Era un día de Reyes de hace 27 años cuando Lola Flores, la inventora de la marcha, llegaba a un plató que estaba hecho a su medida. Con Jesús Vázquez y Penélope Cruz como presentadores de 'La Quinta Marcha' se hacía un maratón de baile y ella, reina del movimiento, no podía faltar a esa cita.
Antes de lanzarse a la pista, el huracán de ojos negros se atrevió con una entrevista y como en las buenas historias frente al fuego, le hicieron un corro esperando a que hablase. La gran Lola Flores rodeada de toda esa juventud regalaba una estampa maravillosa de ver en televisión. Agradecida por la invitación se arrancaba a hablar afirmando que su fórmula secreta para ser feliz se encontraba en "estar con lo que se lleva ahora" y desde luego que a integración no había quién le ganase.
Habló de un novio tipo lord al que no había mentado en sus memorias. Confesó que le gustaba 'Michael Janson' y definió a Tina Turner como la Lola Flores de Nueva York. Su gracia la llevaba al fin del mundo y se abrió tanto que se atrevió a decir que no comulgaba nada con las canciones "de ese que se movía tanto" refiriéndose al mismísimo Prince.
Lola Flores era clara y transparente un torbellino de palabras con un duende innato. Y aprovechando aquella lección de vida confesó que, lo primero para ella era "el amor, la música y que había que pensar y rodearse de todo lo bueno y dejar 'lo malo'... para ellos". Y, ¡boom! sin quererlo anunciaba la frase que encabezaría a día de hoy el estribillo más sonado de las discotecas con la canción de Brisa Fenoy de 'Lo Malo'. Lo suyo era ya de otro planeta.
Y cuando pensábamos que Lola no podría sorprender con nada más, salía al escenario más flamenca que nunca y se marcaba con 'Alvariño', la canción favorita de su nieta Alba Flores, un nuevo estilo de rap. Desde luego que para cansar a la Faraona hacían falta más de cien mil maratones.