con alguien que sí es cercano, pero que no te cae especialmente bien (véase un cuñado o el amigo de un amigo). Sin embargo, en esos momentos es cuando más importa mantener el respeto.

Por otro lado, es importante entender que cuando hablamos de antivacunas nos referimos a un espectro muy amplio de personas. En el extremo están los que realmente criminalizan las vacunas, ya sean contra el coronavirus o contra el sarampión. En un punto medio están las personas que tienen miedo, que han perdido a alguien, que no cuentan con información, o que no saben de quién fiarse. Si tu forma de reaccionar es agresiva, prejuiciosa o vejatoria, las personas que se sitúan en ese punto intermedio irán acercándose cada vez más a la postura extrema del movimiento antivacunas.

Otra opción muy respetable es mantener cierta distancia para proteger tu salud y la de la otra persona. De esta forma evitas las siguientes situaciones:

Pero entonces, ¿debo dejar de quedar con esa persona o quedamos sólo al aire libre y con dos metros de distancia? La respuesta a esta pregunta no te la podemos dar nosotros. Es muy personal, pero lo ideal es que decidas lo que decidas, lo hables con ella para que entienda tu postura y comprenda que sólo quieres protegerte y protegerla.

Tu decisión de alejarte no debe ser un castigo y tampoco una discriminación por motivos ideológicos, sino un acto premeditado basado en la ciencia y en la salud pública.