La contaminación atmosférica puede llegar a la placenta

  • Queda por saber si las partículas contaminantes llegan al feto

Científicos belgas han detectado partículas de carbono negro, que dan su color al hollín, en el lado fetal de la placenta de mujeres expuestas a la contaminación atmosférica durante su embarazo. Las partículas de carbono negro aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Ahora queda por averiguar si llegan al feto.

Hasta 28 mujeres gestantes expuestas a la contaminación atmosférica participaron en el estudio de la Universidad Hasselt, publicado por la revista Nature Communications, que ha detectado partículas de carbono negro en el lado fetal de la placenta.

Las finas partículas de carbono negro, que dan su color al hollín, se liberan en el aire a diario, en gran parte por la combustión incompleta de combustibles fósiles, de biocombustibles y biomasa. Su presencia en la atmósfera aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, además de ser causante del calentamiento global.

Los científicos encontraron que diez madres que habían estado expuestas a altos niveles de partículas de carbón negro residencial (2,42 microgramos por m3) durante el embarazo tenían niveles más altos de partículas en la placenta que otras diez madres expuestas a bajos niveles (0,63 microgramos por m3).

Los investigadores han descrito una visión general de los cambios moleculares en la placenta –incluidos los epigenéticos– causados por la contaminación del aire, en un artículo de revisión publicado en la revista Clinical Epigenetics.

Sin embargo, a pesar de estos resultados los autores se muestran cautos y sostienen que resulta imprescindible realizar más estudios para determinar si las partículas son capaces de llegar al feto.

“Necesitamos comprender si la acumulación de partículas de carbono negro en el tejido placentario puede ser responsable de los efectos adversos asociados con la exposición a la contaminación del aire durante el embarazo”, concluye el responsable de la investigación belga, Tim Nawrot.