La explosión pirotécnica que desdibujó la aldea de Paramos para convertirla en una montaña de escombros, dejó dos muertos y más de 30 personas heridas. Más de 90 viviendas acabaron arrasadas, algunas literalmente desaparecieron. La onda expansiva fue tal que reventó cristales en un radio de cuatro kilómetros a la redonda.
Los vecinos denuncian que tres meses después todo sigue igual. Sólo se ha ejecutado la primera fase: retirada del amianto, pero aún quedan por eliminar los escombros y no sabe quién lo hará y cuánto costará.
Ni las autoridades ni las aseguradoras dan información. Los vecinos denuncian “abandono” y “despropósito”. 700 personas esperan unas ayudas que no llegan, mientras el propietario de la nave que estalló continúa en la cárcel a la espera de juicio. Francisco González tenía además otros dos zulos donde fabricaba explosivos para venderlos en el mercado negro.