Los guardias civiles en el País Vasco, marcados aún por el terror sembrado por ETA

Informativos Telecinco 04/05/2018 22:01

El final de los atentados de ETA no ha acabado con la desconfianza. Ni con el odio. Las familias de los guardias civiles destinados en el País Vasco no viven una situación de normalidad. Aún hay agentes que llevan a sus hijos a colegios de otras provincias, e incluso al sur de Francia.

“Yo no podía ir a llevar a mi hijo... Si mi mujer estaba mala, tenía que ir sí o sí. Aguantamos ese año y luego determinamos mandarle a unos 6 kilómetros de donde vivimos”, relata un agente dando cuenta del precio de ser Guardia Civil en su propia tierra. “Algunos marchamos a Castro Urdiales, a Burgos”, cuentan.

Las familias pagan esa factura del rechazo; de lo hostil de una parte de la sociedad. “Considero que son más víctimas que yo. Para ellos es difícil durante años haber tenido que mirar debajo del coche”, lamenta.

En el colegio, los pequeños mienten. Ni una pista sobre sus padres. “Dicen que su padre es informático o que arregla lavadoras. Decías que si jugaban en el colegio eligieran ser ladrones”, relatan. Y las parejas sufren ese silencio: “La mayoría de las medallas de los guardias las deberían haber recibido nuestras mujeres”, subrayan.

ETA ha dejado de matar, pero no todo ha terminado. “Sabes que no te van a matar; vas a montar con tus hijos en el coche y no vas a volar por los aires”, afirman, pero no siempre fue así.

Pasarán generaciones, dicen, para que la normalidad sea para todos.