Estás en el agua, durante un tiempo prolongado, ya sea en la piscina, la playa, la bañera... y de repente, te miras los dedos y observas que la piel está arrugada. Aunque parezca raro, es algo normal, desaparece por sí sola y la explicación para este suceso es muy sencilla.
Nuestra piel está cubierta con sebum o sebo, un aceite de la capa más externa de la piel que la protege. Por ello, cuando estamos en contacto directo con el agua nuestras manos no la absorben como hacen las esponjas.
Sin embargo, al estar mucho tiempo en contacto con el agua este sebo desaparece, y puede penetrar hasta las capas más internas de la piel. Aunque antes los expertos creían que esto se debía a que la piel se hinchara, ahora diversos estudios creen que es por otro motivo: es una reacción autonómica del sistema nervioso, una constricción de los vasos sanguíneos.
Algunas investigaciones han concluido que este fenómeno se utiliza también a modo de agarre del organismo: es más fácil coger objetos mojados o bajo el agua con los dedos arrugados.