Vivimos por y para nuestra vida social. Por ello, nuestro cerebro está constantemente alerta, a la espera de que pueda haber una llamada o una notificación importante. Llega hasta tal punto que nos hace sentir vibraciones que no existen, ya que prefiere ‘pecar’ de precavido para no pasar por alto algo que pueda ser relevante. En otras palabras, el cerebro funciona como un mecanismo contra incendios, que detecta humos que no suponen ningún peligro, pero aún así activa el mecanismo de seguridad.
Las vibraciones fantasmas se explican a través de la Teoría de la Detección de Señales. Mediante ella se analiza el modo en el que se reciben los estímulos. El grado de acierto en la recepción de estos depende del contexto y de la sensibilidad del estímulo. En el caso del teléfono móvil depende del lugar en el que lo llevemos guardado o la intensidad de la vibración a la que creamos que lo tenemos puesto. También tienen dependerá en gran medida de las predisposición mental que tengamos a que suceda la llamada.