Las pruebas del crimen de Patraix llevan al amante de Maje al centro de todas las investigaciones policiales. Salvador Rodrigo cometió varios errores a la hora de borrar las pruebas que lo incriminaban. El asesino limpió el cuchillo con agua y jabón y luego lo metió en una bolsa y lo tiró a un pozo con lodo, después lo enterró con cemento, gravilla, piedras y arena pero así la limpieza no fue perfecta y quedaba un resto de ADN en el arma. Este microscópico resto de sangre pertenecía al marido de Maje. Asimismo, desmontar el mango del cuchillo y guardarlo en una bolsa de plástico hizo que la policía pudiera encontrar el resto de ADN.