El último quiosco de horchata que sigue en pie en Madrid: "Hubo un tiempo en que se vendía más que en Valencia"

El de José Manuel García es el único quiosco de horchata y agua de cebada que queda en Madrid, que fue inaugurado en 1944
Sus bisabuelos comenzaron con esta tradición familiar en 1910, regentando un quiosco en la calle Arlabán con Cedaceros
Hoy toca desplazarse hasta el madrileño barrio de Goya para disfrutar de esa refrescante bebida natural que se elabora a partir de chufas, agua y azúcar: la horchata. Allí, en la calle Narváez, se encuentra el único quiosco de horchata que sigue en pie en Madrid. Lo regenta José Manuel García, bisnieto de Francisco Guilabert y Francisca Segura, los fundadores del negocio que, salvo sorpresa, no va a contar con una quinta generación que lo defienda a capa y espada. "No creo que eso vaya a pasar. La quinta generación sería mi hija, pero ella estudió turismo y se dedica a otra cosa". Aunque, crucemos los dedos, es pronto para descartarlo: "Cuando era pequeñita me solía echar una mano, pero ha pasado mucho tiempo de aquello" (risas).
En lo que no quieren ni pensar es en la posibilidad de que alguien ajeno a la familia termine tomando las riendas de este quiosco que lleva en el mismo sitio desde 1944 (el de sus bisabuelos estuvo en la calle Arlabán con Cedaceros desde 1910). "Podría cogerlo otra persona que contase toda la historia que hay detrás de este negocio, pero ya no sería lo mismo. Lo bonito de esto es que sea algo familiar, más o menos directo. Porque sí que es verdad que muchas veces coge el testigo un cuñado o una cuñada". De todos modos, esto de la no continuidad es algo que nuestro entrevistado tiene más que asumido.

"Es muy difícil que las nuevas generaciones, si no lo han mamado, quieran seguir con el quiosco". De hecho, en su caso, parece ser que el gran problema para su supervivencia es otro muy distinto y viene acechando desde hace varios años: "Antiguamente, cada uno se dedicaba a una cosa: estaban los bares, los ultramarinos, las fruterías... Y en cada local cada uno vendía lo suyo. Pero ahora está todo mezclado y se vende de todo en todas partes". Nos lo cuenta José Manuel mientras nos invita a observar las fotos antiguas que decoran este quiosco que, aunque sus ancestros llegaron de Crevillente, es ya un emblema de Madrid.
También hablamos con él de cómo ha ido evolucionando el tema de las horchaterías en la capital, donde llegó a haber cerca de 300 quioscos. "Aunque Valencia es la cuna de la horchata, está en el Mediterráneo y allí apetece todo el año, hubo un tiempo en Madrid el que se vendía más horchata y agua de cebada que en Valencia. Pero en los 60 y los 70, con el boom de la Coca Cola y la Pepsi, todo se desinfló. Fueron desapareciendo progresivamente todos los quioscos y ya solo quedamos nosotros". De su hermano Miguel, que se jubiló hace muy poco, también hablamos largo y tendido mientras repasamos la oferta del local, que es prácticamente la misma de sus comienzos.
Por ejemplo, se mantienen las tres bebidas estrellas que siempre han estado en los quiscos de sus ancestros (horchata, granizado y agua de cebada). Pero no es este el único motivo por el que siguen teniendo una legión de fieles clientes. "Año tras año hemos mantenido la calidad. Creo que hemos sabido cuidar el producto, algo que no todos han sabido o querido hacer". Al parecer, a menudo ocurre que las nuevas generaciones optan por bajar la calidad para abaratar costes, por eso lo que ofrecen ahora en algunas horchaterías no tiene nada que ver con lo de antes. Y espera que hay más: "Hay sitios que usan canela para endulzar, que es algo que yo no había oído jamás (risas). Sí que es verdad que cuando no existía el azúcar se usaban miel o dátiles para endulzar, que es lo que hacían los árabes, pero esto de la canela es algo nuevo para mí".

Lo único que no vas a poder encontrar en el quiosco y sí se vendía antes
Más tarde, García nos confiesa que en realidad sí que había algunos productos en los puestos de sus antecesores que no vas a encontrar en el quiosco de Narváez, donde se suele formar cola cuando el calor aprieta. Pero su ausencia está más que justificada: "De los bisabuelos no guardo muchos recuerdos, pero sí me acuerdo de que mi abuela María solía hacer leche merengada. O aquellas palomitas, que se hacían con anís Chinchón, que solían colocarse en la repisa de arriba y que ahora, obviamente, ya no podemos vender. Igual que aquellos botijos que ofrecían los aguadores y que llevaban agua con unas gotitas de ese mismo anís".

Eran otros tiempos, sin duda, pero hay algo que no ha cambiado desde principios del siglo XX hasta nuestros días. Nos referimos al gran esfuerzo que han tenido que hacer esas cuatro generaciones, a las que hoy queremos homenajear, para hacerse fuerte ante las muchas adversidades que se han ido encontrando. La buena noticia es que ese tesón al final tiene su recompensa, y gracias a eso vamos a poder disfrutar —locales y visitantes— de estas refrescantes bebidas (y los correspondientes fartons) hasta finales de septiembre o incluso octubre. Esto es algo que cada año depende de la climatología. Un factor que no tienen que tener en cuenta esos establecimientos de la competencia, como sus vecinos de Alboraya: "Esos locales se pueden defender mejor. Están cubiertos, tienen mesas, la oferta es más variada... Nosotros somos un quiosco de temporada".
¡Y a mucha honra! Esto último lo decimos nosotros, que hemos sido de los primeros clientes en inaugurar la temporada 81 de un quiosco que aún tiene muchas alegrías quedarnos (y muchas noches de julio que refrescarnos). ¡Larga vida al Kiosko de Horchata Narváez!

