Endika Montiel, dietista y personal trainer de futbolistas: "Dejemos de ser esclavos de contar calorías"

Acaba de publicar 'Esclavos de la comida' un libro en la que declara la guerra a contar calorías
Hablamos de cómo es su alimentación, de por qué un libro sobre dejar de obsesionarse y de mucho más
Fue futbolista del Athletic, pero su interés por la nutrición y sus entrenamientos le llevaron a hacerse con el título de Mister Olympia 2016
Endika Montiel fue futbolista, concretamente del Athletic, pero se desencantó y terminó colgando las botas siendo aún muy joven. Lo que nunca abandonaría sería su interés por la nutrición y unos entrenamientos que en su día, en 2016, le llevarían a hacerse con el codiciado título de Mister Olympia. Lo que no quita que a partir de aquello decidiera decir 'sayonara baby' al conteo de calorías, una práctica más común de lo que piensas que a él le llevó a la obsesión. Lo cuenta con multitud de detalles en 'Esclavos de la comida', el libro que acaba de publicar con el objetivo de compartir las trampas y las creencias erróneas en torno a lo que comemos.
Antes ya había creado una legión de seguidores gracias a 'Ayuno consciente', el debut de este --en la actualidad-- conferenciante y divulgador científico que es, además, experto en psicoinmunologia clínica, dietista y personal trainer de reconocidos futbolistas. Desde su perfil en Instagram, donde le siguen 365.000 usuarios, habla de las rutinas que a él le han funcionado para llevar una vida más plena y feliz, pero nosotros hemos preferido sentarnos con él, frente a frente, para abordar temas que afectan a muchos aficionados al ejercicio.
En tu nuevo libro dices que tienes una habilidad para conectar con quienes te confían su salud. ¿Cómo de importante es que exista esa conexión para que haya resultados?
La conexión es clave. Sin confianza y sin esa conexión genuina entre el asesor y la persona que está buscando mejorar su salud, es muy difícil que haya resultados sostenibles. La nutrición y el cambio de hábitos no son solo cuestiones técnicas, también tienen una dimensión emocional y psicológica. Si la persona siente que puede abrirse, contarme lo que le preocupa y recibir una respuesta honesta y personalizada, el proceso se vuelve mucho más fluido. He trabajado con personas que han tenido experiencias previas muy negativas porque sus asesores no entendían su contexto emocional o social. Si la conexión no existe, los resultados son difíciles de mantener porque falta esa motivación interna que viene de sentirse comprendido y acompañado.

De todas las creencias erróneas que hay ahora mismo deambulando por ahí, ¿cuál te parece especialmente peligrosa?
Ahora mismo hay una corriente peligrosa que promueve la idea de que las calorías son lo único que importa y que puedes comer lo que quieras mientras estés en déficit calórico. Este enfoque ignora completamente el impacto hormonal, inflamatorio y metabólico de los alimentos. Comer 2.000 calorías de ultraprocesados no tendrá el mismo efecto que 2.000 calorías de alimentos reales y nutritivos. Este mensaje está calando muy fuerte en las redes porque es atractivo y parece fácil de seguir (“si estás en déficit, todo vale”), pero lleva a problemas de resistencia a la insulina, inflamación crónica y problemas digestivos que luego son mucho más difíciles de solucionar.
De los muchos divulgadores sobre alimentación que hay en las redes, ¿hay alguno con el que tengas especial afinidad? Habrá corrientes con las que sintonices y otras que te hagan salir corriendo.
Siento afinidad por aquellos que combinan un enfoque científico con una comprensión realista de la vida cotidiana. Personas como Huberman o Peter Attia me parecen grandes referencias porque explican la ciencia de manera clara, pero también entienden que el contexto y las emociones son importantes. También sigo a algunos expertos en ayuno y nutrición evolutiva porque sintonizan con mi visión sobre la importancia de la flexibilidad metabólica y la nutrición basada en alimentos reales. Lo que me hace salir corriendo son los mensajes simplistas y dogmáticos: las dietas basadas en solo un macronutriente o el mensaje de que “una caloría es una caloría” sin tener en cuenta el contexto metabólico.
Se cumplen 10 años de tu título de Mr. Olympia. ¿Es una fecha que sigues teniendo grabada? ¿Ahora ya te tomas uvas en fin de año?
Claro que lo tengo grabado. Fue una experiencia que me enseñó muchísimo sobre disciplina, compromiso y sobre cómo funciona el cuerpo bajo una estructura muy estricta. Pero también aprendí lo que no funciona para la salud a largo plazo. Contar calorías y vivir en un estado constante de restricción y presión no es sostenible ni saludable. Ahora he trasladado esa disciplina a un contexto mucho más equilibrado, entendiendo mejor las señales del cuerpo y escuchando lo que realmente necesita. ¿Las uvas en fin de año? ¡Claro que sí! (risas) Ahora tengo una relación mucho más relajada con la comida y entiendo que una comida o una celebración no van a afectar en absoluto a mi salud general si el resto del tiempo mi alimentación está bien estructurada.
¿En qué consiste un día normal en tu “nueva” vida? ¿Qué haces además de atender a tus clientes y subir contenido a las redes?
Me levanto temprano, hago mi rutina de exposición a la luz solar y, si entreno en ayunas, tomo tirosina y carnitina para optimizar la oxidación de grasa. Dedico una parte de la mañana a crear contenido y responder mensajes de clientes. El entrenamiento sigue siendo importante, pero ahora priorizo sesiones más cortas e intensas de fuerza (45-60 minutos) y trabajo mucho la movilidad. La tarde la reservo para consultas y planificación estratégica. También intento desconectar un rato al final del día con mi familia o saliendo a pasear. La clave ahora es el equilibrio: entreno porque me hace sentir bien, no porque sienta que debo hacerlo para mantener un físico concreto.
Para alcanzar un mindset ganador hay que prestar atención a nuestro intestino, ¿es así? ¿Puede darse el caso de que alguien lo tenga de forma innata?
Sí, el intestino y la microbiota tienen un impacto directo en el estado emocional y mental. Hay una conexión directa entre el intestino y el cerebro (el eje intestino-cerebro), y un intestino inflamado o con desequilibrios en la microbiota afecta a la producción de serotonina y dopamina, que regulan el estado de ánimo y la motivación. Sobre el mindset ganador, hay factores genéticos y de contexto que influyen, pero la gran diferencia la hace la mentalidad que construyes mediante la exposición al estrés, la resiliencia y la estructura que adoptas en tu vida. La suerte genética solo te da una pequeña ventaja; el trabajo consciente es lo que marca la diferencia a largo plazo.

¿Qué piensan en tu entorno más cercano de todo esto? ¿Te los has llevado a tu terreno o sigue habiendo algún reacio?
Mi entorno ha visto mi evolución y el impacto positivo que ha tenido en mi vida, así que la mayoría ha adoptado algún aspecto de mi filosofía. Mi pareja también sigue una estructura similar y ha visto cómo mejora su salud y su energía. Mis padres han hecho algunos cambios, pero es cierto que las generaciones mayores son más resistentes a ciertos conceptos como el ayuno o la reducción de carbohidratos. Al final, predicar con el ejemplo y no imponer nada es lo que acaba funcionando mejor.
Del ayuno ya hablaste en profundidad en ‘Ayuno consciente’ y ahora vuelves a dedicarle un capítulo. Además, viene acompañado de muchos datos acerca de la microbiota, “esa gran desconocida”. ¿Podemos decir que forman una dupla maravillosa?
¡Totalmente! El ayuno y la microbiota son una combinación perfecta. El ayuno promueve la autofagia, reduce la inflamación y permite que el sistema digestivo descanse, lo que facilita que la microbiota se regenere y se reequilibre. Si tienes una microbiota sana, la digestión, la respuesta inmunitaria y el metabolismo mejoran notablemente. Es como un equipo sincronizado: el ayuno prepara el terreno y la microbiota optimiza la respuesta metabólica y hormonal.
Mi médico de cabecera no me recomienda ayunar, afirma que es mucho mejor comer algo ligero, incluso cuando no tenga hambre.
Es una cuestión de tradición y de una visión anticuada sobre la alimentación. Antes se pensaba que el metabolismo “se apagaba” si no comías cada pocas horas, y muchos profesionales siguen repitiendo ese mensaje por costumbre, no porque tenga una base científica real. El cuerpo está diseñado para soportar periodos de ayuno, y los beneficios metabólicos y hormonales del ayuno están bien documentados. Si no tienes hambre, es mejor respetar esa señal que forzar una comida innecesaria.
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