Atrapado en una cuarta planta sin ascensor y con las dos piernas amputadas

  • Pepe Baéz ha aprendido a bajar las escaleras prácticamente arrastrándose

  • Para subir necesita que le ayuden: "Solo bajo cuando estoy muy desesperado"

  • Espera alguna ayuda para la instalación de un ascensor en el edifico

Pepe Baéz es un vecino del barrio de la Fuensanta, en Córdoba, que tiene las dos piernas amputadas y que vive desde hace unos años atrapado en un cuarto piso y sin ascensor. Las pocas ocasiones en las que este hombre de 59 años se aventura a bajar la escalera prácticamente tiene que ir arrastrándose, y luego necesita ayuda para volver a subir. Su caso no es único, puesto que en su mismo bloque viven varios ancianos en una situación parecida, según informa 'El Faro de Vigo'.

"Cuando me cortaron una pierna bajaba arrastrándome, pero al año me cortaron la otra y la cosa se puso cada vez más difícil", relata este cordobés que vive con su mujer y su hijo y ha aprendido a convivir con su nueva situación física, herencia de largas horas al volante de un camión.

"Tenía problemas de circulación, empecé con dolores en la espalda por el asiento y los bultos que cargaba, luego me vino la diabetes y gracias a dios que se ha parado ahí", relata después de "doce o trece" operaciones y a la espera de una más que tienen que hacerle para ponerle unos anclajes que le permitan andar por su casa.

"El problema sigue siendo la calle"

"El problema seguirá siendo la calle. Al principio me bajaban entre dos, haciendo la carretilla, hasta que un día me dije: p’lante que si no, me muero aquí en vida". Desde entonces puede bajar aunque con mucha dificultad, pero para subir sigue necesitando que le ayuden o bien su hijo y sus amigos, o su mujer y su sobrina. "Por eso solo bajo cuando ya estoy muy desesperado, a lo mejor una vez a la semana", explica.

De momento, espera sin éxito alguna ayuda para la instalación de ascensores y relata que tampoco logró ninguna subvención para adaptar su cuarto de baño. "Me gasté 2.900 euros en arreglarlo, pero ahora no puedo entrar con la silla de ruedas", apunta. "Al Ayuntamiento no he ido porque no soy partidario de ir pidiendo, pero todo el mundo sabe cómo estamos los que vivimos sin ascensor aunque se hagan os locos. La realidad de la vida es dura, para el que la está viviendo", afirma Pepe, quien admite que su situación "es como estar enterrado vivo".