Sí, la tristeza de verano existe y por eso hay que cuidar la salud mental también en vacaciones

  • La tristeza de verano afecta a aproximadamente el 10% de la población

  • Debemos rebajar un poquito nuestras expectativas, sobre todo en plena pandemia global

Más horas luz. Mejor temperatura. Más tiempo libre. El verano tiene la combinación perfecta para relajarnos y coger energías para el resto del año. Sin embargo, esta estación puede ir de la mano de picos de ansiedad y desesperanza. Este fenómeno tiene nombre, tristeza de verano, y hoy lo analizaremos a fondo.

Existe la creencia popular de que el invierno es la estación más triste del año. En parte, esto es cierto. Los cambios de hábitos, la vuelta a la rutina, el aumento del ocio en casa y la menor cantidad de horas de sol propician un ánimo más apagado. Sin embargo, son muchos los que sufren este bajón en los meses más calurosos del año.

El verano es, junto con la navidad, la etapa del año más idealizada. Vacaciones, playas de agua cristalina plasmadas en stories de Instagram y una constante culpabilidad por no estar disfrutando de los mejores meses del año. Paradójicamente en el momento del año en el que prima el relax, muchas personas sufren picos de ansiedad y desesperanza.

Algunos expertos han puesto nombre a este fenómeno: trastorno afectivo estacional de verano o, en palabras más simples, tristeza de verano.

En una investigación que llevó a cabo el psiquiatra Michael Terman, pionero de la cronoterapia, aproximadamente el 50% de los encuestados en Nueva York aseguraron sentirse más tristes y abatidos en otoño e invierno. No obstante, un 12% aseguró sufrir esta sensación de desánimo también en verano. Se conoce como trastorno afectivo estacional de verano (SAD, en inglés) y presenta a grandes rasgos la misma sintomatología que la de invierno. Se trata de un fenómeno que afecta a aproximadamente el 10% de la población, provocando apatía, cansancio, falta de motivación, ansiedad y tristeza.

Algunos expertos han hipotetizado que la tristeza de verano se produce por un exceso de luz, cambiando los ciclos de sueño y provocando síntomas depresivos. Estas teorías nunca se han demostrado ciertas, existiendo otras causas mucho más probables:

1. Cambios de rutina

Muchas veces subestimamos el peso de los hábitos alimenticios, el ejercicio físico o el sueño, pero influyen enormemente en nuestra salud mental.

En vacaciones nos acostamos más tarde y, en consecuencia, madrugar nos cuesta mucho trabajo. También es habitual comer fuera con más frecuencia. Cerveza y tapas, un combo que puede provocar molestias estomacales y cansancio físico. Si a esto le sumamos el sedentarismo (a más calor, más ganas de tirarse en el sofá a ver la vida pasar), tenemos el caldo de cultivo ideal para la tristeza de verano.

2. Demasiadas expectativas

Todos los años nos pasa lo mismo. En mayo comenzamos a imaginar nuestras vacaciones de verano ideales. Festivales, fiestas interminables hasta el anochecer, escapadas rurales con amigos, un viaje de ensueño con nuestra pareja recorriendo todas las calas del Mediterráneo. ¿Demasiado bueno para ser cierto?

Debemos rebajar un poquito nuestras expectativas, sobre todo en plena pandemia global. Es posible que ese viaje ideal que planeaste con tus amigos no pueda llevarse a cabo, que el festival al que tantas ganas tenías de ir se cancele o que no puedas ir de viaje con tu pareja porque vuestras vacaciones no coinciden. Anticipar estos contratiempos evitará un bajón emocional a posteriori.

3. Problemas económicos

El verano es, al igual que la Navidad, una fecha pensada para gastar. Surgen mil planes fuera de casa y nuestro bolsillo lo nota. Entre cenas fuera de casa y viajes, la cuenta corriente acaba temblando.

Intenta hacer planes low-cost. No tienes que avergonzarte si este año no puedes permitirte determinados planes, es totalmente comprensible teniendo en cuenta las altas tasas de paro juvenil, sobre todo tras la pandemia.

4. Mucho tiempo, pero no de calidad

Tenemos más tiempo libre, pero, ¿cómo lo invertimos? O bien no hacemos nada, lo cual nos genera culpabilidad, o bien realizamos actividades que no nos llenan especialmente.

También hay muchas personas que aprovechan las vacaciones para visitar a sus padres, y no en todos los hogares reina la paz y la tranquilidad. Cuando tu familia es conflictiva y vuestra relación no es ideal, las vacaciones pueden aumentar la sensación de apatía y los síntomas de ansiedad o depresión.

Intenta evitar situaciones que te generen malestar en la medida de lo posible, implantando planes más productivos: haz una ruta, vete a la piscina de un amigo, aprovecha para leer o estudiar algún curso, haz voluntariado… ¡Hay decenas de actividades que pueden salvar tu verano!