Aún están abiertas todas esas heridas en todos aquellos que contemplaron, que viveron en directo, los terribles momentos del atentado. Su memoria recuerda una y otra vez la angustia y el dolor de aquellos instantes que les han afectado de por vida. A pesar de eso, muchos no han sido reconocidos como víctimas del 17-A.
Es el caso de Silvia Aranda, que estuvo 5 horas confinada en una farmacia, o de Ramón Serrano, un hombre que estaba subiendo en autobús hacia Las Ramblas y que no dudó en bajarse a ayudar a los heridos.
A pesar de haber vivido los momentos de tensión, y de seguir teniendo síndrome de estrés postraumático, el Ministerio no les reconoce como victimas, ya que no estuvieron directamente en la trayectoria de la furgoneta que causó la muerte de 15 personas. Como ellos, más de 200 personas luchan para que se reconozca que ese infierno también ha marcado desde entonces su vida.