El trance de un menor que declara contra su padre

  • El objetivo de la sala Gesell es humanizar la justicia

  • La Comunidad de Madrid ha invertido 24 millones de euros en infraestructuras judiciales

Se llama cámara Gesell, el nombre de un prestigioso pediatra que concibió esta sala para no perturbar el testimonio de los menores. La Comunidad de Madrid nos la muestra. Es pionera, un intento más de humanizar la justicia. Un espejo espía protege a las víctimas vulnerables del acusado que les mira desde la sala de observación. Dos salas muy diferentes. Una fría para el juez, los abogados y el criminal, y la que llaman la sala amigable para los pequeños; muebles bajitos, colores chillones, juegos... Cuando entran juegan con ellos a la oca, al parchís o hacen puzles. Lo llaman calentamiento emocional.

No lloran mucho porque el trabajo con los niños y niñas consigue crear un clima adecuado, “amigable”. Cuando está distraído y relajado cambia de ubicación y se sientan en la mesa de declaraciones. Justo delante del espejo. El pequeño no ve lo que hay al otro lado, le explican que le están viendo unas personas interesadas en lo que tiene que contar. Alguna vez preguntan si “su papá” está ahí. La psicóloga, o el psicólogo traslada las preguntas pactadas con el juez y los abogados de la defensa y la acusación. Cuando tienen alguna pregunta que sale del guion se la trasladan al pedagogo a través de un pinganillo. Para el juez es muy importante ver los gestos de los menores sobre todo cuando intentan describir los abusos, con sus pequeños recursos. No siempre comprenden lo que ha ocurrido.

Los que sufren abusos en el ámbito intrafamiliar intentan proteger su hogar aun a pesar de haber sufrido tanto. Pura supervivencia. No quieren perderlo todo. Y esconden. Incluso se sienten culpables. Es porque se han criado de esa manera y no alcanzan a comprender lo que les han hecho. Los psicólogos nos explican que suelen descubrirlo cuando ya son adolescentes y comienzan a interactuar sexualmente. Entonces se vienen abajo al comprobar que aquello era una anormalidad. Las preguntas tienen que ser especiales para ellos. A un pequeño un abogado le preguntó por una felación, el niño no sabía lo que es una felación. Entonces no había cámara Gesell y el sufrimiento era muy grande.

Con esa sala y la intervención de un profesional todo es más llevadero para ellos. Para cada edad, una forma de preguntar, un lenguaje. Y para cada personalidad otra distinta; el nivel madurativo influye y depende de cada familia. Son víctimas también de los malos tratos o niños que han visto o vivido la violencia machista. Cuesta mucho hacerles ver que su padre es un delincuente, que lo que han visto desde siempre no puede aceptarse. Cuesta que declaren contra sus padres.

Otra cosa es los que han vivido un hecho puntual como los de Valga, en Pontevedra, testigos de un crimen atroz. Su padre disparó a la madre cuando los iba a llevar al colegio. Estaban dentro del coche y asustados se refugiaron con un vecino. Para entonces ya habían visto morir a su madre, su tía y su abuela. También las dos pequeñas de Ciudad Lineal, amenazadas por el padre cuando estaba acuchillando a la madre en la escalera. Intentaron salvar a su madre pero no pudieron. Llamaron al 112 y pidieron ayuda por la ventana. Tendrán que declarar en la sala Gesell. Cuando lleguen tendrán itinerarios distintos para ellas, para que no tropiecen con su padre custodiado por las fuerzas y cuerpos de seguridad. Si un pequeño ve a su verdugo, automáticamente se bloquea y es complicado tomarle declaración.

También los utilizan para las mujeres víctimas, para que no vean a su pareja. Para que no duden, ni el miedo les haga negarlo todo. Colocados cada uno en su habitación, separados por el espejo espía, cuando se cierra la puerta en la sala de observación todos miran y escuchan. Un ordenador graba. En la sala amigable las cámaras graban. Hay dos, una en cada lado de la sala. El micrófono está en el techo. Todo queda grabado. Servirá como prueba preconstituida para que la víctima no tenga que repetirlo dos veces, para que no tenga que volver a ver la cara de quien tanto teme. Ni declarando en los juzgados, ni en la audiencia durante el juicio.

La Comunidad de Madrid ha invertido 24 millones en infraestructuras judiciales. Humanizar la justicia es el objetivo. No solo con la cámara Gesell, también con cambiadores de bebé en los juzgados para las mujeres víctimas de la violencia de género, biombos para lactancia, columpios para los pequeños que las acompañan a declarar o distorsionadores de voz para testigos protegidos. Como dice la directora de Infraestructuras Judiciales, Carmen Martín, tiene que ser igual que ir a un hospital, “el día que vas a un juzgado te puede cambiar la vida”.