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¿Por qué nos enfadamos tanto en la cocina?

Los motivos por los que nos enfadamos más en la cocina que en otras estancias
Los motivos por los que nos enfadamos más en la cocina que en otras estancias. getty images
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Hay a quien estar en la cocina le relaja. Cortar los ingredientes, ponerse el delantal, ir haciendo paso a paso los platos… Para muchos no deja de ser su momento de paz. Sin embargo, hay otro buen puñado de personas a las que estar entre fogones o recogiendo la cocina les hace más irascibles. No solo por cocinar, sino por tener que ponerla en orden, verse obligados a hacer la comida o encontrársela manga por hombro. Y eso a veces le ocurre hasta a quien más le gusta cocinar. ¿Por qué nos enfadamos más en la cocina que en cualquier otra estancia?

La coach y mentora experta en gestión de la ira Sonia Díaz Rois explica que existen varios factores que nos llevan a ponernos de mal humor cuando estamos en la cocina, una de las estancias del hogar en las que más tiempo pasamos cada día.

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Factores que nos provocan el mal humor

Uno de esos factores es el fisiológico y por el que todos pasamos: el hambre. Cuando llevamos muchas horas sin comer, baja la glucosa y cuando eso pasa la corteza prefrontal (la parte del cerebro que gestiona los impulsos y las decisiones) se desconecta un poco. Y lo que sale entonces no es precisamente “¿quieres que te ayude, cariño?”, sino algo más parecido a “¿por qué tengo que hacerlo todo yo?”. El cuerpo interpreta la falta de energía como estrés, libera cortisol, adrenalina… y eso termina con mucha menos paciencia. 

Otro factor clave es el mental, cuando la carga de la cocina recae en una única persona que es la que hace la compra y planifica las comidas, quien las cocina y quien luego debe recogerlo todo. Una serie de tareas que van haciendo mella en la persona, más aún si cuando la cocina se encuentra desordenada, con el fregadero lleno y la encimera sin recoger, lo que genera una mayor sensación de frustración.

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Y existe otro: las prisas del día y el cansancio que nos provoca. Normalmente los enfados no surgen el día que más tiempo tienes para cocinar, sino cuando vas con prisa, momento en el que cualquier comentario o gesto que en otro momento no tendría ninguna consecuencia, nos sienta mal.

Cómo gestionar el enfado

“La cocina no solo es el lugar donde se prepara la comida. Es también el lugar donde se cruzan el agotamiento físico, el desequilibrio hormonal y la presión por las responsabilidades domésticas. Una receta perfecta para el enfado. Y es precisamente en estos momentos de caos y mayor vulnerabilidad cuando es importante reconocer nuestras necesidades y las de los demás”, explica la coach.

“En lugar de ver el enfado como ‘el enemigo’, algo que hay que evitar, esconder o disimular, es importante recordar que esta emoción también tiene su función: nos recuerda lo que nos importa. Y cuando sabes cómo expresarlo, el enfado no aleja: ayuda a entenderse mejor”, puntualiza Sonia Díaz Rois, que recuera que “la clave está en diferenciar entre un enfado que pide soluciones y un enfado que ataca a la persona”.

Una de las claves para saber controlar esos enfados es detectar el foco, ya que un enfado constructivo se centra en el problema, mientras que uno destructivo ataca a la persona. “El enfado constructivo nos habla de una necesidad clara y es capaz de expresar lo que uno necesita, además de pedir ayuda. Ya sea porque no sabemos hacerlo bien, o porque existe una resistencia real por la otra parte y estamos hartos de pedir lo que necesitamos sin obtener respuestas favorables, la agresividad se abre camino”, resalta la experta.

El enfado, cuando se expresa con claridad, puede ayudarte a:

  • Poner límites sin herir.
  • Defender lo que de verdad te importa.
  • Mejorar la comunicación en pareja, familia o trabajo.
  • Fortalecer la autoestima.

Lejos del típico consejo de “respira y cuenta hasta diez”, la coach propone una alternativa más realista: escuchar al enfado antes de intentar calmarlo. “Si el enfado pudiera hablar, diría: no quiero que me calmes, quiero que me escuches y me entiendas. Cuando lo escuchas, ya no necesita gritar".